El soporte de Lorena

El soporte de Lorena

La historia de una mujer especial

Por: Mónica Hurtado
mayo 13, 2015
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El soporte de Lorena
Imagen Nota Ciudadana

La soledad de una mujer especial. Es la historia del olvido que persigue a estos seres “especiales”, para quienes solo hay rechazo y exclusión, los discapacitados.
Hablar de ella es muy fácil, ella es una mujer como cualquiera. Yo no podría decir que es especial solo porque se le dificulta caminar y siempre debe llevar un soporte para no caerse. Tampoco es especial porque ande de un lado a otro sin que parezca que tiene un destino. Desde que la recuerdo ella ha tenido esa costumbre. Pasaba por mi ventana tan pegadita que yo pensaba que alguien había llegado a casa, pero al verla pensaba “ah no, es Lorena” sosteniéndose de las ventanas para no caerse. Y aunque lo hacía todos los días, siempre sabía engañarme, siempre me hacía asomar para ver si era un familiar, pero solo era ella, la delgada, solitaria y demacrada Lorena.

Yo la conocí así, caminando por ahí. Llevaba siempre sudaderas o pantalones muy anchos, camisas algo ajustadas, zapatos cerrados y un bolso colgado en uno de sus hombros. No sé a qué hora pasaba por mi casa, pero casi siempre lo hacía dos veces al día. Es fácil recordarla, recordar su nombre y su cara, su manera de caminar. No era singular porque tuviera una discapacidad, no. Era extraña esa manera de desplazarse. Ese misterio en su andar. Sus estrategias para encontrar siempre en una casa su soporte. Se veía tan sola, tan olvidada. Quién más recordaba a Lorena.

He visto muchas Lorenas por ahí, jugando a sobrevivir en esta ciudad sin soportes, sin vías especiales, sin espacios especiales. Lorena solo era “especial” por no caminar como nosotros, pero para ella no había trato especial. ¿Y su familia dónde estaba? ¿Sus amigos? Al parecer nadie se preguntaba por ella, nadie estaba tras ella, ni delante. Quizá aunque se soportaba en las casas, ella era su propio soporte, ella y nadie más.

Recuerdo que hace muchos años ella tuvo un hijo. Los vecinos del barrio solo se preguntaban en qué momento ella pudo haber quedado embarazada, y claro, era una duda acertada pues Lorena siempre andaba sola. El pequeño no pudo acompañarla mucho tiempo pues murió siendo apenas un bebé. Pero Lorena no es especial tampoco porque haya perdido a su hijo, no. Porque más allá de la desagradable experiencia, Lorena como muchos otros en su misma condición han tenido que vivir la exclusión, el olvido y acostumbrarse a contar solo con ellos mismos.
La soledad de Lorena me recuerda a la soledad de los incomprendidos, de los desamparados, de los pobres y necesitados. La soledad por la que uno suele pasar cuando está triste, enfermo o preocupado. Es en esos momentos en los que uno aprende a reconocer a quienes con los que de verdad se cuenta. La soledad otras veces es agradable. Yo siempre he dicho que la soledad es reconfortante cuando uno la puede escoger, no cuando a uno le toca. Ojalá Lorena pudiera elegir, no sé qué elegiría.

Hace muy poco la volví a ver, caminaba por ahí. Más vieja, más delgada, con la misma dificultad para caminar, con el mismo estilo en su vestir. Pero no estaba sola. Ya no se sostenía de las casas del barrio, ahora andaba detrás de un niño a quien sostenía por la espalda. El niño era muy parecido a ella, pero caminaba perfectamente. Pensé que quizá era su hijo. Caminaban juntos, se acompañaban. Por primera vez en mi vida vi a Lorena hablar con alguien a su lado, más que eso era ver a Lorena compartir su vida con alguien. Alguien ha sido justo con Lorena ahora, alguien se ha compadecido de ella. Alguien más la miró. Tal vez el niño no solo sea su soporte al caminar, como las casas, sino el soporte de su vida. Porque las casa no hablan, no comparten, no ríen como su nuevo compañero. No sé qué tipo de soledad hubiera podido elegir esta mujer especial, pero de seguro habría sido esa en la que en realidad la soledad no existe, porque como dicen por ahí, “la vida es mucho más bonita cuando es compartida.”

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