Lo que queda es beber hasta morir
Opinión

Lo que queda es beber hasta morir

Por:
diciembre 18, 2014
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Se acaba el año y llegó el momento de celebrar que sobrevivimos. En las casas de empeño los que menos tienen llevan hasta sus lavamanos e inodoros buscando unos cuantos billetes que les ayude a ser partícipes de esta felicidad colectiva. Sí, por un momento nos alienamos y le rendimos culto a una botella. Para mí el niño Dios siempre ha tenido forma de botella.

Que se vengan los días que acá voy a estar parado esperándolos. Uno tras otro los iré derrotando con el poder del licor. Que suenen todas esas canciones que nos hacen llorar, desde El ausente hasta Love in vain, que vengan todas las tías obesas y los padrinos que creíamos muertos, que los vecinos enclaustrados en sus tumbas salgan un momento al exterior y nos impregnen en un fuerte abrazo el olor del pachulí.

Por semana y media enterramos las banderas y nos zambullimos de cuerpo entero en el carnaval. Hace 40 años se bailaba al ritmo de los Asaltos Navideños de Willie Colón, de los porros eléctricos de Lucho Bermúdez, de la parranda propiciada por la Billos. Hoy en día, como si el tiempo se hubiera detenido, se escuchan a lo lejos los ecos de la Araña picúa de Buitrago. Sí, Internet revolucionó la forma de escuchar música, pero en diciembre bailamos lo mismo desde hace cuatro décadas.

La religión no es lo único que une por estas fechas al pobre y al rico, al paraco y al comunista, a los que quieren la guerra y a los que se aferran a la paz, no, el poder de la nostalgia es lo que reviste de esa energía festiva los últimos diez días del año. Entonces por un momento creemos que todas las cuentas se borrarán y que empezará un nuevo conteo, que por obra y gracia del calendario nuestras vidas recomenzarán, los errores se diluirán y dentro de ese cuerpo destruido por los abusos nacerá una nueva persona. Todos esos viajes que nunca hicimos por fin se harán y el trabajo soñado se conseguirá.

Creo que la mejor forma de creer que todos esos objetivos se pueden conseguir en el 2015 es destapar las botellas y beber del pico de cada una. Destapar la botella y cerrarla la segunda semana de enero que es cuando los fantasmas empiezan a salir de nuevo y entonces tendrás el absoluto convencimiento, en medio del guayabo más atroz, que seguimos siendo los mismos miserables de siempre y que nuevas deudas han salido gracias a tu irresponsabilidad y que en vez de inodoro deberás hacer tus necesidades en un pozo séptico.

No, no nos demos ese lujo, bebamos hasta olvidar que existe enero, bebamos como si el 31 de diciembre se celebrara el fin del mundo, combinemos una copa rosada de Cariñoso con un trago de Jack Danielʹs tomado directamente de la botella y probemos todas esas drogas que mamá siempre nos prohibió. Desde algún lugar de la ultratumba, los dioses paganos te lo agradecerán. Vivamos este diciembre como si fuera el último y lloremos por la saudade que nos da el pasado. Pensemos en el lindo marranito que papá degolló para ti cuando eras apenas una niña, papá y sus manos grandes de matarife. Papá era un buen tipo, tenía una mano prodigiosa, hundía el puñal en la garganta y el animal no se daba cuenta de nada. Brindemos por una pila de cerdos muertos asándose, brindemos por todas las balas que se dispararon al cielo y nunca bajaron y por los Años Viejos que están rellenos de pólvora y que explotarán cuando el reloj de la iglesia de las doce campanadas.

Brindemos no, bebamos hasta la última gota de la botella, no importa si es el whisky más caro o el menjurje que nos enseñó a preparar el abuelo Chucho, tomemos hasta quedar ciegos, hasta que todo el confite de las fiestas de anoche y los escupitajos de las esposas borrachas caigan sobre nosotros.

Se acerca el momento de la verdad y los bafles volverán a abrirse a los viejos sones. Las botellas están ahí, en un rincón, anhelando ser destapadas. Al abrirlas no saldrá de ellas un genio sino el gorila que todos llevamos dentro. Déjalo que se abra paso, nadie notará la diferencia. En el baile solo gorilas habrá.

 

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