Nuestro Gatopardo
Opinión

Nuestro Gatopardo

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diciembre 27, 2014
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Cuando estábamos en mitad del caso Petro y no sabíamos dentro del inquieto y desleal mundo político colombiano quién apoya al pobre hombre y quién no, frente a los ataques inclementes de nuestro señor procurador,  publiqué un artículo que llamé “El ajedrecista”, en donde me maravillaba de la magia, olfato y astucia que posee el presidente de Colombia,  reelegido en su cargo no hace nada. Y el título del artículo lo dice todo, ya que las fichas que jugaba y no jugaba el ajedrecista Santos con el caso del inhabilitado alcalde, sus enroques falsos y los sacrificios de peón para dar magistrales jaques mate eran, perfectamente, de la altura del mejor Capablanca.

Pero me quedé corto. No solo es un estratega magnifico que mueve sus piezas de manera única. Recordemos solo de qué mágica y elegante forma hace cuatro años gana las elecciones con los votos de otro que cuatro años más tarde le da la espalda y ahora, sacados de la manga o del sombrero en forma de hongo, el presidente se consigue en el mercado de las pulgas sus millones de votos, los suficientes para ser presidente. Y le sobran votos. Votos ajenos, pero todos suyos en gran medida, ya que quien votó por él lo hizo convencido de sus paces y bondades.

¿Y cómo lo hizo ahora?

Fácil y sencillo. Como buen político, sabe que hay que conjugar todas las formas de lucha, y por ello no se ha limitado a ser un elegante ajedrecista o a levantar el dedo índice a los cielos pidiendo ser oído, sino que se ha puesto en la tarea de leer simples manuales de ciencia política donde en sus primeras lecciones se habla del gatopardismo. Y obviamente, ante el asombro de lo que ahí se dice sobre cómo jugar con el poder y para llenar los vacíos que dejan las lecturas generales,  Santos se ha leído el libro de Lampedusa,  o el tiempo no le dio para ello con todo esto del mundial y la campaña y prefirió ver la película de Visconti basada en aquella novela.

Chapeau, señor presidente.  Supo tomar perfecta nota de lo mucho o poco que se dice sobre esta vieja teoría política que afirma de forma muy sencilla que para que nada cambie, lo mejor es cambiar todo. O dicho al revés para verlo más efectivo: hay que cambiar todo para que nada cambie. De ajedrecista a gatopardista.  O uno y otro.

Pero Santos mejora con creces los dictados del príncipe Fabrizio de Salina, protagonista de El Gatopardo, ya que este habla de cambios, cambios que se hacen para que todo siga igual. El presidente es mucho más efectivo, ya que él no hace cambios, se limita a prometer los cambios.

Promete y promete y promete cambios y todo seguirá igual, y en el caso de la justicia la cosa parece evidente y clara. Antes, en su gobierno anterior, con una reforma llena de micos y lagartos se cambiaba todo para todo ser lo mismo, cuando ahora es la promesa de reforma para el mismo fin. Magia circense.

Con todo, nada le quita que sea un perfecto blablablá.

… y hablando de…

El 5-0 contra Argentina dicen registros perdidos que dejó 76 muertos, cuando un autogol en un olvidado mundial se tiñe con el asesinato de un gran jugador. Colombia le gana a Grecia y se festeja con  9 muertos y la celebración de 68 años de un equipo (si fuera 69 puede entenderse…) conlleva todo tipo de actos vandálicos.

¿Será que el fútbol es malo para la salud mental?

No.  Será, dicen unos, el opio del pueblo, pero, sea como sea y ante los magníficos resultados que vamos viendo, es hora de aplicar aquella cultura ciudadana y de comenzar a aprender a celebrar.

Fecha de publicación original: 21 de junio de 2014

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