Trabajando para el gallo, y el gallo se llama…
Opinión

Trabajando para el gallo, y el gallo se llama…

El problema de fondo no está en las famosas “objeciones”, o el burdo zarpazo a la Corte, sino en el gallo. Ese que ya ha cantado, y se apellida Uribe

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marzo 19, 2019
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No se si es que por haber sido navegante de muchos mares en esta agitada vida ya no está uno para que lo desorienten fácilmente.  Me refiero a que en el momento mismo en que Duque informó por los medios que objetaba seis artículos de la Ley Estatutaria de la JEP, entendí que nos estaba “sirviendo gato por liebre”. Un poco a la usanza de los fonderos del medioevo europeo que se aprovechaban del hambre y el cansancio del viajero para engañarlo con pasmosa tranquilidad.

Pretender cambiar desde el sillón presidencial la Constitución Nacional, así y porque si, no es ningún golpe de audacia.  Es una irresponsabilidad. Y mucho más cuando se trata de arrebatarle a la Corte Constitucional su función central: “la guarda de la integridad y supremacía de la Constitución” (Artículo 241, CPC).

Para que lo tenga claro el lector: La Corte ya le había dado luz verde constitucional a la Ley Estatutaria de la JEP. Esto, en desarrollo del numeral 8 del artículo citado que indica claramente que a la Corte Constitucional corresponde “Decidir definitivamente sobre la constitucionalidad de los proyectos de ley que hayan sido objetados por el Gobierno como inconstitucionales, y de los proyectos de leyes estatutarias, tanto por su contenido material como por vicios de procedimiento en su formación” (el subrayado es mío).

Decidir definitivamente (…)”, indica el numeral 8. Ojo: Definitivamente. Y tratándose de leyes estatutarias, definitivamente respecto de su contenido material, como por vicios de procedimiento en su formación. Quede claro que definitivamente significa en todos los idiomas del planeta lo siguiente: “concluyente”; “categórico”; “rotundo”; “completo”; “decidido”; “terminante”; “efectivo”; “tajante”; “invariable” y acá nos podríamos quedar alargando la lista de sinónimos.

Pero salieron a decir los abogados malabaristas de turno del entorno del Presidente Duque que él, lo que había hecho, había sido limitarse a señalar las “inconveniencias” de aplicar seis “articulitos” de la Ley Estatutaria pensando en la paz y la patria, cuando lo real fue que “entró a saco” del orden institucional disfrazando su intención con un falso lagrimeo. Así fue. Y so pretexto de las supuestas “inconveniencias” le metió la mano al contenido material de la Ley Estatutaria sobre el que la Corte Constitucional ya había decidido definitivamente. Mejor dicho, “terminantemente”; “tajantemente”; de manera “concluyente”. ¿Truco de Estado? ¿Abuso? ¿Estrategia para engañar calentanos? Bueno es tener presente señor Presidente que los calentanos de ayer ya no son los calentanos de hoy.

Agreguemos que, por querer echarle el burdo zarpazo a la Corte Constitucional, Duque dejó de lado algo de la mayor relevancia en materia del Acuerdo de Paz de La Habana (versión última, Teatro Colón): El Acto Legislativo 02 de 2017. Lo que hay que destacar del mismo son dos, no “articulitos” sino “articulotes”. Y es que no son más:

Artículo 1- La Constitución Política tendrá un nuevo artículo transitorio así: Artículo transitorio xx. En desarrollo del derecho a la paz, los contenidos del Acuerdo Final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera, firmado el día 24 de noviembre de 2016, que correspondan a normas de derecho internacional humanitario o derechos fundamentales definidos en la Constitución Política y aquellos conexos con los anteriores, serán obligatoriamente parámetros de interpretación y referente de desarrollo y validez de las normas y las leyes de implementación y desarrollo del Acuerdo Final, con sujeción a las disposiciones constitucionales.

Las instituciones y autoridades del Estado tienen la obligación de cumplir de buena fe con lo establecido en el Acuerdo Final. En consecuencia, las actuaciones de todos los órganos y autoridades del Estado, los desarrollos normativos del Acuerdo Final y su interpretación y aplicación deberán guardar coherencia e integralidad con lo acordado, preservando los contenidos, los compromisos, el espíritu y los principios del Acuerdo Final.

Artículo 2. El presente Acto Legislativo deroga el artículo 4 del Acto Legislativo número 01 de 2016 y rige a partir de su promulgación hasta la finalización de los tres periodos presidenciales completos posteriores a la firma del Acuerdo Final (el subrayado y la negrilla son míos).

Pero no nos digamos mentiras. El problema de fondo no está en las famosas “objeciones” sino en el gallo. Y ese gallo ya había cantado de tiempo atrás. Orden del día: buscar la manera de “tirarse” la JEP porque primero él, segundo él y tercero y cuarto y quinto él. Se trata de un gallo de apellido Uribe, al que muchos le deben lo que son hoy, y otros esperan que a su lado puedan alcanzar mejores horizontes. Intereses particulares y gratitud personal por encima de valores supremos como la paz, la verdad, los derechos de las víctimas, la reparación y la no repetición. Y todo todo todo todo porque al gallo lo embargan múltiples temores.

 

En varias ocasiones Uribe y yo hablamos sin cortapisas sobre los diálogos
de La Habana y de la importancia de que se vinculara al proceso.
Conversaciones claras y amigables.

 

Y lo digo sin circunloquio alguno porque en varias ocasiones Uribe y yo hablamos sin cortapisas sobre los diálogos de La Habana y de la importancia de que se vinculara al proceso. Conversaciones claras y amigables. Aún más: el 17 de diciembre de 2015, por invitación del propio Álvaro Uribe, acudí al Foro Ideológico para la Paz Estable y Duradera del Centro Democrático, celebrado en el Hotel Movich de la Autopista al Dorado.  Allí le pedí públicamente que se integrara al proceso de paz. Lo hice a plena consciencia de que su aporte, para mí, era esencial. Pero el hombre hizo “mutis por el foro”.

Posteriormente el propio Timoleón Jiménez o Timochenko (Rodrigo Londoño), máxima cabeza de las FARC-EP, lo invitó a dialogar sobre el proceso y sus alcances. “Doctor Uribe –le dice-, conversemos tranquilamente”. Le agrega: “Venga esa mano, le extendemos la nuestra con un ramo de olivo. La paz sí que merece dejar atrás orgullos. Resuélvase”.

Más adelante Timochenko le formula una segunda invitación: que ambos hagan presencia ante la Comisión de la Verdad. Pero esa es harina de otro costal. Obedece más a la negativa reiterada del expresidente Uribe de explorar una participación suya en el proceso de paz. Una lástima sin duda. Es como si tuviera algo que esconder.

Pero por favor doctor Iván Duque, que la escurrida de bulto del doctor Uribe, ese gallo de pelea de todos los tiempos, no nos conduzca a que paguen justos por pecadores, porque “bueno es culantro pero no tanto”. Permita usted y su cuerpo de gobierno que el Sistema Integral de Justicia, Verdad, Reparación y No Repetición, fluya sin contratiempos. Que fluya la verdad, venga de donde venga. Y que las víctimas y la sociedad toda la conozca en su integridad. No nos declare la guerra sembrando incertidumbres y comprometiendo la tranquilidad pública. Y caramba (eufemismo de carajo, dicen los entendidos), no más caña ni al interior ni al exterior de las fronteras. Por fortuna son la Corte Constitucional, la JEP y la Comisión de la Verdad, las que tienen la última palabra.

 

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