Rodolfo, el cambio verdadero

Rodolfo, el cambio verdadero

Según Antonio de Roux, el ingeniero busca un Estado bien administrado que satisfaga las necesidades básicas. Un Estado en el que no se reparta más miseria

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junio 07, 2022
Rodolfo, el cambio verdadero
Foto: Archivo

En Colombia las reformas tributarias se han vuelto endémicas e inútiles, alimentan el pulpo de una burocracia clientelista cuya voracidad es insaciable. La única posibilidad de que sobrevivan la democracia y el Estado de Derecho radica en purificar la política y ponerla al servicio de los ciudadanos.

No se puede negar que en el pasado hubo avances, pero hoy vivimos un desastre social e institucional. Millones de colombianos están en la pobreza o la miseria; miles de niños no reciben su ración; incontables adultos mayores no tienen el mínimo vital. La educación básica es mediocre; las calles se han vuelto mataderos; la justicia cumplida es inexistente; las regiones están sin esperanza, al arbitrio de las bandas armadas.

Ante la ausencia de Estado, la paz es un cuento chimbo. Tras el desastre están ciertos oficiantes de la política tradicional quienes trabajan solo para su propio beneficio.

Es en estas circunstancias cuando aparece un Rodolfo Hernández lúcido y vital presentando propuestas ciudadanas orientadas a eliminar los gastos superfluos que nutren las maquinarias politiqueras.

También promete incrementar de inmediato los recursos para atender la emergencia social; restablecer relaciones con Venezuela, e, incluso, retomar el proceso de paz y las conversaciones con los grupos alzados remanentes. A diferencia de su contrincante está comprometido con el juego democrático, las libertades individuales y la economía de mercado.

El exalcalde de Bucaramanga busca un Estado bien administrado capaz de satisfacer las necesidades básicas y llegar a las regiones. Un Estado en el cual existan condiciones para que se pueda generar riqueza y el imperativo no sea repartir miseria. La reforma fiscal tendrá que hacerse pero para que sea eficaz antes debe ordenarse la casa. En resumen, una manera de gobernar distinta a la que hemos tenido y Petro desea perpetuar.

Son las prebendas indignantes de las maquinarias polítiqueras y de quienes las representan; es su contubernio con las entidades de control; es la contratación directa y la gestión mediocre que practican, las responsables de que a pesar de los nuevos tributos la distribución del ingreso no mejore.

En esencia se trata de un conflicto entre los ciudadanos de diferentes estratos que se esfuerzan produciendo, creando oportunidades, y unos oficiantes de lo público con mente extractivista que quieren continuar su fiesta con la plata ajena.

El candidato del Pacto Histórico, leal a su modelo burocrático-parasitario de izquierda radical que representa al pasado, entra exigiendo más recursos para un Estado fallido. Por eso se rodea de politiqueros que entre escándalo y escándalo han logrado medrar en la vida pública. Son individuos que ven normal el manejo de efectivo en chuspas, morrales y maletines.

¿Acaso se trata de evitar el control sobre el origen de sus dineros? ¿Acaso se quiere eludir el cuatro por mil que esos mismos sujetos imponen al resto de colombianos? Lo anterior se llama hacer política sin ética. Todo lo contrario de lo que el presidente López Obrador de México presume sobre Petro y sus compadres.

Desde hace mucho he escrito sobre la necesidad de que Colombia tenga una segunda oportunidad, una nueva revolución de independencia frente a los politiqueros poderosos y torcidos. Por coherencia daré mi voto a Rodolfo y Marelene, porque encarnan un anhelo de cambio que infinidad de colombianos compartimos.

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