Ni en el Congreso, ni en la calle
Opinión

Ni en el Congreso, ni en la calle

El presidente busca una presión social, popular y callejera ante el Congreso para sus reformas, o la convocatoria a una Constituyente, casi imposible de tramitar

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abril 02, 2024
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Dos preguntas: la primera, cómo se han aplicado los mecanismos de participación ciudadana en Colombia; la segunda, es posible convocar hoy una Asamblea Nacional Constituyente. La respuesta a la primera es que aparte del voto, no se han utilizado esos mecanismos con éxito, y a la segunda, que es casi imposible tramitar una Asamblea Constituyente en cualquier tiempo.

El artículo 103 de la Constitución dice que son mecanismos de participación del pueblo en ejercicio de su soberanía: el voto, el plebiscito, el referendo, la consulta popular, el cabildo abierto, la iniciativa legislativa y la revocatoria del mandato. El plebiscito, que es pedir al pueblo que ratifique una norma ya acordada, solo se ha utilizado una vez, en octubre de 2016, para la ratificación del acuerdo de paz con las Farc en el gobierno Santos, y lo perdió. El referendo constitucional, que es pedirle al pueblo que apruebe unas reformas a la Constitución, solo ha sido utilizado una vez por Álvaro Uribe, en octubre de 2003, y apenas obtuvo la aprobación del primero de sus 15 puntos, o sea también lo perdió.

La consulta popular solo  ha sido utilizada una vez. Liderada por Claudia López en agosto de 2018 sobre anticorrupción, requería más de 12 millones de votos y la perdió. Con los demás ha sucedido lo mismo: la revocatoria del mandato solo se ha aplicado con éxito un par de veces en pequeños municipios, el cabildo abierto que es un mecanismo para convocar a los vecinos sobre un asunto de interés particular de la municipalidad, no se ha usado, y la iniciativa legislativa ha salido sobrando porque siempre hay quien proponga leyes en el Congreso. O sea, la Constitución participativa está en pañales y muy lejos de reemplazar al sistema representativo que reside en el poder legislativo.

En cuanto a la reforma de la Constitución con participación popular hay dos maneras. Una a través de un referendo constitucional a iniciativa del gobierno o de un grupo de ciudadanos equivalente al 5 % del censo electoral (dos millones). El Congreso debe aprobar la convocatoria en una ley que requiere la mayoría calificada de ambas cámaras y que debe incorporar el texto de lo que se va a presentar. Cada punto del referendo debe ser votado por más de la cuarta parte del censo electoral (10 millones) y cada pregunta debe tener más del 50 % de los votos afirmativos para ser aprobada.


Los mecanismos de participación y reforma son tan complejos y exigentes que están hechos para que ninguno funcione, pues así ha sido hasta ahora


La otra manera es la asamblea constituyente la cual tiene un mecanismo inicial parecido al referendo constitucional, pero es mucho más compleja. La ley que la convoca, que debe contener todos los detalles de su funcionamiento, (composición, duración, temas), debe ser aprobada por la tercera parte del censo electoral (13 millones); luego viene la elección nacional de los constituyentes, las deliberaciones de la Asamblea y la aprobación de sus textos por la mayoría de los constituyentes. Se calcula que ese procedimiento toma al menos dos años. Se puede concluir que todos aquellos mecanismos de participación y reforma son tan complejos y exigentes que están hechos para que ninguno funcione, pues así ha sido hasta ahora. Son la desesperación de cualquier político en trance de hacer grandes cambios.

De modo que cuando el presidente Gustavo Petro propone en Cali la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente nacida de los cabildos abiertos, probablemente esté pensando en cosa distinta de todo ese engranaje institucional, aunque sería una pesadilla administrativa y un imposible legal pensar que del constituyente primario que somos todos los ciudadanos, reunidos en cabildos, pueda salir directamente una nueva constitución. Pero está en su derecho de mover las masas populares y empoderarlas como agentes del cambio.  En realidad, históricamente, las únicas constituyentes que han salido de la calle han sido producto de una revolución.

Parecería más bien que lo que el presidente busca es generar una presión social, popular y callejera ante el Congreso para crear un ambiente en las cámaras para sus reformas, o para la aprobación de la convocatoria a una Asamblea Constituyente, ambiente que hoy no existe. Sin el Congreso solo le quedan dos espacios amplios y poderosos para moverse: las masas populares, que son el grueso del constituyente primario, y las enormes facultades presidenciales. Es lo que está haciendo. Con el peligro de que en esa campaña consuma el resto de su mandato y el resultado sea incierto. Hubiera sido mejor que hubiera propuesto al principio del gobierno, cuando contaba con los votos del Congreso, un referendo constitucional a la manera de Uribe, cuyo trámite es más expedito. Ahora sin los votos, ni en el Congreso ni en la calle, es demasiado tarde.

Claro que se necesita una Asamblea Nacional Constituyente porque el Congreso no es capaz de hacer las reformas que se requieren, pero no en medio de la crispación nacional. Ese debería ser desde su inicio el programa central del próximo gobierno, si quien gane las elecciones es capaz de convocar al país entero alrededor de  esa causa. Quien entienda eso y haga su campaña con esa idea, ganará.

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