Colombia y la primavera latinoamericana

Colombia y la primavera latinoamericana

América Latina está atravesando movimientos bruscos que han desatado indignación frente al recrudecimiento de la desigualdad y el aumento de la pobreza

Por: Omar Antonio Diaz Botiva
octubre 21, 2019
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Colombia y la primavera latinoamericana
Foto: Twitter @CONAIE_Ecuador

América Latina, esta enorme porción del mundo que se ha visto atrapada desde siempre bajo el manto de poder de Estado Unidos, revive en las últimas semanas un término familiar para todos los pueblos de la región, estado de excepción (Agamben & Gimeno Cuspinera, 2010). Entiéndase este en todas la variables que puedan denominar los diferentes Estados a la potestad de los poderes ejecutivos de emitir una orden que permite coartar los derechos de la población, restringir libertades y autorizar el ejercicio de la violencia sobre la población por parte de la maquina de guerra (Deleuze & Guattari, 2002) a fin de “restablecer el orden”. Así se configura en la actualidad una remembranza de lo vivido en la segunda mitad del siglo pasado: las dictaduras del cono sur que encontraron en los nacientes estados nacionales bajo la batuta de poder antes mencionada, en plena guerra fría, un foco de influencia de su llamada doctrina de seguridad nacional, que nace del principio en donde a partir de la seguridad del Estado se garantiza la de la sociedad en su conjunto, estableciendo una posición de ejercicio de poder unidireccional enfocada en ejercer control desde el terror y el ejercicio de la muerte sobre el cuerpo social como dispositivo que garantiza la soberanía.

Nos encontramos frente a dos hechos que marcan un momento histórico que vive el continente, hace un par de semanas en Ecuador, los indígenas en el desarrollo de su protesta llevaron al presidente Lenin Moreno a decretar el estado se sitio en la ciudad de Quito, dando potestad a las fuerzas militares de reprimir las manifestaciones, las cuales dejaron un balance de 7 muertos, 1340 heridos y 1152 detenidos, finalizando con la anulación del decreto 883 frente al cual protestaban; en Chile, esta semana se vivió una situación similar, en la que estudiantes, mediante el hashtag #EvasiónTodoElDía, iniciaron una protesta por el alza en el valor del pasaje del metro, que, en conjunto con un marcado inconformismo social, desatan protestas en la ciudad de Santiago de Chile, llevando al gobierno en primera instancia a invocar la ley de seguridad del Estado, equivalente al decreto de Estado de conmoción interior, que endurece las penas a quienes desarrollen las protestas; acción que desencadena una respuesta radical por parte de los movimientos sociales, lo cual lleva al gobierno a desmontar el aumento en el pasaje, pero pese a esto, la situación de inconformidad no cesó manteniendo las protestas, llevando a la respuesta del Estado en la declaración del Estado de emergencia y toque de queda, lo cual se sintetiza en depositar el poder en un mando militar que puede hacer ejercicio de la violencia directa sobre la población y limitar las libertades de movilidad durante 15 días.

La remembranza de los Estados de excepción en la región, es el resultado del ejercicio de políticas económicas enfocadas en la satisfacción de demandas por parte de mecanismos multilaterales o intereses de empresas transnacionales, a los cuales no les pesa dar la orden para hacer un ejercicio de dominación a partir de la violencia directa, en la defensa de los intereses de aquellos sectores de la población que se encuentran en los escaños de poder; el ejercicio de esta violencia directa que en palabras de Etienne Balibar podríamos definir como “aquella que reduce a los seres humanos al status de cosas eliminables e instrumentalizables a voluntad, (...) y aquella que hace de los individuos y de las comunidades objetos presas del delirio del poder soberano, los ejecutantes de un plan de liquidación preventiva de las fuerzas del “mal” (Étienne Balibar, Alejandro Bilbao, & Bertrand Ogilvie, 2018) , justifica el uso de la violencia indiscriminadamente hacia la población que protesta, ya que representan “el mal” al que hace referencia Balibar, son desechables, dado que no comulgan con las decisiones que toma el Estado; políticas económicas que legitiman la implementación de necropolíticas, en donde aquel que se opone, es blanco del viejo derecho soberano de definir quien puede vivir y quién debe morir (Mbembe, 2011).   

Colombia no es ajena a este contexto que atraviesa la región, en el transcurso de las últimas semanas dieron curso las marchas estudiantiles que surgen de un escándalo de corrupción en la Universidad Distrital, que fueron reprimidas por las fuerzas del Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad), en donde frente al ejercicio de la violencia, los estudiantes de la Universidad Javeriana se unieron en solidaridad sobre la emblemática Avenida Real (Carrera Séptima), siendo también objeto de esta, llegando a afectar el hospital San Ignacio ubicado en las instalaciones universitarias. Las marchas del día jueves planeadas como una continuación de las protestas que se vienen desarrollando desde hace varias semanas por el desmonte del Esmad gracias a su respuesta desmedida a las marchas estudiantiles, se le agregó un ingrediente más gracias a la aprobación del artículo 44 del presupuesto para el año 2020 el cual permite al Estado, hacer uso de los recursos destinados a estas, para el pago de “sentencias o fallos que sean proferidos contra la nación”.

Colombia a diferencia de los países en donde se han desarrollado las protestas señaladas, no ha atravesado una dictadura, pero ha sometido su gobierno a los dictámenes económicos de organismos multilaterales y la defensa de los capitales privados por encima del bienestar general, ha llevado a la situación de no necesidad de declarar un estado de excepción, gracias a que la población no muestra cohesión en su tejido social y las luchas que se dan en contra de políticas que afectan al grueso de la población, son sectorizadas y dispares, movilizan grupos específicos y no son representativas dentro del imaginario social, en donde el ejercicio de la violencia por parte de las máquinas de guerra  ha sido una constante a lo largo de nuestra vida republicana, negandonos la posibilidad de ver el fin de la violencia interna, podríamos definir a Colombia como un Estado constante de excepción; pero vemos hoy en día, un empoderamiento y constante relegitimación del movimiento estudiantil, que ha establecido puntos de referencia en la sociedad, llegando a manifestar, por una parte significativa del cuerpo social un apoyo lo cual legitima la existencia y necesidad de este movimiento, siendo un punto de encuentro que más allá de movilizarse localmente, trasciende a un indole nacional. Con base en esto ¿podríamos hablar de un próximo despertar en unidad del pueblo colombiano? de cara a las revelaciones de esta semana, en las cuales el gobierno nacional prepara un paquetazo de reformas económicas en lo laboral y pensional que ejercen una violencia discreta sobre el cuerpo social, disfrazada de la necesidad de suplir el gasto de la nación y brindar “oportunidades” para la inversión así como la excusa constante de la generación de empleo en el discurso de un Estado cooptado por un gobierno privado indirecto (Mbembe, 2011)

Latinoamérica está atravesando movimientos bruscos en su estructura social, que han desatado la indignación general frente al recrudecimiento de las desigualdades sociales, el aumento de la pobreza y el empobrecimiento constante de las economías gracias al desarrollo de políticas económicas neoliberales que en el fondo toman al individuo social como simple semoviente que en algún punto es desechable; que ha desarrollado una constante en la construcción de políticas de Estado que desconocen al individuo en su personalidad jurídica, su personalidad moral, y su individualidad diferenciada (Étienne Balibar et al., 2018), siendo así objeto de necropolíticas y acciones de legitimación del poder desde la muerte, pero este ejercicio del necropoder ha dado vistas de haber llegado a un punto de debilidad frente a la cohesión social que se ha manifestado en los diferentes países que están atravesando por movilizaciones sociales en la región, en donde la población, en ejercicio del sagrado derecho a la protesta, pone de manifiesto un punto de referencia en la historia de las luchas sociales en el continente.

¿Podemos hablar de una primavera latinoamericana? Grandes sectores de la población en estos países están evidenciando su inconformidad con el ejercicio de estas políticas económicas haciendo manifiesta su inconformidad en las calles y en la confrontación directa con las fuerzas enviadas a reprimir y controlar, que pese a la memoria de hechos pasados recuerdos de dictaduras y estados de excepción, se levanta digna frente a las prácticas necropolíticas de los Estados cooptados por intereses económicos particulares cobijados bajo el manto de los partidos políticos de la llamada derecha, que tras volver al poder recientemente a Ecuador y Chile pero que nunca ha dejado de gobernar en Colombia, ha promovido a toda costa un discurso que legitima la desaparición y muerte de todo aquello que sea oposición, donde toda enunciación que sale de sus lindes comienza con la palabra guerra, discursos reproducidos en los espacios informativos de los medios de comunicación, en donde las noticias (que son por definición una visión recortada de la realidad) los reproducen, funcionando bajo la misma lógica de las fuerzas armadas, unas máquinas de guerra mediáticas que, encargadas de transmitir la violencia directa contra la población, encubren en un manto de legitimación los discursos oficiales planteando la necesidad del Estado de excepción para recuperar el orden, la violencia discreta de los grandes conglomerados mediáticos (que son propiedad de las grandes familias en los escaños de poder de la sociedad), estos medios, no transmiten lo que ocurre en la realidad social, imponiendo los acto de violencia por encima a las razones que han desatado las movilizaciones siendo ocultadas las razones de la lucha y legitimando el accionar violento de los gobiernos como respuesta justificada y necesaria para el sostenimiento del orden y el régimen de verdad construido y moldeado en la opinión pública.

Así como en la no tan lejana primavera árabe, en América Latina la juventud y el manejo de las redes sociales han permitido conocer de primera mano el accionar de estas necropolíticas, así como ser un canal de comunicación constante in situ del ejercicio del necropoder contra la población que manifiesta su inconformidad, pero, que a diferencia de los hechos de la segunda mitad del siglo XX, cuenta con las herramientas tecnológicas para hacer visible las acciones de represión lo cual permite un reconocimiento y cohesión social de rechazo frente a estos hechos, ejemplo del papel protagónico de los estudiantes se evidencia en los tres momentos enunciado, en Quito durante las marchas indígenas, doctores y estudiantes de medicina establecieron cordones humanitarios para frenar la violencia y atender a la población heredia al igual que la participación en las protestas en las calles, en Chile los estudiantes convocan a las manifestaciones mediante el uso de redes sociales, aglomerando las diferentes inconformidades de la población civil y desatando jornadas de protesta constante en conjunto con el ejercicio de la violencia directa, indiscriminada por parte de las fuerzas armadas en contra de la población.

Colombia no es la excepción, pero como mencionamos anteriormente, la configuración del estado nacional puede interpretarse como un constante Estado de excepción donde el ejercicio de la violencia por parte de las esferas de poder mediante las máquinas de guerra han sido una constante; tenemos en esta juventud unida, solidaria con el otro, que se han decidido a tumbar esos falsos muros que dividen la educación en pública o privada y apoyar y establecer como causa común el bienestar general, exponiendo su propia vida frente al ejercicio de la violencia estatal un ápice de esperanza, en donde la lucha social, mueva el conjunto del cuerpo social y no permita la implementación del paquetazo de Duque (que en si parece un reencauche de las reformas de Uribe en sus gobiernos), contamos con las juventudes estudiantiles, que han demostrado un rol protagónico en la historia nacional y que en los últimos tiempos han resignificado sus luchas y fortalecido su representación en el imaginario social como un punto de referencia que abandere las luchas que han de venir en contra de estas reformas en el territorio nacional que no responden a las necesidades del pueblo sino a intereses particulares de sectores del cuerpo social, lo que se aproxima, puede ser un punto de partida e integrarnos en esta primavera latinoamericana como respuesta a siglos de dominación y subyugación del pueblo Colombiano, despertar del cual esperamos contar con la batuta de los movimientos estudiantiles frente a un gobierno (desgobierno) retroactivo a los logros de las luchas sociales y el orden constitucional.

***

Bibliografía

Agamben, G., & Gimeno Cuspinera, A. (2010). Homo sacer: El poder soberano y la nuda vida. Valencia: Pre-textos.

Deleuze, G., & Guattari, F. (2002). Mil mesetas: Capitalismo y esquizofrenia (5. ed). Valencia: Pre-Textos.

Étienne Balibar, Alejandro Bilbao, & Bertrand Ogilvie. (2018). ESTUDIOS SOBRE NECROPOLÍTICA, Violencia, cultura y politica en el mundo actual. (Primera edición). Santiago de Chile: LOM ediciones.

Mbembe, A. (2011). Achille-mbembe-necropolc3adtica-seguido-de-sobre-el-gobierno-privado-indirecto.pdf. Recuperado de https://aphuuruguay.files.wordpress.com/2014/08/achille-mbembe-necropolc3adtica-seguido-de-sobre-el-gobierno-privado-indirecto.pdf

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