Violencia blanda
Opinión

Violencia blanda

El machismo es el brazo armado del patriarcado. Anida y florece para que una persona concebida mujer por el sistema social patriarcal sea ciudadana de segunda clase

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noviembre 28, 2023
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No hay más remedio que volver a escribir sobre la violencia contra las mujeres: así ocurre cada 25N después de asistir durante todo el año a un mundo brutal que no cesa de inventar estrategias para mantener en regla, es decir, en su lugar, a las mujeres. Esta fecha conmemorativa abre los canales de expresión para recordarnos que no hay tregua alguna en esta guerra contra los derechos, la libertad, la dignidad y la autonomía de las mujeres.

Existe un sistema de creencias, ideas, valores y prácticas que organizan la vida de los seres humanos hace siglos. A ese orden establecido se le conoce como patriarcado y se fundamenta en dos creencias cruciales: los hombres y las mujeres son distintos desde todos los puntos de vista, física, mental, emocional y socialmente, y, segundo, la cereza del pastel, los hombres son superiores a las mujeres en todas esas cualidades.

El machismo es el brazo armado del patriarcado. A través de distintas manifestaciones, abiertas o encubiertas y que abarcan todas las esferas de la vida humana, este machismo anida y florece para que una persona concebida como mujer por el sistema social patriarcal, siga siendo y comportándose como una “verdadera mujer”. Es decir, como una ciudadana de segunda clase. Unas veces en forma activa, abierta y reconocible al menos para una proporción importante de una sociedad determinada; pero otras veces se manifiesta sutilmente. Hay machismo duro y machismos blando. También se les conoce como macromachismos y micromachismos, términos acuñados hace tres décadas por Luis Bonino (psiquiatra argentino, 1990) para diferenciar las formas rudas y estruendosas de las formas apacibles, silenciosas, que no por eso menos dañinas.

De las formas rudas, de violencia expresa, se habla más, son noticiosas. Tienen taquilla porque usualmente se utilizan para obtener audiencia y casi nunca se exploran para reflexionar sobre su origen y objetivo. Se monta la noticia con el hecho pero no se analiza. Una lástima porque así no se contribuye a romper el patriarcado y más bien se afianza por aquello de que algo es noticia porque es anormal, un evento raro que llama la atención por inusual, al decir periodístico “cuando el hombre muerde al perro”, como si los hechos violentos contra las mujeres fueran poco comunes. ¡Qué va! Una de cada tres mujeres en el mundo ha sido objeto de violencia física o sexual por parte de una pareja masculina en algún momento de la vida. ¡Una de cada tres! Y el 40% de los asesinatos de mujeres son perpetrados por sus parejas o exparejas. Diríamos entonces, parafraseando la máxima periodística que la noticia aquí es que “el hombre muerde a la mujer”, lo que no es infrecuente pero sí anómalo.


De las formas blandas, de violencia oculta, invisible, no se habla y no son noticia porque los microabusos están en la cotidianidad


De las formas blandas, de violencia oculta, invisible, no se habla y no son noticia porque los microabusos están en la cotidianidad. Están asumidos, normalizados, integrados en la socialización de niños y niñas. Esta saña es sostenida por un sistema que a través de la escuela, la iglesia, el hospital, la familia y el estado, refuerza imperceptible y sistemáticamente la superioridad de los varones sobre las mujeres. Estas formas sutiles son el caldo de cultivo de las formas duras.  

Dice Bonino: “Son pequeñas tiranías, terrorismo íntimo, violencia blanda”, “suave” o de baja intensidad, tretas de dominación, machismo invisible o partícula “micro” entendida como lo capilar, lo casi imperceptible, lo que está en los límites de la evidencia. Producen un daño sordo y sostenido a la autonomía femenina que se agrava con el tiempo”. Para la vida de las mujeres la evidencia demuestra que las áreas más afectadas son la autoestima, el desarrollo personal y la autonomía. Se pierde la confianza en sí misma, se retrasan o suspenden proyectos de vida no reproductivos, se alteran el sueño, el apetito y la libido y esa sensación inexplicada de acorralamiento y sometimiento, genera en no pocos casos, la fantasía de la escapatoria a través del suicidio. Las mujeres intentan suicidarse 20 veces más que los hombres y también la evidencia asocia muchos de estos intentos al bajo ánimo, el cansancio y la desesperanza producida por los micromachismos. El efecto es devastador, miles de mujeres en el mundo sutilmente alienadas, agradecidísimas además, sintiéndose seguras y protegidas con el enemigo en casa.

Para reconocer esas formas sutiles de violencia ubiquémonos primero en el contexto de la vida de pareja en el espacio doméstico. Unos micromachismos muy frecuentes son los utilitarios, aquellos derivados de la concepción patriarcal de que las mujeres tenemos capacidades especiales para el cuidado y es natural entonces que nuestro tiempo prioritariamente se invierta en ello. El abuso blando es la explotación del tiempo y el trabajo de las mujeres en cuidados en crianza, comida, limpieza y soporte emocional.


El abuso blando es la explotación del tiempo y el trabajo de las mujeres en cuidados en crianza, comida, limpieza y soporte emocional


Como ejemplos, quien diga que él “ayuda” en las tareas del hogar, invitado de honor en su propia casa, evita su responsabilidad como miembro mitad de la pareja. Quien apele a su ignorancia en los asuntos domésticos y que diga que ella lo hace mejor. Que ella esté obligada a conseguirle todo lo que él necesita, la camisa azul, el pantalón caqui, las llaves, incluso no es infrecuente que sean las mujeres quienes les empacan la maleta a sus parejas o les compran la ropa porque “es que es negado para esas cosas”. Claro, es la tradición patriarcal la que en el proceso de socialización le enseñó a ese niño, -adulto tiranuelo, que todo lo de la casa es asunto de mujeres.

También existen los encubiertos. Recuerdo con impresión una vez en un viaje en parejas cómo veía yo que él la agarraba firmemente de la mano y la arrastraba a cruzar la calle a pesar de la actitud temerosa de ella, quién finalmente se plegaba y cruzaba sumisamente. Un verdadero ejemplo de un machirulo “blando”: hace desaparecer la voluntad de la mujer quién renuncia a su propio deseo y necesidad para hacer lo que él quiere. O la amiga que, como la cenicienta, a las 6 de la tarde sale disparada de la reunión porque “mi marido ya está por llegar” y una se puede imaginar la trompa estirada del marido porque llegó y ella no estaba en la casa para atenderlo.

Los silencios, los paternalismos (la caballerosidad famosa que lo que encubre es la noción de que está al lado de un ser humano, femenino por supuesto, disfuncional, que ni siquiera es capaz de abrir su propia puerta en el carro), el ninguneo o el mal humor manipulativo (qué tal el: “hablen pasito que el papá está bravo”). Si asumen que ella debe estar disponible todo el tiempo, que haga planes sin contar con ella; o cuando se prioriza la carrera profesional del hombre asumiendo que incluso si él debe irse por razones de trabajo a otro lugar, ella empaque sus bártulos, y abandone sus proyectos; o que tal aquel hombre que se siente incómodo si ella gana más dinero que él, o todavía peor, se sienta en los laureles a escribir poesía mientras ella se muele el lomo sintiéndose desprendido del vil metal, asunto muy rupestre para sus encumbrados dones. Frecuente también aquel rechazo a las amigas de ella ridiculizándolas o satanizándolas para que ella acepte aislarse de su historia para unirse como un extra en la película donde él, obviamente, será el protagonista. Y esas fiestas donde las mujeres se hacen a un lado a hablar de “bobadas”: hijos, comida, moda, ejercicio y flacura; mientras que ellos sí se arriman a la economía, la política o las grandes decisiones en sus negocios, cosas importantes, temas de hombres.

Otros machismos micro, sutiles o blandos empiezan cuando ellas definitivamente no se acomodan a su rol tradicional y empiezan a romper esa desigualdad en la pareja. Se llaman los micromachismos de crisis, preventivos o punitivos. “Si vas a seguir estudiando ve a ver cómo vas a hacer para cuidar a los niños. Tú sabes que soy un hombre muy ocupado y no tengo tiempo”. “Menos mal no pasaste a la especialización esa, qué bobada, yo te mantengo, no necesitas matarte estudiando más”. “Ese trabajo tuyo se presta para muchos peligros”. “Ahora habla mi asesora política”. “Ese contrato no te lo van a dar con seguridad”. O, “a esa empresa no vas a pasar”.

Y los coercitivos. Fáciles de detectar: de quién es el mejor sillón de la casa, quién controla qué programas o películas se ven en la televisión, qué música y a qué volumen, cómo abre las piernas cuando se sienta en una banca y ocupa más del espacio que debería ser equitativo; el tiempo que emplea en sus actividades de ocio mientras la otra duerme exhausta porque tiene vida a triple jornada. Cómo peinarte, de que tamaño las cejas, si debes usar o no tal maquillaje, el estilo de vestir, cómo depilarte el vello púbico; incluso en las relaciones sexuales él impone la frecuencia, el orificio a usar, las actividades eróticas del día, su orgasmo es el que marca la nota final de la orquesta y por supuesto es a ella a quién le corresponde tomar precauciones para no embarazarse. 

Utilitarios, encubiertos, preventivos, punitivos o coercitivos. Muchísimos, imposible nombrarlos a todos en una columna de opinión dedicada al 25N. Se entrelazan entre sí como zarzamoras y nos rompen sutil y sistemáticamente para que a partir del 26 de noviembre y hasta el 24 del mismo mes al año siguiente, todo el aparataje institucional del orden social universal, el patriarcado, pueda seguir socavando la humanidad de la mitad de la población.

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