Ciudad Perdida: por qué ya no se encuentran colombianos allí

¿Por qué ya no se encuentran colombianos como turistas en la Ciudad Perdida de Santa Marta?

Este modelo de turismo en Ciudad Perdida es reflejo de una pésima administración y abre una mayor brecha de acceso a nuestro propio territorio

Por: Santiago Álvarez Nieves
marzo 20, 2024
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¿Por qué ya no se encuentran colombianos como turistas en la Ciudad Perdida de Santa Marta?

Viajé a Ciudad Perdida, algo que no es novedad, después de todo, es un destino turístico que recibe a cientos de personas cada semana para aventurarse en la sierra y redescubrir las ruinas de un antiquísimo pueblo indígena.

Después de que fui bombardeado contantemente por el agobio del turismo eco-sostenible del que están repletas las redes sociales, tome la decisión de gastar casi dos salarios mínimos en cuatro días de caminata, descubrimiento de la naturaleza y un ambiente de compañerismo y amistad como pocos.

Esperaba una ruta exigente acompañada de esporádicas intervenciones de los guías explicando la fauna o la flora típica de La Sierra y las costumbres indígenas, con suculento final en las ruinas de una civilización precolombina que me dejaría atónito.

Sí y no, bendecido por un clima agradable y templado, pude llegar al primero de los campamentos con facilidad y tiempo de sobra. De manera soberbia, pensaba que la exigencia del recorrido no iba a superar mis expectativas, pues no sentí un cansancio demoledor como esperaba del primer día. Al ser el primero en llegar, dejé pasar muchos detalles, que eventualmente tomaban mucho protagonismo mientras más caminantes llegaban a la primera parada.

Desde un primer momento, incluso antes de empezar la travesía, había notado un altísimo numero de turistas extranjeros, con mejillas coloradas, ojos rasgados o cabello rubio, todos ellos terminaban su recorrido en el mismo punto en el que nosotros lo empezábamos y era alentador ver que todos se aplaudían y celebraban haber completado el viaje con éxito.

Lamentablemente, mi grupo estaba formado por mí y otros dos colombianos, por lo que no esperaba ese tipo de celebración bulliciosa al terminar. Sin embargo, una especie de relación entre agencias nos dejó una fusión de grupos en el primer campamento y mi grupo de tres se volvió en un enjambre de cuarenta personas, la mayoría de ellos europeos.

Aquí es donde empiezo a preguntarme qué estaba pasando. Afortunadamente pude relacionarme muy bien con todas las personas del grupo, incluyendo nacionales y extranjeros, todos disfrutando de la misma manera la experiencia y el intercambio de culturas e idiomas. Por supuesto, era inevitable sentirse incomodo en ciertos momentos con temas como el narcotráfico o el privilegio cegador de países donde no existe el hambre o la pobreza.

Ahora entendamos qué pasa, el recorrido 4 días y 3 noches de Ciudad Perdida en el 2024 incluyendo comidas, guía, seguro y campamentos, tiene un valor de $2.150.000 o lo que sería igual 147% del salario mínimo vigente en el país, sin contar pasajes. Por el otro lado, tenemos los 1.635 o casi siete millones de pesos colombianos que gana un neerlandés con salario mínimo, que deberá gastar apenas un 31% de su salario para costear el tour.

Esta inequidad comparativa en los precios del tour son el reflejo de lo que se ve en la Sierra Nevada de Santa Marta últimamente, cerros repletos de europeos, australianos, canadienses y coreanos, por mencionar algunos y unos cuantos bogotanos y samarios privilegiados que pudieron acceder al tour gracias a un ahorro consistente o salarios cómodos.

Replantearse las tarifas de este lugar es indispensable para pensar en un turismo equitativo y consiente con las realidades de un país sujeto a una política expansiva de turismo que ha traído consecuencias colaterales como la gentrificación.

Hablar con guías indígenas es darse cuenta de lo beneficioso que resulta el turismo en una zona que fue azotada por una ola de criminalidad por la marihuana y una segundo pico económico dado por la cocaína. Hoy, en el tercer pico, que involucra un turismo masivo a través de las montañas, se sabe que parte de las ganancias va para indígenas tejedoras que perdieron a sus esposos en una tormenta eléctrica, pero no toda los pueblos se ven favorecidos por esta economía.

Para nada estoy menospreciando la experiencia, que por el contrario, es digna de ser experimentada al menos una vez en la vida, pero hay patrones que se me hicieron incomodos escuchar y ver, realidades a las que no podemos hacer oídos sordos y ojos ciegos, y creo que dividir las tarifas priorizando lo local, será fundamental para construir un sentido y una identidad nacional a través de la arqueología, la diversidad étnica y la naturaleza, algo de lo que esta repleta esta aventura. Por el contrario, mantener este modelo de turismo inequitativo, no será más que un reflejo de mala administración turística y una mayor brecha de acceso a nuestro propio patrimonio y territorio.

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