¿Castrochavismo? anda, cuéntame más

¿Castrochavismo? anda, cuéntame más

Por: Efrain Jose Martinez Meneses
julio 01, 2014
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¿Castrochavismo? anda, cuéntame más

Nos expropiaron, desde hace casi 20 años sistemáticamente nos han arrebatado las tierras, las casas, hemos conocido el rostro filoso del hambre, realizado mil trabajos para buenas y a veces para pésimas personas, tocado el espinoso lomo de la humillación y llorado todo lo posible frente a los espejos grumosos de tristes pensiones. Luchamos por lo que nos quitaron que es más que la posesión de algo material, es un asunto de historia, de las costumbres que eran tan nuestras y que ahora se deforman con la incesante gota del desarraigo, ver a nuestros hijos y padres soportar con estoicismo la miseria nos arrebata lagrimas ardorosas, de esas que escaldan la piel desde los ojos hasta la comisura de los labios, así como también nos revolcamos en la rabia cuando en cada elección presidencial, millones de personas agradecidas por el bienestar que les hemos pagado con nuestros bienes y nuestras vidas, vuelven a elegir la perpetuación de la pobreza y la injusticia de otros millones, en un acto tal vez de egoísmo.

La pérdida organizada de la propiedad, del esfuerzo familiar de 6 millones de personas, no ocurre en Venezuela como anhelan muchos para alimentar su adicción a la adrenalina del miedo, ocurre aquí en Colombia, en ese país tan remoto que increíblemente sobrevive por fuera de las carreteras. Los paramilitares expropiaron en contubernio con el gobierno por decisión, por omisión o por incompetencia, millones de hectáreas, miles de propiedades. Ese país expoliado no tiene gurisattis ni canales de noticias enteros dedicados de forma metódica y constante a mostrar que el vecino vive peor que nosotros, como pretendiendo consolar nuestras carencias o quizá ahondar en el aislamiento y en los temores primarios de algunos votantes de ciudad, aquellos cuyo país solo es el que alcanzan a ver desde los caminos pavimentados.

No quisiéramos pensar aquí en los confines del departamento del magdalena en la trocha indescifrable, inexpugnable bajo la más endeble lluvia, donde las vías terciarias hace rato son cuaternarias, surcos rupestres que solo conocieron una mejor vida cuando guerrilla y autodefensas eran el estado, y si no llegan las carreteras mucho menos los servicios públicos, mientras los grandes electores entran en pánico al ver a Venezuela sin papel higiénico (mandan huevo) , que han sido nuestras tierras el premio por " limpiar el país de la insurgencia". No quisiera uno pensar que la historia se repetirá, que todo ese amasijo de “pájaros”, “chulavitas”, “coordinadoras guerrilleras” y Rojas Pinilla de hace más de 50 años, tienen ahora sus representantes en AUC, Farc y Álvaro Uribe, demostrando en esa inercia cíclica de nuestra historia que así como las reformas agrarias y procesos de restitución de tierras de esa época los actuales intentos tendrían que fracasar de igual manera porque para acompañar a toda esta retahíla de destinos calcados el presidente que le puso pausa en ese tiempo a los intentos reformistas fue nada más y nada menos que Eduardo Santos.

Los augurios no son buenos, no es política pública la ley de víctimas, la paquidermia del gobierno genera suspicacia, gente mal pensada podría intuir que la idea es siempre dejar de herencia al siguiente gobierno esta herencia indeseable. Mientras tanto los campesinos somos cada uno en sus ranchos un coronel que no tiene quien le escriba al que todo un país los puso a comer mierda. En Pueblo Nuevo Primavera en el departamento del Magdalena a pesar de las amenazas y el amedrentamiento, nos resistimos a perder nuevamente el vínculo que se crea entre el hombre y su tierra cuando por primera vez rasgamos su piel para engendrar más chispas del sol, aunque eso signifique tentar continuamente los demonios que siembran sangre y terror, como si esta tierra Magdalenense no les fuera a escupir fuego un día de estos que sienta que ya no le cabe un muerto más.

Castrochavismo, Comunismo, Ateísmo, etc. Que más miedos van a crear los apocalípticos del capitalismo para que nos distraigamos mirando la paja en el ojo ajeno, mientras la viga del nuestro ya es un obelisco, un monumento estratosférico a la ceguera a la falta de empatía con su propia gente.

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