El lugar de Colombia en donde el brócoli le ganó a las balas

El lugar de Colombia en donde el brócoli le ganó a las balas

La laguna de la Cocha, Nariño, al pie del cerro Patascoy fue dominada por la guerrilla en épocas pasadas. Hoy sus habitantes pueden cultivar en paz y se convirtieron en importantes productores de almacenes de cadena

Las historias de la antigua guerrilla todavía resuenan en muchos rincones del país. La laguna de la Cocha, en Nariño, fue testigo de la violencia y el terror que reinaban en décadas pasadas. Sin embargo, la belleza de la zona está haciendo que aquellos tiempos sean solo un mal recuerdo. Hoy día las veredas alrededor de la laguna respiran tranquilidad. Cada vez hay más turistas cautivados por el verde de las montañas nariñenses y la fertilidad de estas tierras, combinada con la paz que llegó a la región, está permitiendo que los campesinos que ahí habitan encuentren una herramienta para salir adelante.

Don Jesús Octavio Piandoy, campesino de la zona que hoy cultiva brócoli y coliflor, recuerda con temor los tiempos en que la guerrilla imponía las leyes en la zona. “Una vez nos llevaron hasta la vereda Santa Lucía para recordarnos cuáles eran las leyes y explicar qué castigo recibían quienes no las cumplieran”. La vereda Santa Lucía, ubicada al extremo sur de la laguna, justo al pie del Cerro Patascoy, era el centro de operaciones de la guerrilla. Era tal el poder que tenía sobre la región que obligaron a sus habitantes a construir dos torres en madera de cuatro pisos para supervisar desde lo alto el paso de lanchas por esa parte de la laguna. Las torres hoy se mantienen en pie y los habitantes de la región quieren convertirlas en un museo para que la historia que recuerdan no vuelva a suceder en ningún otro lugar del país.

Doña Maria Esther Botina también da testimonio del cambio que ha vivido la laguna en los últimos años. A sus 52 años tiene un criadero de cuyes. También cultiva todo tipo de hortalizas, flores y hierbas medicinales. Además, fabrica pomadas de manzanilla y de rosas en su propia casa, y las vende a los turistas que visitan la laguna. “El otro día me visitó un turista alemán que venía con traductor porque no hablaba una sola palabra de español”. La mujer, que pareciera tener una sonrisa tatuada en el rostro, cambia su expresión cuando recuerda hechos violentos de los que alguna vez fue testigo. “Por estos cultivos que usted ve uno los veía correr con fusiles armados y cuando se escuchaban tiroteos nadie podía salir de su casa”.

La vista desde un puente de madera que une a las dos torres de la vereda Santa Lucía, aseguraba a la guerrilla control total sobre la circulación de lanchas en la zona sur de la laguna. Cuando el ejército llegó a la vereda quiso tumbar las torres pero los mismos habitantes se negaron. Hoy las torres son un atractivo turístico que fue convertido en museo.

 

Hoy día, tanto Don Jesús como Doña María Esther, se dedican a cultivar y comercializar hortalizas a orillas de la laguna. Ambos sienten una satisfacción enorme cuando cuentan que sus productos se venden en la sección de verduras de diferentes almacenes Éxito en el Valle del Cauca. Esto es posible gracias a AlSur, Alianza hortofruticola del sur SAS, que agrupa a pequeños agricultores de Nariño y los conecta con los almacenes.

A la derecha, Doña Maria Esther mostrando las cremas que hace en su casa y que vende a los turistas que la visitan.

Adriana Martínez, Gerente de AlSur, cuenta que el objetivo de la asociación es contribuir con el desarrollo económico de pequeños productores como ellos. “El Grupo Éxito ha sido un aliado clave desde el principio porque para poder venderles a ellos nuestros productores debieron atravesar un proceso de dos años de capacitaciones para asegurar la calidad de sus productos. Ellos estaban acostumbrados a vender en plazas de mercado y para vender en supermercado los estándares son más altos. Y en ese sentido, se han vuelto más competitivos”.

En alguna ocasión Doña Maria Esther visitó un almacén Éxito en Cali. Por simple curiosidad fue a la sección de verduras y se emocionó al pensar que las lechugas que cultiva a orillas de la laguna en los terrenos aledaños a su casa se venden en un espacio como ese. “A mis 52 años de vida puedo decir que en estas tierras hemos vivido momentos duros, pero también este campo me lo ha dado todo. Estoy segura que quiero seguir cultivando estas verduras y trabajando en el campo hasta el último día que Dios me permita seguir haciéndolo”.

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