Todos a misa de siete
Opinión

Todos a misa de siete

Por:
junio 07, 2014
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Fue el coronel Aureliano Buendía quien dijo que la única diferencia entre liberales y conservadores es que, mientras  unos acuden a misa de cinco, los otros, igual de puntuales y fieles, asisten a misa de ocho. Y aquella mágica sentencia  garciamarquiana la confirma la misma historia de Colombia en donde, durante el largo Frente Nacional, los gobiernos se  intercambian, cuatro años mandan unos y cuatro años el otro y aquella patria boba de entonces, y la de ahora, en nada cambia de forma especial;  unos y otros gobiernan igual de alejados a los males generales  y dejando que el país se desmorone cada vez más y permitiéndose que las ramas del poder público sean tomadas por inquietos personajes que parecen trabajar solo para sus perversos fines.

Liberales y conservadores. Dos partidos, dos banderas, los mismos ideales  y simplemente no se encuentran en la misma misa. Pero Colombia ha cambiado y como la política es dinámica y ágil, nos enfrentamos ahora a unas elecciones donde hay dos candidatos que no los diferencia casi nada, uno será más demagogo, más carismático o tal vez más perverso. Pero son la misma moneda y ya no podrá decir el coronel Aureliano Buendía que la hora de la misa los diferencia porque ambos asisten puntuales y rezanderos a la misma misa de siete.

Veamos:

Ambos candidatos comienzan sus ardientes intervenciones televisivas con un “ya hemos hecho cinco mil y en los próximos cuatro años triplicaremos esa cifra y haremos nueve  mil más”.  Así,  directo y a  la cara, y con igual soltura y frescura hablan de los tres billones de dólares que destinarán a la salud de todos y las tres millones (¿o eran billones, u oí mal y están hablando de trillones?) de casas con vista a las universidades o las setecientas cincuenta y cuatro mil becas para estudios interdisciplinarios que se otorgarán por un plazo de quince años y sin intereses. Se oyen las propuestas y quedamos con la boca abierta. Ambos ya han gobernado y difícilmente pueden mostrarse como opositores de políticas públicas. Así, uno aclarará que lo que hizo fue hecho durante su gobierno, mientras el otro sacará la bandera de sus ejecutorias como ministro, y si lo que hicimos es mucho, muchísimo, afirman desafiantes, lo que viene durante mi gobierno será mil o dos mil o hasta cuatro mil veces mejor.

Y eso son los debates. Dos señores, el uno rígido y con mala voz, el otro sonriente, conocedor de las cámaras, el uno propone acercar la justicia al pueblo, el otro asignarle más recursos para que sea eficaz y ninguno dice nada de cómo llevamos muchos años viendo que la misma justicia que prometen defender y que nunca se reforma ha sido tomada en sus altas cortes por siniestros personajes  y  toda elección interna es un bazar de favores y corrupción.  De eso nada se dice, la ropa sucia quién sabe dónde se lave, solo se habla de reforma cuando estamos cerca de las urnas.

Los miro por televisión “discutiendo”, cada uno en su aburrido monólogo interior, repitiendo otra nueva vez que destinarán tres mil billones de trillones en hacer el parque de la felicidad. O el tiovivo de la paz que tanto prometen.

Aburridos, monótonos, y no sé cuál de los dos sea peor pareja de baile.

Y me llamó notoriamente la atención verlos el jueves, en su debate, y repito que me alarmó verlos tan iguales, tan parecidos en su retahíla popular, dentro de un juego en el que todos creemos que es muy serio, pero…, no son tan iguales. Uno portaba una corbata roja, cuando la del otro era azul y me pregunté sin alarma si no será que hemos vuelto a las épocas previas a Cien años de soledad cuando, además de la hora de la misa, liberales y conservadores se diferenciaban por sus corbatas, el color de la corbata identifica tu afiliación política.

… y hablando de…

Mientras los candidatos andan y caminan con sus monocordes corbatas, azules o rojas,  los campos boyacenses se visten con bonitas ruanas rosadas a la espera de la llegada de los cinco mil millones de tractores de propulsión solar prometidos en la campaña.

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