Ahora los venezolanos son "los mojados"

Ahora los venezolanos son "los mojados"

"Los colombianos iban como en la canción de Arjona. Empacaban 'sus ganas de quedarse, su condición de transformarse en el hombre que soñó y no ha logrado'"

Por: ROGER ALCIDES CISNEROS PARALES
julio 14, 2017
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Ahora los venezolanos son
“Dijo adiós con una mueca disfrazada de sonrisa y le suplicó a su Dios crucificado en la repisa el resguardo de los suyos. Y perforó la frontera
como pudo” —Ricardo ArjonaHace unas tres décadas llegó a mis manos un libro, que a mi edad no debí leer. Era un tema pesado para mi juventud y para mi geografía habitada. Estaba yo en el espacio que el libro narraba. Narraba el libro, que eran miles los muertos. Los mataban por “mojados”. Por colombianos. Era una práctica cotidiana en la Venezuela rica. La Venezuela arrogante. La Venezuela, que se creía no el sur, sino en el norte. Allí donde a la camisa no la compraban en español, la compraban en inglés.

Recuerdo que el libro narraba que jóvenes, especialmente mujeres, de no más allá de 18 años eran reclutadas en modernos carros, solo vistos en las películas americanas, por las víctimas de la triste historia, que se convirtieron en “los colombianos que nunca volvieron”. Creo que era el título del recordado libro. Su autor no lo recuerdo. Este libro lo regalé a Don Jorge Gómez Cabariq mi colega conductor de la época, hermano del destacado periodista santandereano Héctor Gómez Cabariq.

Los colombianos iban como en la canción de Arjona. Empacaban “sus ganas de quedarse, su condición de transformarse en el hombre que soñó y no ha logrado”. Venezuela fue un sueño americano para millones de pobres colombianos. Los sueños terminaban una vez terminaban los placeres o trabajos de los agringados venezolanos. Narra el libro, cómo fueron raptadas miles de jovencitas, solo con bajar los vidrios oscuros de los lujosos carros, en los que llegaban a Cúcuta los venezolanos, que encontraban en las colombianas, presas fáciles para saciar sus exageradas morbosidades. Dice el autor, que en complicidad con la Guardia Nacional, una vez explotadas sexual y laboralmente, las colombianas eran asesinadas y tiradas en fosas comunes para no dejar huellas. Igual sucedía con los hombres. Recuerdo ver las fotos de las fosas comunes. Llegué a odiar a los venezolanos.

Por Cúcuta fue así. Por Arauca recuerdo de joven turista, en la ruta que conduce a San Cristóbal las humillaciones de la misma guardia. Esta fue la época del bipartidismo venezolano. La época de los adecos y copeyanos. Esta realidad humillante para los colombianos se atenuó con la llegada de Chávez. Él regularizó miles de colombianos. Nadie podrá negarlo. ¿Lo hizo con fines electorales?. Quizás si. Pero lo hizo. Quizás el llanero presidente escuchó la canción de Rafael Amor y cantada por Alberto Cortez y Facundo Cabral.

“No me llames extranjero, porque haya nacido lejos
O porque tenga otro nombre, la tierra de dónde vengo,
No me llames extranjero, porque fue distinto el seno
O porque acuno mi infancia, otro idioma de los cuentos”

Hoy la Venezuela sigue arrogante. Los arrogantes que gobiernan y los arrogantes que hacen la oposición. Esos arrogantes que humillaron y hasta mataron miles de colombianos por su condición de “mojados”, acaban con un bello país.
Hoy nos toca recibir a los venezolanos. No los raptamos. Ellos llegan solos a nuestra tierra. Habrá quien los explote. Que los asesine, de ninguna manera creo esté sucediendo. Ellos los nuevos “mojados”, también llegan a Colombia como en la canción de Arjona:

“El mojado tiene ganas de secarse
El mojado está mojado por las lágrimas que evoca la nostalgia
El mojado, el indocumentado
Carga el bulto que el legal no cargaría”

Venezolanos, es hora de abandonar la arrogancia. Dialogar es un imperativo para ustedes. Colombianos tengamos claro lo siguiente. No hagamos con quienes cruzan esas “líneas que solo los hombres marcan, imponen y obligan a ver; algo así como el traje invisible del emperador, la posesión de los necios. Esas líneas que llamamos fronteras”, los nuevos mojados.

Estos nuevos mojados necesitan tanto, de la patria tierra, que es necesario permitirles “secarse”. Lo merecen. Una sola patria. La tierra. Una sola raza. La Humana, le escuché decir al Premio Nobel de Paz, Juan Manuel Santos. ¡Que no haya mojados en nuestra Colombia!

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