Los viejos no pueden ser tratados como un trasto que estorba y da gastos

Los viejos no pueden ser tratados como un trasto que estorba y da gastos

Asociar vejez con enfermedad o inutilidad es frecuente en el país, limitando su derecho a trabajar o ser productivos, además el 70 % no tiene pensión

Por: Lizneira Roncancio Arias
octubre 10, 2022
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Los viejos no pueden ser tratados como un trasto que estorba y da gastos

El pasado dos de octubre, se celebró el día de las personas mayores y obviamente es se pone sobre la mesa el tema de la calidad de vida que deben tener nuestros adultos o personas grandes, quienes después de cierta edad parecen desaparecer del espectro de políticas sociales.

Este año, tuvo como lema “La resiliencia de las personas mayores en un mundo cambiante” y fue celebrado por los Comités de ONG sobre envejecimiento de New York, Ginebra y Viena, haciendo énfasis en el aporte político, civil, económico, social y cultural de las mujeres mayores.

Hace un par de años, la Generalitat de Catalunya emprendió una campaña con el slogan “yo no soy un trasto” como parte de su programa de responsabilidad social corporativa; aunque esta se refería a hacer buen uso de escombros y desechos, una de las imágenes que la ilustraban, era una persona adulta mayor (o grande, denominación entre la campaña), lo cual se leía como el que las personas mayores no son un trasto para botar.

Hace algunos meses, asistí a la presentación de una nueva edición del libro “Yo vieja” de la autora catalana Anna Freixas, psicóloga, docente y feminista, que, entre otros títulos, tiene un doctorado honoris causa otorgado por la Universidad Simón Bolívar de Barranquilla.

Freixas, ha dedicado sus últimos años al estudio del edadismo, o sea, las transiciones vitales hacia la vejez –femenina, especialmente- y los diversos ámbitos que configuran la sexualidad femenina postmenopaúsica, desde la voz de las propias mujeres.

Plantea la autora, que ya tiene en su haber otros títulos de la misma temática (Tan frescas. Las nuevas mujeres mayores del siglo XXI, Erótica y Libertad femenina en la madurez), que “el tema de la vejez es algo tan normal que no lo consideramos importante, pero constituye un factor de discriminación y rechazo social hacia las personas mayores, únicamente por el hecho de serlo”.

Lo resalto, porque en Colombia, pasar de los cuarenta se convierte en una sentencia social, pues el mercado laboral considera que a esa edad las personas han entrado en su período de obsolescencia, no se les tiene en cuenta, no se les contrata y son excluidas de ese mercado (aunque no entiendo cómo hay dirigentes que llegando a los setenta siguen dando lora), lo cual configura una especie de exclusión no solo por la edad, sino también, por la condición de la persona (En Colombia lo que más cuenta para acceder a un empleo son los padrinos, el grupo social al cual perteneces o como se dice coloquialmente, “la palanca”).

Vivimos en una sociedad con arraigadas jerarquías de género, clase, etnia y, sobre todo, de edad, todo, dentro de un sistema de desigualdades, donde las relaciones de poder basadas en la edad, son pasadas por alto, ignoradas e invisibilizadas por la mayoría de estudios de gerontología y sociología y en el diseño de políticas sociales”, dice en un aparte su libro.

Es triste reconocer, que en nuestro país este tema aparece tímidamente en los programas de gobierno, quizá ahora que se está mirando más los temas sociales ha tomado algo de relevancia. Muchas de las personas que han salido de Colombia, lo han hecho por este motivo: buscar opciones y oportunidades, porque si pasas de los cuarenta ya no te tienen en cuenta.

Se extendió por todos lados la frase que aún resuena en los oídos de muchos sectores y que supuestamente había pronunciado Cristine Legarde, Presidenta del FMI previa a la aparición del Covid-19 y que se le atribuyó también a la Presidenta del Banco Central Europeo: “Los ancianos viven demasiado y eso es un riesgo para la economía global”.

Esta frase, lamentablemente coincidió con la muerte de muchos internos e internas de residencias gerontológicas en España, un episodio horroroso que entró a investigación y cuyos hechos relacionan a los manejadores de estas residencias, a quienes se atribuyó decidía al no darle atención adecuada y oportuna a esos primeros infectados con el virus, muchos de los cuales murieron sin ningún tipo de asistencia médica, quizá con el fin de liberar la economía de las erogaciones fiscales con destino a esta población.

Freixas hace en su texto recomendaciones para vivir esa última etapa de la vida con dignidad, libertad y alegría. Como debe ser, digo yo.

Porque una sociedad que respeta a las personas desde el día que nacen, hasta el día que mueren, es una civilización que hace honor al término.

El cuidado de este grupo etario debe ser considerado una deuda moral, no una carga, ni un negocio; después de tener una vida productiva, haber aportado a la sociedad y tener la sabiduría que solo una persona que ha vivido años tiene (la experiencia no se improvisa), no puede ser tratada como un trasto que estorba y da gastos; no hay nada más bello que las abuelas transmitiendo sabiduría, afecto y libertades a su descendencia.

Y más en estos tiempos, cuando la expectativa de vida ha aumentado y las mujeres se sienten plenas mostrando sus canas, sus arrugas y haciendo alarde del tiempo vivido y disfrutado.

Muchos titulares han tenido los medios para destacar mujeres que han decidido dejar sus canas, pero aún con toda la vitalidad, alegría y seducción. Y muy lucrativas, por cierto.

Es preocupante que, en nuestro país, esa etapa de la vida se invisibilice con el estereotipo de asociar vejez con enfermedad o inutilidad, y se evite el tema en centros educativos, y que las personas de cincuenta en adelante se consideren ineficaces, casi un estorbo, cuando la calidad de vida en cualquier edad debe ser una condición irrenunciable. (En Colombia el 70 % de los adultos mayores no tiene pensión).

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Todos llegaremos a esa etapa. Debemos ser conscientes de la finitud de nuestro tiempo, por ello se debe asumir conciencia desde jóvenes, es una etapa que todos viviremos, por tanto, hay que pensar en ella como se piensa en las demás.

Existen varios estudios sobre esta etapa y todos apuntan como dice la autora, a “una nueva generación de mujeres mayores, las hijas del rock and roll y del feminismo, hoy tienen 60, 70, 80 años, han roto muchos moldes, son independientes, activas y exigentes y los cánones de la vieja modosita, no le sirven”.

Por ello, entrevé desvirtuar estereotipos que la sociedad tiene sobre las veteranas con un “Club de las viejas tremendas”, para vivir esos últimos años con el esplendor que a uno le venga en gana.

Es un tema que debemos asumir desde todas las edades, ya que todos llegaremos a ella, y debe ser como lo concibe Freixas: con dignidad, libertad y alegría. Y para que ello ocurra como quisiéramos, con vitalidad, dignidad y gozo, debemos construirla desde que nacemos.

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