¿Quiénes son los terroristas?

¿Quiénes son los terroristas?

En Colombia pintar es un crimen, pero bombardear y asesinar niños no...

Por: Pablo Enrique Triana Ballesteros
noviembre 22, 2019
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¿Quiénes son los terroristas?
Foto: Las2orillas

Al parecer, para el Estado colombiano no hay ninguna diferencia entre arte y terrorismo. En el contexto del paro nacional del 21 de noviembre, el gobierno de Colombia desplegó un dispositivo de terror y amedrentamiento por medio de allanamientos a talleres y casas de artistas y durante el paro agredieron a varios estudiantes. ¿Qué tienen que decir los artistas al respecto?  

No es raro que el arte le sepa a feo a los gobiernos autoritarios, fascistas, dictatoriales, totalitarios o tiránicos, pues su esencia misma es cuestionar el statu quo y proponer nuevas posibilidades de ser. Cuando alguna vez le preguntaron a Ludwig J. Wittgenstein para qué servía la filosofía, respondió magistralmente: “para enseñarle a la mosca a escapar del frasco”. Creo, sin temor a equivocarme, que exactamente lo mismo podría decirse con respecto al arte y esto es lo que tanto atemoriza a quienes están interesados en mantener a las moscas dentro del frasco.

Adicionalmente, a lo largo de la historia se ha demostrado que las ideas y la creatividad son mucho más poderosas y contundentes que las balas y los cañones a la hora de transformar realmente una sociedad. Pero como eso es algo que siempre va sobrepasar las capacidades de quienes solo pueden disparar y pisotear con sus botas a todos aquellos que piensen diferente, lo único que les nace frente a cualquier manifestación estético expresiva que amenace su tan preciado “deber ser”, es lo mismo de siempre, pisotear y aplastar.

Justamente, una obra de arte argentina lo retrata muy bien en todas sus dimensiones, tanto audiovisuales como musicales, la película Tango Feroz (1993) y su canción El amor es más fuerte dice en uno de sus versos: “pueden guardarte en una jaula, por nada”.  Y por exagerado o ficcional que parezca, tal es el caso de Colombia, un país en el que, al parecer, también pueden “lavarte la cabeza, por nada” e intentar hacerte creer que pintar un mural es más grave o terrorista que bombardear a 18 niños como lo hizo el gobierno de Iván Duque en días recientes (aunque el gobierno reportó tan solo 8 niños muertos en el bombardeo que ordenó el pasado 30 de agosto en San Vicente del Caguán, una investigación de Noticias Uno, a cargo del periodista Guillermo Gómez, develó que la cifra ascendería a más del doble).

Esto lo ratifica la ridiculez de lo acontecido el pasado martes 19 de noviembre (“casualmente”, dos días antes de la marcha del 21 de noviembre para protestar contra el actual gobierno) en diferentes ciudades del país cuando escuadrones de la Policía Nacional allanaron los talleres y viviendas de diferentes colectivos artísticos, como Puro Veneno y Cartel Urbano, entre muchos otros.

Como puede entenderse esta acción de dudosa legalidad, pues a la fecha aún se desconoce si los operativos estuvieron respaldados por una orden judicial o no, no solo afectó a los directamente agredidos, sino a sus familias, entre las que se contaban varias mujeres en estado de embarazo y adultos mayores con problemas de salud.

La excusa, encontrar indicios que permitieran judicializar a los responsables de los daños que sufrió el edificio del Icetex y otros desmanes relacionados con las protestas del pasado 27 de septiembre. Lo curioso, es que lo que las autoridades recolectaron y presentaron como material probatorio para justificar estos allanamientos y detenciones arbitrarias, fueron cosas tan irrisorias como pinceles, jatas, pañoletas, frascos de vidrio, pintura en aerosol, e incluso camisetas; elementos que se pueden hallar en cualquier hogar, especialmente, de artistas (como fue el caso) y que en nada demuestran filiaciones con grupos terroristas, como se ha querido vender ante la opinión pública.

“Esos allanamientos, si no fueron ordenados por un juez configuran un gravísimo ataque a la libertad de expresión y a las libertades políticas y democráticas. Particularmente cuando se ataca a los artistas, a los grupos intelectuales está atacando a un grupo social que encarna en muy buena medida, no solamente en términos simbólicos, sino en términos materiales y concretos, la libertad y la democracia. Son ataques a la imaginación, y cuando se ataca la imaginación de los pueblos ataca un elemento fundamental de la vida republicana, es una demostración de un autoritarismo torpe, burdo, y obviamente muy ciego, sin mencionar lo poco inteligente en términos estratégicos”, afirmó al respecto William López, historiador del arte y director de la Maestría en Museología de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Colombia (Unal).

Pero, quienes fueron atacados por la Fuerza Pública también tienen voz y esta acción fue contestada por el colectivo artístico y mediático, Puro Veneno (uno de los principales afectados) a través de un comunicado emitido el día miércoles 20 de noviembre por sus redes sociales en el que básicamente dicen:

“El gobierno nacional ha venido promoviendo una campaña legal e ilegal para ponerle freno al paro nacional convocado para el 21 de noviembre en todo el país, a punta de mentiras, distorsiones y señalamientos peligrosos e irresponsables promoviendo el odio, la polarización y acciones de guerra como el acuartelamiento de primer grado del ejército, el cierre de las fronteras, y militarización del país…

Mientras con total complicidad, tolera la consolidación del paramilitarismo, el genocidio contra los líderes sociales e indígenas, el robo descarado de los recursos públicos y evita explicaciones sobre los delitos de lesa humanidad como el bombardeo a niños y niñas. Consecuencia de ello, se realizaron más de 21 allanamientos en varias ciudades del país contra organizaciones sociales, estudiantiles, juveniles y medios alternativos de comunicación, varios de ellos con irregularidades […] y que en algunos casos la policía ha creado evidencias falsas dejando nuestros carteles en los domicilios allanados para vincular a las víctimas con otros hechos que los incriminan en graves delitos…

Hacemos un llamado a todo el Antídoto (ustedes y nosotros) para seguir denunciando por medio del arte, la cultura y en las calles a quienes dan la orden de callarnos […] Son ellos los que tienen miedo, cada vez más con estos hechos tenemos razones para seguir en las calles”.

Y justamente, esto fue lo que pasó el 21 de noviembre, en vez amedrentarse, la sociedad colombiana salió masivamente a las calles y colmó el espacio público a pesar del sol, la lluvia y los gases lacrimógenos que, como para variar, disparó el Esmad. Y sin embargo, nada de esto fue suficiente para impedir que las personas manifestaran su malestar contra el gobierno Duque y, sin embargo, no fueron ellos quienes iniciaron los desmanes ni brotes de violencia que se dieron.

Mientras miles de personas marchaban  tranquilamente por la carrera séptima fue el Esmad quienes, sin razón alguna comenzaron a golpear en gavilla, casi hasta la muerte a los manifestantes y a disparar gases lacrimógenos contra las personas, valiéndose de la excusa de que habían unos encapuchados ejecutando actos de vandalismo, no obstante durante el cubrimiento de esta marcha, pude presenciar con mis propios ojos que tan solo se trató de un pequeño grupo de “capuchos” que tiraron pintura contra unas edificaciones a la altura de la plaza de Bolívar, como el Murillo Toro, el Capitolio y el Palacio de Liévano, pero de inmediato, la misma comunidad los detuvo de manera pacífica y los instó a no hacerlo.

Aunque, esto poco importó ya que los beligerantes uniformados del Esmad al fin hallaron el pretexto que parecían haber estado esperando para comenzar a hacer lo único que saben, y se sintiera, se mueren por hacer, disparar y atropellar.

“Este comportamiento policivo demuestra que el Estado está muerto de miedo. Y cuando se está asustado, las actuaciones son erráticas, equivocadas y complejas. Es la primera vez, en muchos años, que el Gobierno siente eso. A lo mejor, se están dando cuenta de que ya llegó la hora de hacer un cambio y eso los hace pensarse más temerosamente. Lo que los está moviendo es el miedo”, opina Marta Combariza, maestra en artes plásticas y docente de la Facultad de Artes de la Unal.

Así, lo que era una protesta pacífica de ambiente festivo y respetuoso, rápidamente hacia las 3 de la tarde comenzó a volverse un campo de batalla de hombres de negro armados y enardecidos, arremetiendo contra civiles desarmados y atónitos.

Tal fue el caso de la joven que recibió una patada en la cara y el cuello por parte de un miembro del Esmad por acercarse a pedirle al policía que dejara de agredir a un muchacho al que había derribado de su bicicleta junto con otros dos agentes del mismo escuadrón. Este suceso que se dio en una de las ciclorutas frente a la Universidad Nacional, tristemente se volvió una de las imágenes más célebres de la jornada del paro, pero también una clara representación de las razones que motivaron, en primer lugar, la indignación de un país que, al parecer, ya está a punto de recibir la gota que rebosará la copa.

“No solo se atacó al arte, se atacó a colectivos que, además del arte que expresan, también representan formas alternativas de comunicación y, desde mi punto de vista, eso es lo que atacan, la comunicación alternativa, las expresiones distintas, en términos de comprender los imaginarios y las subjetividades de la sociedad colombiana y eso le aterra al régimen dominante, le aterra perder el control. La figura del gran hermano, la figura de ese ente y de esa estructura que controla todo empieza a hacerles agua cuando los sectores populares y las dinámicas diversas de los colectivos y de las comunidades crean mecanismos distintos y diversos para comunicarse. Se está rompiendo de alguna manera el cerco mediático y eso les da miedo”, explica William Javier Díaz Ramírez, docente del distrito, directivo del sindicato de profesores de la ADE (Asociación Distrital de Educadores), y constructor de escenarios de pensamiento crítico como la Cátedra Libre de Pensamiento Social Libre Orlando Fals Borda.

Estas palabras superan cualquier sospecha o desconfianza de retórica propagandística, como siempre intentan descalificar y estigmatizar partidos de derecha, como el Centro Democrático, cuando horas después de la marcha vemos videos, por doquier, a miembros del Esmad linchando entre varios a indefensos jóvenes, la mayoría mujeres, con la mayor sevicia y alevosía, que en nada reflejan un intento por mantener la seguridad y la paz, sino que, por el contrario, los desenmascarara a ellos como los verdaderos terroristas.

Fue así, como si se tratara de una escena sacada de otra pieza artística, como lo es V from vendetta del artista estadounidense Allan Moore, ciudadanos libres marcharon contra escuadrones enteros de aparatos policiales anonadados que nada supieron hacer más que recibir órdenes de un panóptico en decadencia, que, al igual que el primer ministro de esta obra de ficción, no sabe hacer nada más en la realidad que esconderse y ordenar que se aniquile todo lo que proponga un nuevo nomos.

“La Facultad de Artes ha demostrado en todas las manifestaciones que hemos tenido que los estudiantes no solo comprendemos las razones y tenemos los argumentos con los cuales salimos a luchar, sino que además los podemos materializar en formas artísticas porque nuestro llamado siempre ha sido a una movilización pacífica y creativa, pero esto es lo que les aterra en el gobierno, porque se dan cuenta de que esto es mucho más eficaz y poderoso que su lenguaje de garrote y represión. Por ejemplo, el dragón de 18 metros que se ha hecho tan célebre en las manifestaciones, que hasta los niños juegan con él en cada marcha, representa por cada metro, un billón de pesos de los que el Estado le debe a la educación pública. Por eso marchamos, por los paquetazos de Duque, por el genocidio de los líderes sociales, porque quieren pagar las deudas del Estado con los recursos de la Educación Pública, porque ya estamos cansados de la manipulación mediática y de sus abusos contra los más vulnerables en Colombia”, afirman Gabriela Rojas, estudiante de Diseño Industria de la Facultad de Artes y Representante Estudiantil ante el Concejo de la sede Bogotá de la Unal; Sandra Chaparro, representante estudiantil de la Escuela de Artes Plásticas; y Miguel Ángel Gómez, representante estudiantil ante el consejo de la Facultad de Artes de la Unal.

“Para enseñarle a la mosca a escapar del frasco”… No dejo de pensar en esta premisa que se repite como letanía en mi cabeza mientras escribo estas líneas y contemplo el humeante panorama que queda tras una dura, pero maravillosa jornada de paro y manifestaciones que, como vela de cumpleaños, parecen no querer extinguirse del todo. Me pregunto, entonces, si como pueblo, como sociedad, al fin estamos cobrando dignidad, si nos estamos animando a dejarnos llevar por el mágico sonido proveniente de la flauta del arte que, contrario a lo que ocurría en el caso de Hamelin, nos despierta y nos enseña a salir del frasco aun pese al gigante matamoscas que con el que nos amenazan a en la desembocadura. No soy tan optimista, pero tampoco puedo negar que esto ya es algo.

Y así, otra letanía se suma al estribillo en mi mente: recuerden, recuerden el 21 de noviembre el día en que dejamos de fantasear con sueños emancipatorios como los de Chile, Puerto Rico, Ecuador o demás y comenzamos a abrazar el nuestro, la noche en que, como en un poema de John Donne, las cacerolas sonaron como campanas; para que cuando al fin las escuches, no preguntes por quién doblan, pues las campanas doblan por ti, por tus derechos.

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