Señor anónimo, la ley no le da derecho a sentir envidia

Señor anónimo, la ley no le da derecho a sentir envidia

Los falsos señalamientos son una práctica tan antigua como la humanidad. De hecho, el ámbito legal se ha visto perjudicado por su mala utilización

Por: JORGE DAVID MORENO CUESTA
septiembre 18, 2017
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Señor anónimo, la ley no le da derecho a sentir envidia
Foto: 123RF

No haré referencia a los anónimos relativos al ámbito penal o disciplinarios, ya que sería una discusión basada en la norma de la cual no soy muy letrado, quiero centrarme en esos anónimos que nacen de la mente perversa de algunas personas que piensan en destruir o crear un ambiente laboral negativo. Me he tomado el tiempo de analizar esta situación, porque casi todo tiene una explicación. Una vez el anónimo carece de fundamentos o pruebas que evidencien una presunta vulneración a las leyes, se convierte, a mi parecer, en un gesto de envidia, chisme, rencor y un documento escrito con tinta de la cobardía.

Los falsos señalamientos son una práctica tan antigua como la humanidad. Lastimosamente hacen parte de nuestra naturaleza y creo que al menos una vez en la vida lo hemos hecho. Aunque manifesté no tocar el tema legal, vale la pena destacar que este ámbito también se ha visto perjudicado por la mala utilización de los anónimos.

Sin embargo, el camino de los anónimos también ha servido para levantar falsas sindicaciones y fabricar denuncias sin fundamento. Cerca del setenta por ciento de esas denuncias es archivado en la Procuraduría por falta de información precisa, por suministrar datos mentirosos o por hacer acusaciones demasiado frágiles o triviales (Chaparro,1992).

Quise averiguar si la envidia se presenta también en el reino animal, encontrando que hace unos años el señor Friederike Range de la universidad de Vienna en Austria llevó a cabo un experimento con perros. Los dividió en 2 grupos, ambos hicieron los mismos trucos encomendados, pero solo un grupo fue recompensado. Al solicitar nuevamente hacer esta actividad el grupo que no recibió gratificación se negó (Moreno, 2015).

Es apenas entendible que un animal reaccione de esta forma ante semejante injusticia. Algunos dicen que tienen alma, este es otro debate el cual no quiero abrir, pero cómo explicamos la envidia en un ser que piensa, que puede analizar. ¿Será que la envidia es una condición primitiva e irracional?, ¿hasta qué punto la envidia es normal y permitida? Socialmente somos dados a emplear el término “envidia de la buena”, a la cual sinceramente no le encuentro sentido, es como justificar algo bueno con algo malo. Prefiero usar el término “admiración”, siempre y cuando estemos reconociendo sin resquemor el éxito ajeno.

Hay un refrán popular que dice:” El envidioso no quiere lo que tienes, lo que quiere es que no lo tengas”. En realidad, no puedo encontrar una frase más sabia que describa la intención de una persona contaminada por este mal, pero dejemos que la psicología u otra rama aporte con el fin de entender a los que usan la máscara del anonimato con fines malévolos.

Algunos estudiosos del tema han expresado su punto de vista sobre el particular, incluso asegurando que la envidia tiene aspectos positivos. No obstante, saco a relucir este fragmento que describe lo que vemos en la actualidad:

El gran envidioso suele desear, fantasear y hasta llevar a cabo acciones de perjuicio o destrucción dirigidas al envidiado. Es un ser amargado incapaz de aceptar sus limitaciones, al que habría que aplicarle el refrán tradicional de “Dime que envidias y te diré de qué careces”. La persona con envidia suele utilizar una curiosa “racionalización” para mantener su estado de envidia: argumenta que en su vida ha tenido mala suerte y que el envidiado, por el contrario, ha sido agraciado por la buena suerte (Ruíz, 2016).

Soy partidario de respetar y analizar los estudios que llevan a cabo personas especialistas en ciertos temas, pero no está demás hacer reflexiones sobre nuestro entorno, desarrollar experimentos sencillos, como por ejemplo, preguntarle a alguien qué opina de otro. A parte de los gestos que haga, sus palabras no muchas veces serán de elogios, y peor aún, es muy probable que la idea que tenga de esa persona sea producto de comentarios de terceros y no de una interacción directa con el sujeto en mención.

No solo se le canta al amor, sino a la envidia y como es de esperar, compositores consignan en sus letras e intérpretes en sus voces una protesta, un inconformismo hacia este cáncer que a diferencia de las canciones de amor no hay a quien dedicar porque el envidioso no da su cara, vive en el anonimato. No hay género que no haya contribuido a recordarnos cómo la envidia destruye personas, parejas, felicidad, tranquilidad y todo lo que esté por delante, es peor que un huracán, terremoto, tornado y tsunami juntos.

Muy pocos se preocupan por erradicar este mal. Es tan común que debería catalogarse como un problema de salud pública, es de las pocas enfermedades que no se puede detectar, pero al lograrlo la persona no aceptará. No he conocido la primera que reconozca la envidia, de 10 encuestados nadie lo admite. Entonces, ¿quién será el responsable de los chismes de pasillos, de los anónimos infundados, de los comentarios indiscriminados en redes sociales y vecindarios? De pronto los canes que participaron en el experimento del Doctor Friederike.

Pensándolo bien, no puede verse solamente como anónimo el documento mencionado al principio sino aquel personaje que detrás de una máscara maquina su próximo paso para destruir, que encuentra satisfacción hablando de los demás. Anónimo no es solo el papel, es también la persona detrás del mal. Nuestra sociedad tiene héroes anónimos que hacen cosas maravillosas por los demás sin esperar nada a cambio, que construyen un mundo mejor. Sin embargo, también hay anónimos perversos que hacen lo contrario. Es como la lucha del bien y el mal, pero en un frente invisible, intangible y que nadie puede arbitrar.

 

Referencias: 

Chaparro, C. (1992, junio 28). Anónimos, en la encrucijada. El tiempo. Recuperado de http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-146466

Moreno, F. (2015, mayo 30). ¿Los perros sienten envidia? Estudio revela la verdad. Recuperado de http://perrocontento.com/2015/05/los-perros-sienten-envidia/

Ruiz, J. (2016, febrero 3). Aspectos psicológicos de la envidia. Psyciencia. Recuperado de https://www.psyciencia.com/aspectos-psicologicos-la-envidia/

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