Ucrania y Putin desnudan a Joe Biden, que cae en picado

Ucrania y Putin desnudan a Joe Biden, que cae en picado

Ahora que Biden es presidente y la guerra de Ucrania ha sido lanzada por Putin, con todo su poder devastador, la relación Biden- Putin se rompió definitivamente

Por: Franz Henao
marzo 24, 2022
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Ucrania y Putin desnudan a Joe Biden, que cae en picado
Foto: Archivo

Lo que hace hoy Putin, ya lo dijo claramente hace 15 años, en la Conferencia de Seguridad de Múnich. El líder ruso habló desde la transparencia, mostró su disgusto con la unipolaridad que montó EE.UU. después de 1990, y fue diáfano al exponer el inicio de una nueva carrera armamentística, recalcando que le parecía inadmisible la expansión de la OTAN y perplejo por la instalación de bases de la Alianza cerca de Rusia. “Nadie me ha explicado ante qué amenaza se prepara la OTAN con ese despliegue ante nuestras fronteras”, dijo el líder ruso en Munich frente a los ojos y oídos de lo más selecto del establishment occidental.

Ese día de febrero de 2007, antes de Putin habló la canciller Angela Merkel, expuso el credo político de Occidente, “la gran amenaza de los próximos años es el cambio climático. Estamos ante una amenaza global que requiere una apuesta global, porque nadie podrá escapar a ella”, clamó con voz metálica Merkel. Así la canciller marcaba un terreno: la distancia sideral entre Occidente y Rusia, cada uno camina por vertientes opuestas.

A continuación de Merkel Putin dijo lo que dijo, y protestaba por la instalación de sistemas antimisiles al interior de Polonia y República Checa, antiguos países de la órbita soviética. Las palabras de Putin pasaron totalmente desapercibidas, porque en aquella década, llamémosla la ‘Década del 11-S’, dominaba la Doctrina Bush, en ese mundo unipolar, que quería llevar la democracia liberal a Irak, y una vez instalada allí, pensaban los norteamericanos, se iba a producir un efecto dominó en países como Arabia Saudí, Siria, Irán, Egipto que se convertirían en democracias.

Aquella administración Bush, plagada de talentosos cerebros como Dick Cheney, Condoleezza Rice, Collin Powell, Donald Rumsfeld, hablaban de democracia, mientras lanzaban bombas de uranio empobrecido, de efectos letales, en la invasión de Afganistán.

Y en estos 15 años que Putin viene desplegando sus planes bajo la luz del sol, no en la trastienda del Kremlin, siempre a su lado o muy cerca, ha estado Joe Biden, que según sus allegados es un hombre intuitivo, discreto, privado, busca la verdad y es bueno para recaudar fondos.

Ha estado tan cerca de Putin, que cuando se produjo la anexión de Crimea en 2014, más que preocuparle la situación de Ucrania, se movió rápidamente, y siendo vicepresidente de Barack Obama, su hijo Hunter fue nombrado presidente de Burisma, la mayor empresa de gas y energía de Ucrania.

Esto sucedía mientras Joe Biden ejercía de mediador en ese país por el conflicto de Crimea. Según el perfil del propio Hunter Biden en Bloomberg, fue director de Burisma, propiedad del oligarca ucraniano Mykola Zlochevski, exministro de Ecología, entre 2014 y 2019, y según el WSJ, a Hunter le llegaron a pagar hasta 50.000 dólares al mes. Burisma Holding tiene su sede fiscal en Chipre, aunque opera en Ucrania.

El tiempo se encarga de poner las cosas en su sitio. Queda claro: mientras Hunter ganaba 50.000 dólares mes, el conflicto de Crimea avanzó y Joe Biden, como mediador, fue incapaz de lograr un acuerdo entre Putin y Petro Poroshenko, el presidente de entonces. Sus oficios diplomáticos carecieron de sustancia.

Aunque el denominado Cuarteto de Normandía, grupo de alto nivel diplomático, formado por Rusia, Alemania, Francia y Ucrania, logró firmar en febrero de 2015, el Acuerdo de Minsk (Minsk II) para aliviar la guerra del Dombás, que no se pudo implementar y llevó a la invasión de Ucrania del 24 de febrero. Nótese que en este acuerdo se echa de menos la presencia de Estados Unidos y la Unión Europea, actores imprescindibles en este punto tan álgido.

Putin y Biden han estado cerca todos estos años, pero nunca han podido coincidir, o al menos aproximar, sus puntos de vista. Pero ahora que Biden ya es presidente y la guerra de Ucrania ha sido lanzada por Putin, con todo su poder devastador, la relación Biden- Putin se rompió definitivamente, cuando el 21° Día de Guerra, 16 de marzo, el presidente norteamericano llamó al líder del Kremlin “criminal de guerra”, y al día siguiente “dictador asesino”.

A partir de ahora, el dilema trágico es saber si el mayor líder del llamado Occidente, con su voz poderosa, es un mensajero de paz o un mensajero de guerra. Está claro que su apuesta es por la guerra, su lenguaje es atizador, indiscreto, revanchista. Quizás siente que su liderazgo ha sido puesto en tela de juicio y tiene que responder con rayos y centellas.

Biden procede, en sus cincuenta años de ejercicio de la política, de la escuela de George Kennan, hombre muy perspicaz, y sustanciador de la Guerra Fría, un funcionario del Departamento de Estado que, en 1947, escribió un artículo donde proponía impedir la expansión de la Unión Soviética, de la cual nació la Doctrina Truman que hablaba de la política de contención. Estados Unidos tenía miedo de la expansión del comunismo de hierro de Stalin. Y este fantasma persiguió durante varias décadas a los políticos de la generación Biden.

Esta política, de la Guerra Fría, en la actualidad muestra un agravante, desde hace treinta años, Estados Unidos siente que su dominio universal es indiscutible y es muy celoso de que nadie le haga sombra. Los psiquiatras llamarían a esto Trastorno de Personalidad Narcisista. Es la realpolitik de la superioridad, que nubla la visión sobre la importancia de la estrategia del equilibrio de poderes entre grandes potencias.

Joe Biden, siendo vicepresidente de Obama, acudió a Kiev, en un viaje de urgencia, para tratar de restañar las heridas, de dos hechos, que hoy gravitan y son determinantes, en el desencadenante de la “operación militar especial” como Putin llama a su guerra contra Ucrania: el golpe de Estado que derrocó al presidente Víktor Yanukóvich y la anexión de Crimea a Rusia. El viaje fue el domingo de Pascua, 20 abril de 2014, los dos hechos habían ocurrido hacía pocas semanas.

La visita fue muy importante. Aparte de dar apoyo moral al gobierno ucraniano interino que sucedió a Yanukóvich, Biden, reunido con funcionarios de Ucrania, con cruda franqueza puso sobre la mesa el problema capital del país: “Ustedes tienen que luchar contra el cáncer de corrupción en su sistema que es endémico”, e instó a disuadir a Putin de adentrase más en territorio ucraniano.

Volvamos al síndrome narcisista de los Estados Unidos que los hace sentir –a republicanos y demócratas y a sus oligarcas y a un puñado de blancos que se sienten herederos de la reina Victoria- en poder del absolutismo más grande de la historia. El biógrafo de Biden, Evan Osnos, publicó, el 28 julio de 2014, un largo extracto en el magazine The New Yorker, en él, uno de sus apartes, se refiere a la visita de Biden a Kiev en abril.

Los funcionarios ucranianos pedían con urgencia apoyo militar a EEUU, pero el vicepresidente Biden les había advertido que serían mínimos, en todo caso. Evan Osnos indaga en la negativa a enviar armas. “Ya no pensamos en términos de la Guerra Fría, por varias razones. Uno, nadie es nuestro igual. Dos, nadie está cerca. Además, no hay nada que Putin pueda hacer militarmente para alterar fundamentalmente los intereses estadounidenses”, afirmó Biden con plena conciencia de lo que decía.

Más claro no canta la alondra. Estados Unidos se siente el mandamás del mundo y sus doctrinas son la verdad revelada: “Nadie es nuestro igual”, solo tenéis que estar atentos a escuchar nuestros mandatos. Y su daño colateral: el terrible desprecio de Putin que hoy paga caro Biden.

Al día siguiente de Biden implicar a Putin como “criminal de guerra”. En las redes sociales, el director general de la agencia espacial rusa Roscosmos, Dmitri Rogozín, publica un video, en el que el senador Joe Biden, hoy presidente de los EEUU., afirma que él fue quien sugirió bombardear Belgrado en 1999. Rogozin tuitea y dice: “¿Se puede recordar a Biden quién es el verdadero criminal de guerra?”, en el video se ve a Biden, que con voz impetuosa, dura, encendida sugiere el bombardeo de Belgrado y enviar a los pilotos estadounidenses a destruir los puentes del Drina. Lo dijo sin tartamudear.

Estas acusaciones mutuas dejan al dejan al descubierto una terrible verdad. La historia de la humanidad se ha escrito con sangre. Desde Caín y Abel hasta Mariúpol.

Si la guerra se detuviera en el 28° Día de Guerra, Ucrania tardaría décadas en salir de su postración. Los daños materiales van hasta el momento en $100.000 millones de dólares. ¿Quién podrá reparar el monstruoso crimen ocasionado a millones de familias ucranianas? Se han destruido tres generaciones de golpe y porrazo.

Nadie sabe cuándo será el final. De lo único que se habla es del mercado de armas. Michael McFaul, embajador de Estados Unidos en Rusia bajo Barack Obama, en WaPo escribió el 20 de marzo: “Más ayuda militar occidental, especialmente armas que pueden derribar aviones y cohetes rusos o destruir artillería, se necesita de inmediato para poner fin a la guerra”.

Que prime la venta de armas es la inmoralidad del capitalismo. Joe Biden no tiene una solución. Parece que tiene la vista puesta en las próximas elecciones de medio mandato en noviembre próximo. De momento cae en picado. Inflación por las nubes, Covid-19 sigue siendo letal. Lo único que lo podría salvar sería la derrota total de Putin. ¿Pero a qué precio?

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