Déjàvu
Opinión

Déjàvu

Por:
mayo 06, 2014
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Déjàvu (/deʒavy/, en francés ‘ya visto’) o paramnesia es la experiencia de sentir que se ha sido testigo o se ha experimentado previamente una situación nueva. [1]

Este mes empezó con una fuerte impresión de ya haber vivido muchas de las cosas que están pasando. Pero también, como en los déjàvu, hay pequeños detalles diferentes o extraños que te hacen pensar que tal vez sí hay algo nuevo bajo el sol:

Primer déjàvu: hay paro agrario, y a la vez que lo minimizan, el ministro de Defensa lo tacha de infiltrado por la guerrilla.

Lo que me hace pensar que no es un déjàvu : Nunca había visto al Esmad quejándose de armas químicas por parte de los campesinos.

Segundo déjàvu: la marcha del Primero de Mayo:

Voy pasando por los bloques de manifestantes y siento que todo lo he vivido: “Unidad, organización y lucha”, gritan unos, “Uribe paraco, el pueblo está verraco”, los de más allá. “Queremos chicha, queremos maíz, multinacionales fuera del país”, algunos otros.

En otro bloque, otra escena repetida: quienes se creen los únicos revolucionarios “auténticos” de toda la marcha, están gritándole “politiquero” a Wilson Arias, el único congresista que sigue marchando, al tiempo que ha hecho uno de los ejercicios más claros y transparentes de la política representativa. Mientras veo el enfrentamiento de Wilson, quien discute acaloradamente con este bloque de “auténticos y auténticas revolucionarias”, veo sus pancartas: llaman a apoyar la revolución obrera de la India, como en los años 70, 80 y 90 llamaban a apoyar otras exóticas y desconocidas revoluciones.

Otro déjàvu: un grupo de jóvenes, con tanta adrenalina como droga corriéndoles por la sangre, tiran piedras y bombas con pintura, ante la protesta y el pánico de decenas de personas que marchan con niños y niñas. Foto1-polnormaEn una esquina, un pequeño grupo de estos jóvenes le roba un bolillo a otro joven que presta su servicio en la policía y ni siquiera está de turno. Entran de nuevo a la marcha con cara de héroes, ante la rechifla de la mayoría de manifestantes. Más adelante, aprovechando la presencia del grupo de “anarcos”, el Esmad tira varias papas explosivas e intenta dividir la marcha. Las brigadas de derechos humanos se dan cuenta de la patraña y calman a ambos bandos, no sin recibir esquirlas y empujones. Veo un gran grupo de personas de chaleco verde. ¿Será que los miles de vendedores de minutos ya hicieron sindicato? No es así. Son solamente los centenares de jóvenes hombres y mujeres que han encontrado en la Policía un escampadero al desempleo.

Sigo la marcha y busco algo que me diga que no es un triste recuerdo o sensación de algo ya vivido.foto2col-norma

Afortunadamente encuentro varias inspiraciones: El grupo de comunidades indígenas y su defensa pura y sencilla del agua.

El pequeño grupo de feministas con sus consignas provocadoras y creativas: “Ni obrero ni patrón, si machistas son”.

 

foto3-normaY en una esquinita de la marcha, sola, la mamá de Katherine Soto, la estudiante de la Universidad del Valle… recordando que hace siete años soldados apostados en la zona rural de Buenaventura asesinaron a su hija sin razón alguna.

 

 

Descanso, pensando que después del 1º de mayo, todo volverá a ser como es: tiempo de cosas nuevas y sorprendentes cada día. Me equivoco.

Escucho a Uribe haciendo campaña para la presidencia y digo… ¿Pero cómo? ¡Ya este señor es congresista, no puede ser! Luego pienso que es un imitador… No es Díaz Salamanca ni Vargas Vil. Tampoco es Polilla… Es Óscar Iván Zuluaga. No solo está hablando igual, también las encuestas empiezan a inflarlo como inflaron en el 2002 a su imitado: a la fuerza, con dinero de los cacaos, de las fuerzas ilegales y con intimidación.

Las mismas noticias circulan: se destapan escándalos que reafirman cómo Uribe y su equipo más cercano estuvo en todos los torcidos e ilícitos de las últimas décadas en el país, incluyendo Interbolsa… tan parecido a Invercolsa. Ladrones de cuello blanco y avaricia sin fondo.

Ya parezco en un túnel del tiempo, transportada al pasado: otra mina derrumbada sobre humildes personas que escarban la tierra buscando una pepita de oro. Ya se había advertido del peligro. Tampoco hay sanciones, no se han decomisado ni las máquinas de los anteriores “inversionistas extranjeros”.

Otro déjàvu, me transporta al año 2009, cuando R.H. Moreno Durán sentenció que: “En Colombia la política corrompió al narcotráfico”: esta vez, aparecen “Los Comba” y otros mafiosos colombianos, contando cómo JJ Rendón, el asesor más notable de las últimas generaciones de políticos en el continente, les “tumbó” 12 millones de dólares, con la promesa de interceder ante el presidente Santos para una posible negociación, encargo que no realizó, según los acusadores.

Mientras tanto Oscar Iván sigue imitando a Uribe, Santos baila en verbenas y fiestas populares, Martha Lucía Ramírez propone más penas y cárcel y Peñalosa pedalea en su cicla y hace propuestas light. Todos en campañas que no dicen nada a la vida, expectativas y angustias de la gente. Evaden las acusaciones en su contra, no se comprometen a aplicar correctivos al modelo que fabrica en serie tragedias ambientales y sociales, para no amenazar la inversión extranjera en minería y expoliación.

Esto ya lo he vivido. Muchas épocas preelectorales han sido parecidas. Cada coyuntura electoral nos deja más saturados de mentiras, de falsedad en las promesas, de impotencia por seguir viendo al país “votando por los que nos dan asco, contra los que nos dan miedo”.

Pero como siempre, una telenovela por mala que sea, por repetitiva y poco sorpresiva que sea, puede tener un final inédito. Este lo podemos escribir con nuestro poder ciudadano activado como nunca antes, como no recordamos ni nos hemos soñado. Pero primero nos tenemos que saturar realmente de los déjàvu y decidirnos a escribir nuevas historias.
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[1] Wikipedia.

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