Pastuso a mucho honor

Pastuso a mucho honor

El nivel de conciencia, el espíritu, el ánimo de despojarse de las envidias, el orgullo, los odios y asumir actitudes de empeño común es lo que hace grande a un pueblo

Por: Alberto Quintero Arturo
enero 25, 2019
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Pastuso a mucho honor
Foto: Jorgelrm - CC BY-SA 3.0

Ahora que ha tomado fuerza la expresión “pastuso a mucho honor”, como oriundo de esta tierra quiero invitarlos a hacer una reflexión, la que espero nos sirva de algo, pues estoy seguro de que no dejará de incidir en la conducta de quienes si algo de conciencia nos queda hagamos ajustes para modificar nuestros criterios y actuaciones especialmente.

Ahora en este espacio quiero invitarlos apreciados lectores a hacer una reflexión, la que espero nos sirva para sensibilizarnos como personas sometidas bajo leyes comunes, estoy seguro que no dejará de incidir en la conducta de quienes por supuesto si algo de conciencia nos queda hagamos ajustes para modificar nuestros criterios y actuaciones, pues muchos tenemos interés incondicional de contribuir al mejoramiento de nuestra sociedad como actores propositivos para influenciar en la búsqueda de un futuro mejor.

Definitivamente la diferencia entre los países ricos y los países pobres no está en la edad de sus naciones, miremos: países como la India y Egipto son milenarios, tienen más de dos mil años y son pobres; Canadá, Australia y Nueva Zelanda, que hace 150 años eran inexpresivos con economías deprimidas, hoy son países desarrollados y ricos.

La diferencia entre los países pobres y ricos tampoco se basa en los recursos naturales disponible. Japón posee un 80% de su territorio montañoso, inadecuado para agricultura y ganadería, pero tiene una de las economías más boyantes del mundo, Japón es como una inmensa fábrica fluctuante que importa materia prima de todos los países del mundo para transformarla y exportarla luego como productos de óptima calidad al mercado mundial. Otro ejemplo es Suiza, no cosecha cacao pero tiene el mejor chocolate del mundo, cría animales y cultiva la tierra apenas cuatro meses del año, sin embargo es fabricante de lácteos con fama mundial y como es un país que proporciona imagen, seguridad, orden y trabajo, así sea una nación pequeña, se convirtió en la caja fuerte del mundo.

Ejecutivos de países ricos al relacionarse con sus pares de países pobres encuentran que no hay diferencia intelectual significativa, la raza o el color de la piel tampoco son determinantes. Inmigrantes que fueron peligrosos en sus países de origen son ahora la fuerza productiva de países europeos ricos. ¿Cuál es entonces la diferencia? Está en el nivel de conciencia del pueblo, de su espíritu, en el ánimo que tengamos de despojarnos de las envidias, del orgullo, de los odios, de los resentimientos y asumir actitudes de empeño común.

La evolución de la conciencia debe constituirse en el objetivo mayor del Estado en todos los niveles de poder, la educación y la cultura deben transformar las conciencias colectivas, desde luego fundamentadas en los valores eternos de la sociedad como la moralidad, espiritualidad y ética. En fin transformar la conciencia de las personas, por lo tanto la sociedad requiere un proceso de renovación ciudadana que debe tener inicio en la familia bien orientada como núcleo social primario al que hay que rescatar con políticas bien estructuradas basadas en principios de formación a cargo del Estado, para no tener otro fracaso como el de la educación sexual escolar mal orientada que arroja resultados nefastos para la juventud estudiantil embarazada en un 40%, que desesperada forzosamente busca resolver sin formación el enfrentarse con la realidad; hijos no deseados que terminarán como bastardos en una sociedad excluyente como la que lastimosamente se vive hoy.

Ahora, si analizamos la conducta de las personas en los países ricos, encontramos que la mayoría adopta en primer plano la relación espiritual con Dios que como resultado les permite adoptar los siguientes principios de vida. La ética como principio básico, luego la integridad, seguido de la responsabilidad, el respeto a las leyes y reglamentos, el respeto por el derecho de los demás ciudadanos, el amor al trabajo, el esfuerzo por la inversión, el deseo de superación y la puntualidad. ¿Será que seremos capaces de contribuir con la transformación de nuestra sociedad? ¡Claro que sí! Como pastuso a mucho honor estimo pertinente que debemos iniciar procesos de cambio aportando ideas desde nuestro quehacer el que a todos nos concierne para establecerlas y modificar nuestro estilo de vida. Mirar los errores no debe generar indiferencia, ni enfrascarnos en el morbo del señalamiento, es necesario cambiar la mente para rectificarlo aceptando con madurez y sin resentimientos las observaciones propositivas para beneficio de todos. La causa de nuestra preocupación debe ser con la sociedad, solo así alcanzaremos la excelencia.

Me olvidaba: ¡No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética! ¡Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos! Martin Luther King

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