Alejandro Gaviria, tras los pasos de Humberto de la Calle

Alejandro Gaviria, tras los pasos de Humberto de la Calle

Muchas estrategias de Alejandro Gaviria terminan pareciéndose a las de De la Calle en la campaña de 2018. ¿Es qué se parecen y cuáles podrían ser los resultados?

Por: Fredy Alexánder Chaverra Colorado
octubre 01, 2021
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Alejandro Gaviria, tras los pasos de Humberto de la Calle
Fotos: Instagram/@agaviriau y @delacallehum

La reciente tensión que viene perturbando la tranquilidad del “centro unificador” parece un déjà vu. Recuerda lo que ya se vivió en el entretiempo hacia la primera vuelta en la campaña de 2018. Cuando la aspiración de Humberto de la Calle terminó sumándose a sí misma y cautiva por las mezquindades del expresidente César Gaviria y el grueso del partido Liberal. Partido que dejó al exnegociador completamente solo en su aterrizaje en la primera vuelta, también bastante desgastado, endeudado y languidecido en el cierre de su extensa carrera política.

Aunque es prematuro para establecer comparaciones –algo arbitrarias e irritantes– lo que viene pasando con Alejandro Gaviria recuerda un poco los signos del fracaso que caracterizaron la aspiración de De la Calle.

Otra vez César Gaviria

Gaviria forma parte de esa pléyade de expresidentes obsesionados con el poder. Una especie bastante dañina para avanzar en las transformaciones políticas que necesita el país. A 27 años de haber concluido su periodo en la Casa de Nariño (en el cual introdujo el país a la depredadora escalada neoliberal) y tras una estadía en la OEA, Gaviria se dedicó a convertir el Partido Liberal en su feudo personal, erigiéndolo en una especie de gavirismo con la capacidad de adaptarse a las narrativas de la oposición o a la fosilización clientelar del gobierno.

Ese control se acentuó durante el segundo gobierno Santos y concluyó cuando “se cayó lo que estaba flojo”, consumado con la salida de los rezagos del samperismo y las “disidencias” de Daniel Quintero y Luis Ernesto Gómez.

El que no se cayó fue Humberto de la Calle, un liberal de principios y sin maquinaria que decidió asumirse en la carrera presidencial avalado por el liberalismo. Ese fue su principal error, pues virtualmente terminó perdiendo autonomía al supeditarse a los intereses de Gaviria, así como a las mezquindades de las estructuras del Partido Liberal, en la práctica y en mayor medida (todavía resiste una línea de inspiración socialdemócrata muy cercana al Pacto Histórico), una organización integrada por una combinación heterogénea de maquinarias constituidas sobre la base de intereses burocráticos (locales, regionales y nacionales) y portentosas redes clientelares.

Lo anecdótico es que, tras obtener el aval del Partido Liberal, De la Calle se quedó con el pecado y sin género, es decir, cargando en soledad con el desprestigio de un partido fosilizado en el clientelismo y con un nulo apoyo electoral. Así se puede evidenciar en los resultados, pues mientras en las legislativas de marzo la lista al Senado del liberalismo se alzó con 1.901.933 votos e ingresó la bancada más grande en Cámara, dos meses después, en las presidenciales de mayo, De la Calle logró tan solo 399.180 votos. Una votación sobre todo personal y un claro homenaje a su legado, ya que en medio de la campaña se redujo a la siguiente caricatura: “Es el mejor candidato, pero no va a ganar”.

En el camino y debido al Inri del partido Liberal, De la Calle no pudo sellar un acuerdo con el centro o adherir a Fajardo.

El déjà vu De la Calle

Recientemente, César Gaviria vuelve a tener un papel protagónico en la carrera presidencial. En principio, se ha convertido en la manzana de la discordia en las proyecciones de unidad en el centro y en un constante factor de tensión entre Alejandro Gaviria y buena parte de la Coalición de la Esperanza (donde están Juan Fernando Cristo y Juan Manuel Galán, que son liberales de cuño antigavirista). El riesgo se encuentra en que la campaña de Alejandro Gaviria termine siendo cooptada por los intereses del expresidente. Algo similar a lo que ya pasó con De la Calle.

Además, el respaldo del Partido Liberal no cuadra con la “fuerza transformadora” que Gaviria le busca imprimir al arranque de su campaña; solo hay que recordar que César Gaviria le entregó el partido al uribismo en el intermedio al balotaje y en los últimos años ha operado como un partido bisagra en la agenda de gobernabilidad de Duque en el Congreso.

Sin embargo, esa eventual cercanía de Alejandro Gaviria con el Partido Liberal resulta siento más estratégica que incidental. En efecto, es estratégica porque le permite posicionar su nombre en los circuitos regionales donde las estructuras del Partido Liberal tienen asidero y bases electorales. El razonamiento es sencillo: no se puede desestimar el partido con la mayor votación en concejos municipales y sendas bancadas en el Congreso. Seguramente, ese fue el razonamiento que le asistió a De la Calle en 2018.

Con la salvedad de que De la Calle sí gozaba de un reconocimiento que Gaviria aún no tiene, ya que su aspiración sigue sin entusiasmar y se sigue moviendo sobre los márgenes de la expectativa artificial generada por los grandes medios bogotanos.

Sin duda, a Alejandro Gaviria, por mera cuestión de pragmatismo territorial, le conviene tener el liberalismo advenido en gavirismo como aliado, eso explica que no le haya cerrado la puerta del todo (exponiéndose al veto de la Coalición de la Esperanza) o que se monté en el falso dilema de convertirse en un “agente de transformación” al interior de ese partido.

Para Gaviria implica un gana-gana, a lo mejor considera que si termina aterrizando en la consulta del centro, el respaldo de esas estructuras podría resultar clave para dinamizar su perfil más allá de los nichos urbanos donde es reconocido, y en contraste, le permitiría al Partido Liberal recuperar en su aspiración su identidad ideológica y programática. Es una percepción bastante ingenua, muy parecida a la que tuvo De la Calle en 2018, pero que en Gaviria también encierra la encrucijada en la que se encuentra un académico sin la más mínima experiencia en política electoral.

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