De regreso a los grandes delirios: Megaproyectos y sus plazos desbordados

De regreso a los grandes delirios: Megaproyectos y sus plazos desbordados

La catástrofe de Hidroituango nos debe traer lecciones como no querer abordar lo que un país tan pobre jamás podrá cubrir

Por: Rodolfo Garcia Sierra PhD
marzo 06, 2023
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De regreso a los grandes delirios: Megaproyectos y sus plazos desbordados

El tiempo es implacable pues no depende de los caprichos y vanidades humanas, dado que corresponde a una dimensión alejada de la cotidianidad, es común escuchar delirios sobre tácticas para recortar plazos futuros de cada megaproyecto concebido.

Se cristalizan en planes de “anticipación” de problemas ante infraestructura colindante que nuevamente llegan tarde como sucedió con fases de TransMilenio en Bogotá en el pasado reciente. Se habla de predios totalmente disponibles y resultan con gases metano aun presentes al momento de su uso efectivo que retrasan actividades.

Y así van transcurriendo lo grandes delirios sobre megaproyectos del país mientras continúan alimentado fantasías de caminos viables para su reducción en el tiempo que posteriormente solo dejan decepcionantes sobrecostos a los usuarios y financiadores de dichos megaproyectos.

La fantasía ha sido tal, que sus promotores han llegado a creer que estos programas son libres de riesgo pues son presentados como fácilmente concebibles olvidando por completo los riesgos emergentes que muchas veces son superiores borrando cualquier beneficio marginal y exponiéndolos a perdidas escandalosas.

Desafortunadamente el tiempo continua pasando y el país vuelve a ser víctima de nuevas quimeras de promesas de rejuvenecimiento de los planes donde son las distorsiones de información estratégicas, las que permiten un nuevo contexto apto para volver a intentar atajos al éxito en megaproyectos como sucedió en Hidroituango .

A la fecha cada vez es tenemos más evidencia científica de como iniciativas que privilegia los beneficios en etapa de operación son superiores sobre aquellas con beneficios únicamente en su etapa constructiva dado que es en la operación donde se pueden lograr impactos reales en la sostenibilidad de cualquier megaproyecto dado que estos usualmente operan por siglos. Las soluciones preferibles con horizontes de varias décadas adelante vuelven irrelevante las pequeñas mejoras obtenibles en plazos constructivos. No tanto así, en caso contrario si para lograr pequeñas mejoras de construcción se debe arriesgar los periodos de operación donde se logran los máximos beneficios presenciamos la peor orientación de megaproyectos del país .

En la actualidad, es necesario dejar de estar corriendo en encontrar pócimas mágicas para el aceleramiento de proyectos, con el fin de resaltar su gestión sobre la necesidad imperiosa de lograr que los megaproyectos sean los adecuados independientemente que sus plazos sean flexibles en el tiempo. Este es el camino recorrido por los países asiáticos donde se reconoce a los megaproyectos por su aporte al bienestar de la sociedad sobre su desempeño en cumplimiento de hitos de dudosa razonabilidad.

Un caso de aplicación contundente lo encontramos en la explotación del subsuelo urbano para múltiples fines en las grandes ciudades emergentes del mundo. Este enfoque solo es compatible con visiones de desarrollo a largo plazo al ir eliminando sistemáticamente diversos obstáculos al desarrollo paisajístico de las ciudades, tal como lo ha enseñado al mundo, países como Singapur.

Imaginemos por un momento ciudades donde los megaproyectos disminuyan su necesidad de demoler edificaciones previas y en su lugar son renovadas gracias a las externalidades positivas de los megaproyectos cercanos, es en este punto donde se diferencian los países con crecimiento sostenible sobre aquellos dedicados ha reiniciar el proceso de construcción de ciudad desconociendo y desperdicio la energía y material acumulada por las generaciones previas que forman y dan vida al paisaje urbano cotidiano de cada ciudad.

¡Lo que debemos acelerar es la innovación en los grandes proyectos de la sociedad!

Ninguna ciudad del mundo ha llegado antes con sus obras producto de cualquier tipo de plan de aceleramiento, sin excepción la mayoría han sufrido retrasos y a veces estos han sido necesarios para descifrar falsos atajos al éxito, en el país debemos reconocer que hacerlo bien puede tomar incluso más tiempo. Aun así, dar con una solución de impacto real para el bienestar y desarrollo firme de la sociedad es preferible que cumplir metas autoimpuestas sin ningún sustento como ha sucedido con el metro de Bogotá por décadas o el túnel de la línea, que ante su dificultad se privilegiaron megaproyectos de fácil construcción y dudosa utilidad pública como fueron megaproyectos de rehabilitación de carreteras preexistentes.

Casos exitosos como las autopistas del rio en Medellín, o los canales subterráneos para enfrentar los arroyos en Barranquilla nos muestran que, en proyectos de gran escala, la orientación de enfoques multiservicios de la infraestructura subterránea urbana nos prepara y adapta a los retos del siglo 22 donde la naturaleza no será simplemente un paseo para el fin de semana sino una exigencia diaria para tener un buen vivir con la generaciones aún por llegar. Sin embargo, este tipo de megaproyectos es incompatible con afanes autoimpuestos que solo favorecen soluciones rápidas y usualmente erradas, alejando así la posibilidad de cambios reales en la infraestructura del país estructurales, necesarios para dejar el subdesarrollo y precariedades recurrentes.

Los planes de aceleramiento rara vez aportan valor a los megaproyectos, en cambio es posible afirmar que la mayoría de veces que se ha optado por acelerar los proyectos haciéndolos supuestamente más viables la sociedad termina pagando el precio por partida doble, primero igual se demoran más y segundo los sobrecostos terminan mostrando que hubiera sido posible esperar sin ningún impacto real a mediano plazo social.

En fin, la mejor manera de acelerar un megaproyecto es reconocer su vulnerabilidad a los retrasos y evaluar esa realidad sin entrar a fantasear con métodos exóticos de adelantamiento o aceleramiento de tiempo, que, por lo pronto, solo ha lastimado a la sociedad con sobrecostos y desazón de pagar una obra varias veces comprometiendo la seguridad y fundamentos principales de acometer un megaproyecto.

De megaproyectos como Hidroituango, debe quedar el aprendizaje de que los planes de aceleramiento ó también llamados “Planes de Anticipación”, son los primeros pasos de catástrofes financieras y en algunos casos socioambientales peores que sus beneficios delirantes e inexistentes .

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