El misterio que ronda la muerte del fiscal que iba a acusar a la Presidenta de Argentina

El misterio que ronda la muerte del fiscal que iba a acusar a la Presidenta de Argentina

¿Qué ocurrió en el apartamento de Alberto Nisman? ¿A quién le interesaba desaparecerlo? ¿Se trató de una conspiración o de un suicidio? los argentinos están divididos.

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enero 20, 2015
El misterio que ronda la muerte del fiscal que iba a acusar a la Presidenta de Argentina

En la tarde del sábado Alberto Nisman le pidió a sus guardaespaldas que lo dejaran solo en su apartamento del piso 13 de la lujosa torre Le Parc. Una vez se fueron los muchachos, el fiscal se sentó a intercambiar algunos mensajes de texto y a escribir un par de correos. Después nada se supo de él. En la mañana, sus escoltas empezaron a llamarlo desde las 10 pero Nisman no contestaba. Extraño, porque estaba a menos de 24 horas de poner contra la pared a la Presidenta de Argentina implicándola de encubrir a cuatro iraníes acusados de estar detrás del atentado a la sede de la AMIA en Buenos Aires en donde murieron 88 personas hace ya 21 años. Los terroristas quedarían limpios a cambio de un acuerdo entre Irán y Argentina para intercambiar petróleo por cereales.

Así que tomaron un auto y fueron al exclusivo sector de Puerto Madero en donde vivía el fiscal. Subieron en el ascensor y al ver que los periódicos que Nisman leía con fruición todavía estaban frente a la puerta, supusieron que algo andaba mal. Tocaron el timbre hasta que se cansaron y decidieron forzar la puerta pero esta no cedía. Llamaron a la madre del hombre y ella les dijo que tenía una copia de la llave. Cruzaron la ciudad, hasta la Costanera Este y la fueron a buscar en su residencia ubicada en el barrio de Núñez.

La ciudad se empequeñecía a medida que el ascensor subía los 13 pisos. La madre, con mano temblorosa, intentó abrir pero las llaves cayeron al piso. Uno de los escoltas la recogió, la metió en el cerrojo, pero la llave no abrió: estaba cerrada por dentro. En media hora ya había llegado un cerrajero y después de varios intentos la puerta se abrió. Entraron y todo parecía en orden en las dos habitaciones de las que estaba compuesta la suite: la cama estaba tendida, la silla estaba ubicada justo en el balcón en donde le gustaba observar, a lo lejos, la sombra del Uruguay separado por el Río de la Plata y en la mesa el expediente abierto con toda la documentación que él estaba estudiando para exponer en el congreso y que significaría un golpe durísimo y contundente para la credibilidad del gobierno de Cristina Kitchner.

Todo estaba en orden, demasiado en orden para no despertar sospechas. Con miedo, la señora intentó entrar al único espacio que les hacía falta revisar en el departamento: el baño. Le pidió el favor a uno de los escoltas quien, al entrar, vio la sangre empozada, la pistola Bersa Thunder Calibre 22, el hueco en la sien. Antes de que fueran las diez de la noche ya estaba una fiscal, la policía, los médicos. Un par de horas después, a las 12: 08 de la madrugada del lunes, el periodista del Buenos Aires Herald, Damián Patcher, hacía oficial la noticia de que Alberto Nisman había muerto.

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Entonces empezaron las acusaciones, las especulaciones y los señalamientos. La oposición se armó de cacerolas y con su marcha ruidosa caminó hacia la quinta presidencial ubicada en Olivos para condenar lo que ellos tildaban como un asesinato perpetrado por el oficialismo. En la casa Rosada, mientras tanto, el kitchnerismo empezaba a hablar de teorías conspiratorias en donde el fallecido fiscal era un agente norteamericano que negaba la opción de que Siria estuviera detrás del atentado a la AMIA.

A 48 horas del suceso, nada está claro. Una de las últimas informaciones señala que Nisman había dejado una lista recién escrita de su pulo y letra con las tareas y compras en elmercado que su mucama debería hacer el día lunes. Ni sus hijas a las que tanto amó, ni sus allegados, pueden creer que el fiscal hubiera tenido algún motivo para suicidarse.

En Buenos Aires se respira incertidumbre y sobre todo polarización. Algunos manifestantes han salido a las calles con cartelitos que dicen “Todos somos Nisman” lo que ha causado la mofa entre los humoristas y ha resaltado aún más el snobismo que siempre ha caracterizado al bonaerense al tratar de asociar la masacre ocurrida en París hace dos semanas con el presunto suicido del juez. Lo único cierto es que este oscuro hecho ha servido para enrarecer, aún más, el ambiente político argentino.

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