¿Lo prefiere “perro” o tacaño?
Opinión

¿Lo prefiere “perro” o tacaño?

Por:
diciembre 10, 2014
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Conversando en un almuerzo con unas amigas, salió a flote el tema de qué preferimos hoy las mujeres en nuestros hombres, si la infidelidad o la tacañería. Debo decir de entrada que en mi caso ninguna de las dos, pero todo depende del estatus personal, profesional y cultural en el que nos desenvolvemos.

El hombre “perro” tiene dos comportamientos: O les quita a su esposa e hijos para darle a la otra, o es complaciente y generoso por su complejo de culpa. Eso depende de su nivel social en la mayoría de los casos. En nuestro país sigue siendo un tema de físico machismo cultural, o de naturaleza propia, como reconocen algunos: “Las mujeres, todas, son divinas; qué le vamos a hacer”… ¡No es fácil!

El sexólogo y especialista en terapia de pareja barranquillero, Dr. José Manuel González, dice que en su región y en muchas partes del país prevalece la cultura del aguante en las mujeres con los “perros”. Cree que son precavidas y piensan en la tranquilidad económica por encima de todo. La infidelidad no supera la importancia de tener –en algunos casos- comodidades (viajes, club, idas a restaurantes, joyas) y no desamparar a los hijos (para dónde agarro con los niños). Este especialista lo resume en una frase muy común de sus pacientes en el consultorio: “Miro para otro lado; algún día se aquietará”.

¿Pero qué dice González de los tacaños? Asegura que ser tacaño es un problema mental. “El hombre tacaño cifra toda su autoestima en lo que tiene, por lo que guarda dinero y lo niega. Es un egoísta criado así generalmente por su mamá, consentido, que aprendió que todo le llega y no tiene nada que dar”. No sé si de ahí a ser enaguado haya mucha distancia, pero suena horrible.

La escogencia no es nada fácil. Cuando lo pregunté verbalmente, las mujeres respondían inmediatamente que preferían al “perro”. Pero cuando lo hice por escrito, el asunto cambió radicalmente y arrojó las siguientes cifras. Tal vez lo pensaron mejor.

De 55 encuestadas:

 

Tres se quedan con el “perro”:

  • ¡Perro! Tacaño no tiene cura.
  • Perro, la solución es fácil: ¡Lo dejo y ya! Estar con un tacaño es sentirse miserable todos los días.

 

Diecinueve con el tacaño (no le va tan mal):

  • Pues de los dos, el menos peor es el tacaño, ¡porque así tampoco les gasta a las demás!
  • Un hombre tacaño es preferible porque se aprende a hacer jugadas magistrales para no estar en ceros... Y se puede vivir con tranquilidad.
  • Prefiero trabajar y manejar mi platica, mientras no dependa de él...
  • Tacaño pero honesto.
  • Tan tacaño que no se deja compartir.
  • Ni se pregunta. ¡Mejor el tacaño porque el perro es sufrimiento 24 horas al día!
  • La generosidad es una característica que se puede adquirir. El hombre mujeriego es deshonesto, mentiroso, descarado...
  • Prefiero que sea tacaño, definitivamente. Tengo mi trabajo, así que no pretendo depender de nadie. La infidelidad duele, el que no se suelte el $, se aguanta en mis condiciones.

 

33 prefieren quedarse solas:

  • Noooo, el uno una tortura, el otro un fastidio total. Me quedo sola.
  • ¡Con ninguno de esos desgraciadosssssss!
  • He padecido las dos especies y ni modo. Aprendí la lección.
  • ¡Insoportable vivir con cualquiera de estos dos espantos!
  • ¡Qué horror el tacaño que pide una limonada con dos pitillos, jajajajaja. ¿Y andar con un perro vagabundo?¡Mejor sola!
  • El “perro” hasta enfermedades nos puede transmitir, y el tacaño nos haría trabajar el doble para recostarse.
  • No elegiría a ninguno de los dos porque ambos son tóxicos.
  • Odio un hombre tacaño. Pero un hombre “perro” es también detestable. Difícil, por eso estoy soltera.
  • Qué jartera mendigar dinero y afecto; eso es no quererse. Mejor sola.
  • Ambos están en la misma silla; mejor nada.

Esto demuestra que las posibilidades sociales nos permite hoy a las mujeres tomar una posición sin temor ni dependencias. Un amigo ginecólogo escribió: “El hombre tacaño no las expone a una enfermedad de transmisión sexual. Disculpen la intromisión, pero veo mucho de esto, y en estrato seis; en cuarentonas y cincuentonas”. Pero del tacaño el Dr. González agregó que “jamás se siente culpable. Cree que está haciendo algo bueno para la familia: ¡Le está ahorrando!”

Mi conclusión coincide, por soñadora que parezca, con la opinión de que “todavía hay por ahí hombres generosos y leales”. Porque, como también dijo muy acertadamente una amiga, “el hombre tacaño es mezquino con la plata y con los afectos, y el ‘perro’ reparte la plata y el afecto entre dos o más. Luego para el efecto, son lo mismo”.

Así las cosas, ninguna condición duele más o menos que la otra. Son igual de horribles.

Y usted, ¿con cuál se queda?: con el perro, con el tacaño, ¿o prefiere sola?

¡Feliz resto de semana!

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