Respetar la vida de quienes dejaron las armas
Opinión

Respetar la vida de quienes dejaron las armas

¿Qué puede ocurrir si a quienes han dejado las armas y optan por hacer política sin ellas se les mata y se les quita la posibilidad de hacer política pacífica?

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febrero 12, 2018
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Desde que dejaron las armas, 25 militantes de las Farc y 32 familiares han sido asesinados. En un plano menos letal, el de las campañas políticas, se les impide hacer política sin armas, a juzgar por los sabotajes a su candidato presidencial en sus intentos de hacer proselitismo. ¿Qué puede ocurrir en el largo plazo si a individuos que han dejado las armas y optan por hacer política sin ellas se les mata y se les quitan las posibilidades de hacer política pacífica?

Sin duda, el actuar de las Farc en el pasado ha dejado una estela de inmenso dolor en muchos colombianos. No obstante, se encuentran hoy en otro escenario: haciendo política sin armas. Es una oportunidad para que la sociedad colombiana decida entre alimentar las cadenas de venganza, anclándose en el violento pasado de Colombia, por un lado, y la alternativa de mirar adelante, construyendo escenarios de reconciliación, por otro. La reducción en la tasa de homicidios está a la vista, la más baja en décadas. ¿Queremos como sociedad regresar al pasado?

Con algunas excepciones de políticos que reclaman tolerancia y respeto, parece obligatorio en el repertorio del mercadeo político de algunos candidatos al Congreso y a la presidencia, el aprovechamiento de cualquier oportunidad que se presente (una visita a una universidad de algún exFarc, por ejemplo) para figurar, heróicamente, como quien impidió que los exguerrilleros se expresaran. Uno de los argumentos para el sabotaje: el daño brutal que infligieron cuando estaban en armas. Las víctimas, entonces, juegan un papel determinante.

Hay víctimas de víctimas. Mas allá del debate legal, de si el proceso ofrece o no dosis de impunidad, discusión válida, una pregunta de fondo se refiere a la disposición de parte de las víctimas de emprender caminos de reconciliación y de trancar la sangría.

Podría aventurarse: hay víctimas que están en capacidad de perdonar y de reconciliarse; otras, víctimas que no están preparadas para perdonar pero que respetan la vida de los demás; finalmente, víctimas que tienen razones para continuar en un odio profundo que puede implicar la desaparición del otro, ojo por ojo.

 

Algunos políticos creen adivinar una rica veta de popularidad
en la promoción del odio y la polarización,
al mejor estilo de la publicidad y las intenciones en la época del plebiscito

 

Y, detrás, algunos políticos que creen adivinar una rica veta de popularidad en la promoción del odio y la polarización, al mejor estilo de la publicidad y las intenciones en la época del plebiscito: “Estábamos buscando que la gente saliera a votar verraca”, según el gerente de la campaña por el No.

“Tuve dos posibilidades, construir o destruir. O me dejaba llevar por el odio y me volvía como aquellos a los que criticaba; o era coherente con todo lo que me han dado y empezaba a construir desde ahí …”, ha dicho una madre que perdió su hijo en el salvaje atentado del Nogal, hace 15 años.  Víctimas directas, habiendo pasado años en situación de discapacidad tras el bombazo,  andan también en tónica de reconciliación.

Hace ya mas de 17 años que el frente 15 de las Farc asesinó de manera infame y cobarde al representante Diego Turbay Cote, a su madre y acompañantes en una carretera del Caquetá. Fusilados. La hermana del congresista, Constanza, ha perdonado.

Por otra parte: ¿Cómo no comprender a otros, víctimas o sus parientes que ante todo  reclaman justicia y no se sienten preparados para la reconciliación y buscan la verdad y, al mismo tiempo, desean que se cierre el capítulo de violencia de más de medio siglo? Difícil ser hermano de alguno de los concejales de Rivera (Huila) asesinados en el 2006 o pariente de algunos de los diputados del Valle y estar dispuesto, sin condiciones, a la reconciliación con los victimarios.

Finalmente, están aquellos que no ven salida diferente a cobrar las cuentas por la vía del exterminio y que le están apuntando a la cadena de venganza que no se ha podido romper en Colombia.

El camino de la reconciliación, si finalmente se da, es largo. En estos meses de debate electoral, la mejor manera de repudio y protesta ante los métodos utilizados por las Farc durante la época del conflicto es la del uso de las urnas. Timochenko y su movimiento político deben comprender el rechazo y, en consecuencia, acercarse a sus víctimas, reparando, contando la verdad, pidiendo perdón.

Para ello, hay que respetar las vidas de quienes dejaron las armas para optar por la política sin violencia.

 

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