¿Por qué ganan las elecciones los mismos de siempre?

¿Por qué ganan las elecciones los mismos de siempre?

Si algo saben hacer los políticos, quienes les siguen los pasos y los que les alcahuetean sus andanzas, es camuflarse y apropiarse de discursos llamativos

Por: Omar Orlando Tovar Troches
octubre 02, 2023
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¿Por qué ganan las elecciones los mismos de siempre?

No hay que dejarse engañar; si algo saben hacer los políticos tradicionales, quienes les siguen los pasos y los que les alcahuetean sus andanzas, es camuflarse y apropiarse de discursos llamativos y propuestas innovadoras, a punto tal, que son capaces de echar mano de las consignas feministas, ecologistas, de juventud, étnicas, etc., para  manipular al elector desprevenido, pero sobre todo, necesitado, lograr su victoria y ahora sí; mostrar su esencia, esto es, su incapacidad administrativa, su irresponsabilidad, su corrupción o su inclinación al delito.

Sin embargo, la pregunta de ¿por qué ganan las elecciones los mismos de siempre?, pareciera no tener una respuesta satisfactoria. Con la venia de los lectores, me permitiré lanzar una teoría. Quien quita, a lo mejor y le acertamos.  Para iniciar, me parece necesario repasar un poco las características de los principales responsables de que los mismos y las mismas se repiten en el poder; me estoy refiriendo a los electores. Veamos el detalle de manera rápida.

En primer lugar se encuentran quienes hacen parte del combo del clientelismo-amiguismo, es decir, aquella parte de la ciudadanía, normalmente desempleada o con familiares, parientes, amigos o conocidos desempleados y que aspiran, bien sea a que los nombren o les den un contratico a ellos (ellas) directamente, lo que constituye la creación del clientelismo o que les “ayuden” con un nombramiento o contratico a un familiar, amigo, pariente o conocido, a cambio, eso sí, del votico suyo y el de toda la familia.

A este combo, el de la clientela, pertenecen muchos de los funcionarios de las entidades de gobierno local y regional, así como de empresas descentralizadas, normalmente, las de servicios públicos, a quienes, algunos de sus nominadores o superiores jerárquicos les imponen la tareíta de unos voticos para el doctor o doctora candidato (a) so pena de no renovación del contrato o la desmejora de sus condiciones laborales en caso de que la candidatura del oficialismo no gane.

El segundo gran grupo es el de la ciudadanía susceptible a la información de los medios de comunicación masiva y particularmente de las “benditas” encuestas (de las cuáles ya se ha demostrado que hacen parte de todas las campañas electorales). Estos paisanos y paisanas, normalmente informados a través de Facebook, Instagram, X y los peligrosos grupos de WhatsApp, son quienes terminan creyendo y difundiendo perlas como: “Es mejor malo conocido…”, “El hecho es elegir, así se al menos malo (a)…” y los más optimistas o quizás, los más timadores de todos, que afirman en una especie de sentencia  seudo estratégica que: “lo mejor es estar adentró, para exigir, y  poder imponer el gobierno del cambio”, tesis muy cercana a la de la ultraderecha colombiana, según la cual: Todo vale y hay que juntarse con quien sea, con tal de ganar; ni más ni menos.

El tercer grupo, quizás el que en ocasiones termina inclinando la balanza para uno de las candidaturas, corresponde a aquellas personas, un tanto más y mejor informadas de la vida político-administrativa de su región, que se toma el trabajo de leer los planes de gobierno y hace seguimiento de discursos y piezas publicitarias, para quienes las elecciones sí son de vital importancia y aunque no participen activamente de los eventos de las campañas, si madrugan a votar y lo hacen a conciencia, así muchas veces hayan caído en los sofismas de elegir el menos malo y/o creer que ese menos malo puede ser sujeto del consejo y asesoría, terminando, la mayoría de las veces; decepcionados por las tristes ejecutorias y la sordera de ese (a) menos malo(a) que ayudaron a elegir.

Finalmente está el grupo que sí o sí termina eligiendo; me refiero al grupo mayoritario, pero ojo, no dejarse confundir, no son quienes votaron por quién terminó ganando, no señores, por el contrario, me refiero a quienes no votan: Los abstencionistas. Este grupo normalmente está compuesto por cientos de miles de hombres y mujeres, quienes no obstante estar aptos para ejercer su derecho y cumplir su obligación de votar para elegir; deciden no hacerlo. Dicen no estar interesados por la política (¿?), no creer en la clase política, no tener tiempo o no saber para que sirve eso. De este demográfico también terminan haciendo parte los desilusionados de sus elecciones, esto es; los votantes informados, pero excesivamente optimistas o ilusos que cayeron en la trampa del menos malo.

Así es, estimados lectores, la responsabilidad de que los mismos siempre ganen las elecciones termina siendo de quienes deciden no votar, porque, a pesar de que son la inmensa mayoría, siempre permiten que la manipulación clientelista, la compra de votos e incluso la violencia, impongan a los candidatos o candidatas de los partidos de toda la vida, así ahora último se vistan de independientes, alternativos o de progresistas, no obstante que todos sepamos que: “La mona aunque se vista de seda… mona se queda”.

Adenda 1: No basta con autoproclamarse progresista, alternativo o de izquierda, hay que serlo de manera integral. Supuestos candidatos del progresismo que lograron imponerse como pago de vuelta por haber apoyado a los actuales partidos de oposición, saltándose presupuestos éticos y democráticos de selección; no deberían enarbolar las banderas del cambio y de la izquierda. Son iguales a los inescrupulosos politiqueros de derecha a quienes dicen enfrentar. ¡Que tristeza!

Adenda 2: Es triste que algunas personas del grupo de los electores informados crean, a estas alturas de la historia; que quienes se han opuesto al cambio y la justicia social, vayan a renunciar a sus intereses, solo porque unas bien intencionadas personas permitieron que se las usara como trofeo y como disfraz para seguir engañando a la gente. Ojalá y solo sea ingenuidad y exceso de optimismo. Sería deplorable y repugnante que la decisión de abandonar las banderas del progresismo para apoyar a un candidato de la derecha haya sido producto de alguna transacción clientelista.

Adenda 3: Pero no todo está perdido. Sí existe otra opción, poco ensayada, pero que ha demostrado que el poder de los inconformes se puede expresar y puede hacer a un lado a los mismos de siempre, estoy hablando del VOTO EN BLANCO.

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