¿Por qué los jóvenes dejan de creer en la universidad?
Opinión

¿Por qué los jóvenes dejan de creer en la universidad?

¿Van descubriendo que las universidades no les ofrecen futuro, no les garantiza ingreso al mercado laboral, y que en dos años el 27 % de las ocupaciones serán nuevas?

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febrero 24, 2020
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Muchas universidades están viviendo una reducción dramática en la matrícula y, por ende, en sus ingresos operacionales. Como si graduarse hoy ya no fuera el sueño que otros jóvenes de otras décadas pasadas tuvieron.

La economía colombiana, que da a más de un dirigente motivo para jactarse por su tasa de crecimiento superior al 3 %, genera millones de desempleados y subempleados, especialmente gente joven. Se viene encima, se vino, una revolución tecnológica que dará al traste con buena parte de las actuales ocupaciones y creará otras y que puede ser una grandiosa oportunidad para rehacer nuestros programas y métodos pedagógicos, redefinir los ámbitos en los que la política pública puede incidir, bien para fortalecer la docencia de alta calidad, bien para alentar el aprendizaje de toda una vida en un mundo de incertidumbre en el que los conocimientos de hoy se vuelven obsoletos a la vuelta de la esquina. Y también: conseguir que todos los niños y jóvenes, en especial los del campo, tengan acceso a internet, requisito para evitar peores brechas sociales y económicas que las conocidas.

Es ya un lugar común y, como tal, no causa sorpresas: los jóvenes son los mas afectados por el desempleo. Los datos son simples: mientras para la sociedad colombiana, en su conjunto, la tasa de desempleo es del 10 %, para los jóvenes es del 16 % y, dentro de ellos, el de las mujeres, supera el 20 %.  Esas cifras, de manera consistente, se repiten, con pequeñas variaciones, hace años. Hay que añadirles el peso del subempleo, de las ocupaciones precarias, de los contratos temporales y los salarios y remuneraciones bajos que caracterizan el mundo laboral de muchos jóvenes.

El tema se complica en la perspectiva del dramático impacto que las nuevas tecnologías, la globalización de los mercados y el cambio climático tendrán (tienen) sobre el mercado laboral en este período y los años por venir. Hasta hace poco el cuento parecía de ficción, imaginación futurística. Ciertamente, las últimas décadas nos han sorprendido con internet móvil y el teléfono inteligente, la nube, el big data, las plataformas y toda suerte de aplicaciones que penetran nuestra vida cotidiana, desde Whasapp y Twitter hasta Alibaba, Amazon y Netflix, sin que sepamos que al montar en avión hay plataformas virtuales que permiten el mantenimiento predictivo de las naves (internet de las cosas).

Lo cierto es que las ocupaciones en el 2030, que está a la vuelta de la esquina, no serán, en buena proporción, las de hoy. El sistema formal de educación terciaria y educación para el trabajo sigue anclado en los métodos y contenidos tradicionales.

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Lo cierto es que las ocupaciones en el 2030, que está a la vuelta de la esquina, no serán, en buena proporción, las de hoy

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Los pasos del animal son grandes y serán más veloces. Hace unos cinco años, en Amsterdam, se imprimió un puente de metal en 3D en un canal. La firma MX3D, pionera, considera que dentro de los próximos diez años la impresión 3 D será un método de producción estandarizado en el diseño y construcción de puentes. En el 2017, Apis Cor, una compañía creada por un ruso que hoy tiene 26 años, Nikita Chen-Iun-Tai, imprimió en 24 horas una casa de familia y el pasado octubre un edificio de dos plantas. Se imprimen ya, aún en etapa de prototipos, vehículos. Los implantes dentales y para otros usos en el cuerpo humano son un hecho. Adidas puede imprimir ya los zapatos deportivos con medidas exactas de sus clientes. En pocos años, los métodos serán estándar y los precios serán más bajos de cara a las formas tradicionales de producción.

Hay que sumarle a la impresión de objetos hitos que, como el de la “fábrica inteligente” (smart factory), propio de la revolución industrial 4.0, en cualquier caso, así sea por omisión, confrontarán nuestro mercado laboral.

Nadie ha realizado el ejercicio de preguntarse qué ocurrirá con el empleo local cuando autopartes producidas en “fábricas inteligentes” a muy bajo costo penetren el mercado colombiano. ¿Se reaccionará como con Uber? ¿Se las proscribirá?

¿Qué podrá ocurrir con la industria de zapatos de Nariño, los Santanderes, el Restrepo de Bogotá, si, por ejemplo, en pocos años, ingresan franquicias de manufactura de calzado en 3D ubicadas en todo el territorio?

¿Si los planes de vivienda social se emprenden por 3D? ¿Qué pasará con los “rusos”?

El tema no contiene solo la alusión a la pérdida de empleos tradicionales. La pregunta es qué tienen que hacer gobierno, empresarios y academia para estar a la orden del día, con visión estratégica, para preparar a jóvenes y niños (los de 8 años hoy serán ciudadanos en 2030) particularmente en tiempos de alta incertidumbre, justamente por el vertiginoso cambio tecnológico.

La insatisfacción de los jóvenes se siente, está en el aire.  Su participación en las protestas de noviembre del año pasado es tan solo uno de los síntomas. Aunque no se ha escrito en profundidad sobre el tema, muchas universidades, de buena regular y mala calidad, están atravesando por déficits en sus ingresos operacionales, vale decir, han visto reducir su matrícula. Pilo paga fue un programa que, por algunos semestres contribuyó, temporalmente, a financiar algunas de ellas. ¿Van descubriendo los jóvenes que las universidades no les ofrecen futuro?

Ni la fórmula de estudiar y graduarse en una universidad ni la de obtener títulos de técnicos y tecnólogos no garantiza, como en el siglo pasado, el acceso casi universal de los graduandos al mercado laboral.

Están sobre el tapete las preguntas sobre la pertinencia de la educación, de sus métodos, sobre la forma en que “empalman” educación secundaria (de calidad de pronóstico reservado) y terciaria, sobre las competencias que demandarán las nuevas ocupaciones en esta década que comienza, sobre el rol de las llamadas blandas y su relación con la revolución 4.0 en marcha.

Según el Foro Económico Mundial (Enero 2020), se requiere, con urgencia, una revolución global en la formación y la adquisición de competencias. Que ya en el 2022 el 27 % de las ocupaciones serán nuevas. El Foro ya tiene un mapa de las ocupaciones emergentes en los próximos años que valdría la pena que nuestra dirigencia analice. Ámbitos digitales y de comportamiento humano serán factores decisivos.

El costo potencial de quedarse quieto es incalculable. La revolución en la educación es una obligación si queremos que nuestros niños y jóvenes tengan vidas decorosas a partir de su trabajo en el futuro.

 

La insatisfacción de los jóvenes se siente, está en el aire. La revolución de la educación es una obligación

 

 

 

 

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