Te olvidé, te olvidé, te olvidé
Opinión

Te olvidé, te olvidé, te olvidé

Noticias de la otra orilla

Por:
febrero 13, 2021
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Yo crecí con la admiración que mi padre tenía por el maestro Antonio María Peñaloza. Admiraba mi viejo su talento de compositor, sí, pero recuerdo que hablaba mejor de su capacidad de intérprete de la trompeta y el bugle y, sobre todo, de su don para arreglar y orquestar.

Contaba también mi padre que cuando él estudiaba violonchelo en Bellas Artes en Barranquilla, en más de una ocasión vio a Peñaloza haciendo maravillas con los solos de jazz de las grandes bandas norteamericanas, que reproducía y versionaba solo o a dúo nada más y nada menos que con Alex Muñecón Acosta (el del solo de clarinete en la grabación original de Las cuatro fiestas, el hijo del maestro de maestros de la música del Caribe, el viejo Jorge Rafael Acosta, que fue profesor del propio Peñaloza, de su sobrino Lucho Bermúdez, de Pello Torres,  y el que crió y enseñó los rudimentos de la música a Justo Almario).

Y contaba además que en alguna ocasión fue testigo presencial de un episodio ocurrido en un club nocturno de Bogotá donde solía tocar Peñaloza. El maestro fue invitado a una jam sesión con la cual los jazzistas de un quinteto norteamericano en escena terminarían su presentación esa noche. Peñaloza hizo entonces un solo endemoniado de trompeta que dejó perplejos a los gringos y  les quitó el protagonismo hasta casi dejarlos en ridículo. Allí estaba Peñaloza pintado de cuerpo entero en un gesto que hablaba bien de su genio musical y de su temperamento cerril.

Todo eso para decir que fue ese genio y ese talante el que hicieron posible que Peñaloza le ganara a Curro Fuentes el pulso de si se grababa o no, y en qué condiciones, el tema de Te olvidé en aquella producción en la que terminó siendo el tema referencial que hasta hoy se mantiene en el imaginario musical del universo carnavalero de Barranquilla y el Caribe colombiano.

 

Antonio María Peñaloza compositor, intérprete de la trompeta y el bugle, arreglista connotado

 

Ya están claramente glosadas, y son de dominio público, la circunstancias históricas en las que se dieron las condiciones para que Peñaloza se encontrara un día con un periodista español dedicado a la hípica en Bogotá, de nombre Mariano San Ildefonso, que a juicio de Peñaloza no tenía ningún talento poético especial, pero que llamó su atención con un texto interesante, pero deficientemente escrito, que él tuvo que cuadrar y pulir durante una semana hasta darle la forma con la que hoy se baila y se canta. No se conoce sin embargo el texto original de San Ildefonso, pero es lo que Peñaloza repitió muchas veces. No obstante, el mismo Peñaloza se quejaba de que el cantante sustituto de la grabación, Alberto Fernández Mindiola (la que sería la voz histórica de Bovea y sus Vallenatos, que no es poca cosa), grabara finalmente el tema sin los últimos ajustes que el viejo “Peña” le había hecho al texto de la canción. Texto final que tampoco conocemos.

Así las cosas, el disco se grabó en 1953 para unas fiestas novembrinas de Cartagena, fue un gran éxito en La Heroica y al año siguiente estalló con toda su fuerza en el carnaval de Barranquilla, se abrió paso entre otros temas que competían en el ambiente musical de ese año, y desde entonces se impuso sin atenuantes en el gusto de toda una ciudad. Y como Barranquilla era el crisol en el que se fundían en el marco del carnaval todas las influencias musicales de nuestra música popular bailable, Te olvidé extendió también el reino de su impacto a toda la región y al país.

Por otra parte, hay un equívoco en el imaginario popular que considera a Te olvidé como un chandé, referencia que la radio musical y la prensa de farándula ha estado moliendo desde siempre, y que la gente, incluidos los propios folcloristas, asumen y repiten sin reparo. Pienso que el error tomó fuerza cuando los mismos músicos, entre ellos el gran Nelson Pinedo cuando lo grabó con la sonora Matancera, hablaban del tema de Peñaloza como si en efecto fuera un chandé. Pero Peñaloza, a quien no le hacía nada de gracia esta clasificación, en varias ocasiones se ocupó de aclarar muy puntualmente que el ritmo del tema no era un chandé sino un son de garabato (denominación que Peñaloza acuñó conscientemente), y lo hacía con el argumento contundente de comparar las células rítmicas del aire de chandé que se cultiva en nuestra música folclórica de tambora con los golpes completamente distintos que logran identificarse en el acompañamiento de Te olvidé. Que de pronto fue un hallazgo fortuito si nos atenemos a lo que alguien anota respecto de que Peñaloza tuvo que hacerle un esquema rítmico de acompañamiento al baterista panameño del Set Rose Trío que grabó el tema porque al principio éste no daba pie con bola con lo que Peñaloza tenía escrito en el papel pautado.

Vale la pena recordar lo que ya es una verdad establecida: que la Sonora Curro nunca existió como orquesta independiente y que lo que se armó fue un “ven tú” circunstancial para grabar Te olvidé que tenía como base el Set Rose Trío, que por entonces tocaba en el mismo club nocturno donde tocaba Peñaloza. Así, lo que quedó como resultado de esa sesión es un tema en el que una voz (la del propio Peñaloza) guapirrea a gusto con un dejo bien rural, inician palmas acompasadas que caen sobre el énfasis del tambor, apoyadas al unísono con poderosos maracones (no maracas) que sacuden los tiempos con fuerza inusitada y se constituyen en elemento fundamental del ritmo durante todo el tema, mientras la voz nasal de Alberto Fernández canta pulcramente el sentido de una letra que siempre ha contenido una aparente paradoja. Todo eso es tal vez algo que resultaba muy distinto a lo que Peña tenía pensado, y desde luego a lo que los especialistas conocen como chandé en nuestra música.

Ahora bien, ¿cuál es la aparente paradoja? Es decir, ¿cómo es que siendo una canción de claro desamor puede convertirse en un himno, vale decir, en algo simbólico, emblemático de la alegría en el contexto del relajo de una fiesta de carnaval? El viejo Peñaloza decía que era porque la canción nos mostraba las dos caras de la vida; esas mismas que hacen parte del sentido profundo del carnaval. Y no le faltaba razón. Lo que uno puede encontrar en la letra de Te olvidé es el testimonio de alguien que cuenta lo que sentía por un amor, la moneda con la que la pagaron, la burla de que fue objeto, el rechazo de la que luego quería volver, y por último, el olvido irremediable que todo lo cura, repetido como en una letanía: “te olvidé, te olvidé, te olvide”.

Un olvido que se logra en mitad de una fiesta catártica como el carnaval, en la que nos curamos de todas las esclavitudes humanas.

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