VIH, chikungunya, ébola: miedo, realidad (I)
Opinión

VIH, chikungunya, ébola: miedo, realidad (I)

Por:
agosto 15, 2014
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El hombre siempre ha temido las enfermedades. Sobre todo a las epidemias. Se debe esto a una larga historia de pandemias que produjeron gran mortandad desde tiempos antiquísimos. La mayoría por bacterias. Como la Plaga de Atenas bien reportada por Tucídides causada por Salmonella typhi, la Peste Negra al final de la Edad Media por Yersiniapestis, las epidemias de cólera por Vibrio cholerae como la reciente en Haití después del terremoto. Desde el siglo XIX con Snow aprendimos que el manejo adecuado de aguas y medidas de higiene general, sobre todo lavarse las manos, podían prevenir la mayoría de estas infecciones. A mediados del siglo pasado descubrimos los antibióticos de gran eficacia contra las enfermedades bacterianas. El uso y abuso de estos fármacos microbicidas nos hizo peligrosamente optimistas. Algunos predijeron la desaparición de las enfermedades infecciosas. Pero el uso indiscriminado de antibióticos suscitó resistencia microbiana a ellos y hoy reconocemos el persistente peligro de las bacterias sobre todo para los pacientes hospitalizados (infecciones nosocomiales).

Además, el siglo XX nos enfrentó a epidemias de enfermedades virales contra las que teníamos poco que ofrecer. Por eso se piensa erradamente que el médico le dice a uno que es un virus cuando no sabe que tiene el paciente ni que se debe hacer. Pero en verdad se pueden hacer muchas cosas contra las enfermedades virales. Lo primero es verlas como son en realidad y no dejarse dominar por el miedo.

Hace cien años se inauguró el Canal de Panamá. Un gran obstáculo para su construcción fue la fiebre amarilla, enfermedad viral que producía epidemias súbitas y letales en los puertos del Caribe desde el siglo XVII. El virus de la fiebre amarilla (como el VIH, el de la Chikungunya o Chikunguña y el Ébola) tenía su origen en el África tropical. En todos estos casos por diversas razones (tráfico de esclavos, etc.) y diferentes mecanismos (comercio de azúcar, promiscuidad sexual, pobres sistemas de salud, etc.) una población que no había tenido contacto con el agente viral se pone en contacto con él y sin tener defensas inmunes sufre gran número de infecciones y muertes. Son como “encuentros cercanos del tercer tipo” biológicos que pueden ser catastróficos pero no siempre lo son y debemos moderar nuestros terrores apocalípticos. No creo que ningún agente microbiano vaya a acabar con todos los hombres y mujeres del mundo pues sería un suicidio evolutivo quedando sin huéspedes donde seguir reproduciéndose. Como escribió el poeta norteamericano Robert Frost “Algunos dicen que el mundo acabará en fuego, otros dicen que en hielo”, pero no creo que terminará en una pandemia infecciosa universal y hay que controlar el miedo para enfrentar nuestras crisis biológicas (microbios, ecología, etc.) si no nos llevará la que nos trajo (la evolución)

Pero el siglo pasado experimentó varias infecciones virales de distribución mundial causando diseminado terror social. Terminada la Primera Guerra Mundial en 1918 sufrimos la epidemia de influenza viral llamada Gripe Española que produjo unos 50 millones de muertos en todo el mundo. Usualmente se cree que los primeros casos en EE. UU. ocurrieron en un campamento de soldados en Kansas o que entró a Europa por el puerto de Brest, Francia, pero investigaciones recientes proponen que la mutación más letal del virus pudo aparecer en España en el verano de 1918 (El País, 29 de julio, 2014). En ese brote ibérico hasta el rey Alfonso XIII, joven y bien nutrido, enfermó gravemente. Entonces esa pandemia bien podría seguir llamándose la Gripe Española. Su alta mortalidad e implacable globalización por todos los países demuestran una gravísima característica de los virus: mutan incansablemente. Esto lleva a que nuestros sistemas inmunes no logran controlar la infección. Y peor aún, algunos comprometen específicamente nuestra capacidad de respuesta inmunitaria, por ejemplo el Virus de Inmunodeficiencia Adquirida Humana o VIH. Entonces nuestro miedo está justificado pero no podemos dejamos dominar por el terror.

Los mayores recordamos los inicios de la epidemia de sida en los años ochenta del siglo pasado. Algunos creyeron que sufríamos el castigo de un dios enemigo de la revolución sexual. Eso llevó a ataques y asesinatos de gays, hostigamiento escolar de niños con hemofilia, segregación de los infamemente llamados grupos de riesgo (las cuatro H: homosexuales, hemofílicos, haitianos, heroinómanos) Todo eso injusto, ignorante y peor aún inútil pues poco a poco se fueron conociendo y precisando las conductas de riesgo que pueden estar presentes en cualquier grupo humano. Pero mientras tanto se producía mucho inmerecido sufrimiento humano. Todo eso resultado de un incontrolado miedo social a una infección viral, la infección por VIH. Miedo muchas veces aupado por medios de comunicación irresponsables. Hoy con Facebook, Twitter, Instagram y otros sería seguramente peor. Por eso la próxima semana seguiremos hablando de VIH, chikungunya y ébola para moderar nuestros miedos.

 

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