Un Quijote digestivo
Opinión

Un Quijote digestivo

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diciembre 11, 2014
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Si yo fuera una chica en edad escolar, me hubiera sentido muy indignada con el lanzamiento de Don Quijote de la Mancha en versión para dummies. Una adaptación que de la obra maestra de la lengua castellana hizo el escritor Arturo Pérez Reverte —padre del folletín ibérico y académico de número desde 2003—, con el respaldo de la Real Academia de la Lengua, la cual, según parece, anda en modo ganándose-el-pan-con-el-sudor-de-la-frente, como la mayoría de las personas naturales o jurídicas de la península, por cuenta de una crisis económica que no ha dejado títere con cabeza, excepción hecha de los corruptos y los ricachones que sabemos.

La situación no está para exquisiteces idiomáticas, de ellas no vive nadie. (Cuentan que una vez a don Pepe Sierra —próspero hacendado antioqueño de finales del Siglo XIX y principios del XX—, un notario le advirtió que hacienda se escribía con hache, y le respondió: “¿Y cuántas haciendas con hache tiene usted?”). Que cada quien hable (y escriba) como le dé la gana, tarde o temprano aparecerá la RAE con fresca edición corregida y aumentada del diccionario, patenta lo que la terca costumbre ha impuesto sin su consentimiento, pone a rodar la novedad por América Latina y, ¡listo! La alcancía engordará por arte de birlibirloque.

Pues sí. La Real Academia presentó antier, en Madrid, la intervención artística (¿?) de las aventuras del caballero “seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza”, creadas por Miguel de Cervantes Saavedra hace más de 400 años. “Con todas las garantías para facilitar esta importante digestión del lenguaje a los que luego serán usuarios adultos del español”, según dijo el secretario de la RAE, después de precisar que era un encargo que la Academia había recibido del Gobierno en 1912 y que “ojalá se venda” porque todo el producido irá a parar a las diezmadas arcas de la institución.

Ninguna razón más apropiada —digo yo— para recordar de sopetón un encargo centenario, que la económica. Porque si de verdad, verdad, el hidalgo de “lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor” no les llegara a jóvenes y adultos, tal y como lo escribió Cervantes, el Quijote que conocemos —el de antes de que Pérez Reverte le metiera mano— no estaría catalogado como el libro no religioso más vendido en la historia de la humanidad. A no ser que muchos de quienes aseguran haberlo leído, lo hagan solo por estar en la pomada, que también puede ser. Mas, aun así, la recreación de este "Quijote podado”, no tiene presentación. Ni siquiera como facilitador de la digestión, que para los menesteres terrenales ofertas sobran en las tiendas naturistas. (A lo mejor hasta el Bálsamo de Fierabrás da buen resultado, habría que habérselo preguntado a don Alonso Quijano).

Con el respeto que me merecen la RAE con todo y sus ceremonias llenas de pelucas de crespos, y el prolífico y entretenido autor Pérez Reverte; y con el temor que me da el enfrentar a esos molinos de viento tan principales, creo que un Quijote “podado” no tiene presentación; ni servirá de abrebocas para que quienes no lo hayan leído, lo hagan; ni para que los estudiantes cambien los videojuegos por insípidos libros descafeinados. Sobre todo si —a pesar de las “costuras” tan bien hechas de las que se ufana el nuevo sastre de la literatura, debido a que no dejan evidencias de los tijeretazos— los lectores potenciales son tratados como pacientes con problemas estomacales a los que les caen mal los grandes textos universales (grandes por su grandeza, no por su extensión) que no vengan debidamente macerados. (Es buena para la digestión la compota de ciruelas pasas opinan los pediatras, o de letras, opinan el secretario de la RAE y Arturo Pérez. Les creo a los primeros).

Lo que opinaba don Miguel quedó plasmado en su famoso prólogo: “…Pero yo, que, aunque parezco padre, soy padrastro de Don Quijote, no quiero irme con la corriente del uso, ni suplicarte casi con las lágrimas en los ojos, como otros hacen, lector carísimo, que perdones y disimules las faltas que en este mi hijo vieres, pues ni eres su pariente ni su amigo… Todo lo cual te exenta y hace libre de todo respeto y obligación, y así, puedes decir de la historia todo aquello que te pareciere, sin temor que te calumnien por el mal ni te premien por el bien que dijeres de ella…”. Nada de bajativos, nada de trasquilones, nada de qué quiso decir el autor.

COPETE DE CREMA: Que alguien esconda de Arturo Pérez Reverte: En busca del tiempo perdido, Madame Bovary, Cien años de soledad, El cuarteto de Alejandría, Los Miserables, Luz de agosto… Incluso, Mafalda que, por definición, tiene que ser indigesta.

 

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