El “chuzo” en corridas, calles y estadios
Opinión

El “chuzo” en corridas, calles y estadios

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enero 21, 2015
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Entre la “irracionalidad de los animales ”y la“racionalidad del hombre” solo hay un chuzo de diferencia, o llámelo como quiera: espada, machete, cuchillo o navaja.

Ya no solo los homicidios pasionales y los atracos se caracterizan por el uso de un elemento con filo. Comparten ese nada honroso escenario en nuestro país con las corridas de toros (sí, aunque se me venga la casta taurina encima); con el fútbol, porque en los estadios ni futbolistas, ni fanáticos, ni porristas han salido bien librados; y con las tradicionales corralejas, que desde Buenavista (Sucre), nos acaban de dar la peor muestra de barbarie descuartizando vivo a un caballo moribundo e indefenso. Ni con la imagen borrosa, como mostraron los noticieros, fui capaz de ver el video. Y ni hablar de las casas de pique que tienen horrorizado al país desde Buenaventura y los caballos de los tan románticos coches en Cartagena.

Si cualquier lector, televidente o radioescucha compara las noticias de violencia contra animales, violencia intrafamiliar o violencia entre fanáticos del deporte, no se diferencian mucho de la ferocidad entre “animales irracionales” en las selvas naturales del mundo que muestra la National Geographic y las selvas de concreto que son hoy nuestras ciudades.

Me puse a buscar cifras de violencia contra animales y personas, normatividad, leyes, justicia y llegué a la conclusión de que este asunto es de educación, de filosofía de vida, de ética, de valores. Sí, así como lo oyen. ¿Qué aportan las cifras en una sociedad mentalmente enferma y de raíces violentas? Solo estadísticas alarmantes que no llevan a ninguna solución y que se quedan en el papel.

En mi lectura me tropecé con una columna titulada “La antesala de la violencia social”, escrita por la sicoterapeuta Nelly Glatt y publicada en 2009, en el periódico El Universal de México. Quiero destacar algunos apartes:

La violencia hacia los animales nos puede servir como detector y señal de alerta hacia la violencia intrafamiliar, ya que la crueldad hacia los animales y la violencia humana tienen una relación directa. Debemos saber que los niños que maltratan a sus animales de compañía pueden ser testigos de actos crueles contra seres humanos o ellos mismos ser víctimas de abuso por alguien mayor y con más poder.

Estos niños, a la vez abusados y abusadores, están aprendiendo e internalizando la violencia que ellos mismos perpetuarán al ser mayores y al tener sus propias familias. Este maltrato puede ser el único signo visible de una familia en la que existe el abuso, y esto puede ayudar a descubrir al responsable de la violencia en esa familia.

Una persona que abusa de un animal no siente empatía hacia otros seres vivos y tiene mayor riesgo de generar violencia hacia otras personas. La Asociación Siquiátrica Americana lo considera como uno de los diagnósticos para determinar desórdenes de conducta. Si un niño nos habla sobre el maltrato a su animal de compañía, podría estar hablándonos también de su propio sufrimiento.

Francamente, no veo la diferencia entre la muleta (o espada) en los toros, el cuchillo descuartizador en las corralejas de Sucre y el del desadaptado del fútbol que mata solo por el uso de una camiseta del equipo rival. No dudo de que me van a tildar de incoherente, de absurda y hasta de irracional, pero no veo la diferencia entre matar a un toro soportados en la “cultura y la tradición” —igual lo torturan y lo matan—; en descuartizar un caballo para desfogar la ira y calmar el hambre —igual lo torturaron y lo mataron—; y en atacar a un hincha de cualquier equipo o a una porrista con navaja. Tampoco diferencio el ¡ole! al son de trompetas, el “mátelo que sigue vivo” de las corralejas, o los insultos al atacar a un fanático de Millonarios, Nacional, Junior o el que sea. Todos han llegado a un final aterrador: la muerte para el que atacan, sea animal o persona.

Estamos “al filo” de una situación sobre la que por fortuna se está haciendo conciencia, aunque sea solo el comienzo. Coincido con el cierre de la columna de la sicoterapeuta Glatt:

Solamente podemos llegar a la conclusión de la imperiosa necesidad que existe del esfuerzo integrado de padres, profesores, trabajadores sociales, veterinarios, pediatras, asociaciones de protección animal y sicólogos para prevenir el maltrato a los animales y su posterior transformación en violencia social.

Pero también coincido con la cita que sirvió de apertura a su muy buen análisis:
“Cualquiera que esté acostumbrado a menospreciar la vida de cualquier ser viviente está en peligro de menospreciar también la vida humana”.
Albert Schweitzer, premio Nobel de la Paz 1952.

Señora ministra de Educación Gina Parody, su función va mucho más allá de ver si el pensum educativo colombiano tiene inglés, o computadores o suficientes instalaciones; claro que son importantes, pero también la educación en valores se constituye en la base moral de este país que a hoy, con corrupción y barbarie, ratifica lo dicho por el recordadísimo Lucas Caballero Calderón, Klim: “Colombia es un país de cafres”.

¡Feliz resto de semana!

 

 

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