El espejo al despertar
Opinión

El espejo al despertar

De la importancia de los debates.

Por:
septiembre 25, 2014
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El debate político sobre las causas de la violencia en Colombia está por darse. Sin duda, es una necesidad sentida saber, conocer de las causas, sus actores y, por supuesto, auxiliadores. Escuchar las posturas, los elementos de poder que se apropiaron de la realidad social, los sujetos que le sirven, la financiación, la organización que pasa por actores de especial consideración; en fin, la manera como esta estructura de muerte funcionó o, será mejor decir, se pavonea aún en nuestros días…

Así observado, es un debate que se debe dar, con actores, contradictores y, por supuesto, con las víctimas que aún van en tren ciego en la búsqueda de los derechos que les son propios, pero por desgracia del planteamiento general de la paz, ha sido esquivo su alcance, su proyección, su dinámica, su observación, en concreto. Aquí sí que no cabe duda: el concepto de víctima, no se negocia ni se pone en duda, pero de allí a la finalidad de realizar sus derechos, sus reivindicaciones, hay un trecho enorme.

No nos encontramos conformes con quienes prefieren aplazar el examen con el ‘plausible’, pero no compartible argumento del daño a la sociedad, al establecimiento. En términos generales es como afirmar que para la atención del enfermo, lo primero antes de auscultarlo, es que se le debe convencer de que el mal que lo aqueja puede ser visto de otra manera, convencerlo de que se trata de una imaginaria dolencia, mientras la agonía sigue y el paciente, que bien paciente es, deja este valle de lágrimas, muy a pesar de la postura de sus consejeros y cuasitratantes. Por eso la sabiduría popular afirma cuando hay “fiebre” que “el mal no está en las sábanas”. El argumento es posiblemente plausible desde el ángulo de la gradería.

Se ha criticado y con alguna razón, que ese debate se convirtió en una recriminación, se podrá decir, de las ‘partes’; y, en cierto modo tienen razón pues, además de personalizarse el debate, no se dieron respuestas o argumentos que descartaran las afirmaciones que de manera, por demás vehemente, realizaron los intervinientes. La situación es más seria de lo observable, es tan seria que estamos jugados en los destinos del establecimiento y nos preguntamos: (i) ¿En las causas del conflicto qué participación tuvo el establecimiento?; (ii) ¿El monopolio de la fuerza del Estado, en realidad, dejó de ser del Estado y se trasladó a los intereses de la guerra?; (iii) ¿Cuánto colaboró el Estado para que la misma subversión creciera?; (iv) ¿Quiénes lo financiaron?; (v) ¿Quiénes están detrás del aparato de muerte? Y, si tales interrogantes las volteamos hacia la subversión, cualquiera que ella sea, el tono es idéntico: (i) ¿Qué principios sociales siguen?; (ii) ¿Quiénes y cómo se financian?; (iii) ¿Cuántas implementaciones de negociación o de conversación han llevado para buscar solo fortalecerse y, con la anuencia de quién?; (iv) existe un pacto de masificar la guerra para que esta no acabe y, así el negocio pueda seguir?; (v) ¿Aún creen que el aparato de guerra alcance el poder?; (vi) ¿Cuánto de los principios de la revolución están hoy vigentes?. Pero ni preguntemos por las víctimas; hasta el momento ha sido tema estadístico o numérico, pero ni un alma ha salido a relucir: solo bajas… así es la guerra, la desnaturalización de la humana condición; la ‘p’arte en el conflicto así lo considera.

Y ya se verá cómo, cada cual desde su orilla, criticará la prueba judicialmente alcanzada, al tope de desconceptulizar a los operadores judiciales que la interpretan y bajo su abrigo deciden. O, hacer valer las mismas que han sido rechazadas por el organismo judicial, pues en el criterio de los pasillos de los debates, tal no era la forma de dejarlas por fuera de la consideración judicial, ya que existe una postura que es diferente, diversa —la de ellos—, así sea contraria a la evidencia o a la ley.

El debate, sin desconocer la actividad judicial, es de largo aliento, hasta por la comisión de la verdad, como en su momento propuso la Corte Suprema de Justicia: alcanzar la verdad ante todo.

Es el efecto del espejo a nuestro despertar: ¡nos veremos tal como somos!

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