La fiesta del voto
Opinión

La fiesta del voto

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marzo 03, 2014
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Lo normal será que menos de la mitad de los titulares del derecho acuda a las urnas este 9 de marzo; nadie sabe si los beneficios de ley que reciben afectarán las tasas de participación.Todo indica que en esta temporada los políticos están bajiticos de melodía y el electorado bosteza. Semejante ambiente va en contravía  de la idea popular según la cual las elecciones son fiestas democráticas. Idea que resalta una excepcionalidad sobre la que sabemos poco y menos qué significa.

Por ser tan obvias, no se repara en las técnicas usuales del mercadeo electoral: guiándose por alguna cartografía, los interesados deben armar un combo que lleva música, estribillos, porristas en minifalda; camisetas y cachuchas multicolores; tamales, morcillas, gaseosas y trago. Se espera que el domingo señalado contraten transporte especial y en medio de la algarabía repartan dinero entre quienes hicieron el favor de acompañarlos hasta la urna.Tales combos resultan bicocas al lado de los programas para “erradicar la pobreza” que manejan los gobiernos latinoamericanos en una región del mundo que bate todos los records mundiales de desigualdad social. Paliativos que, recordemos, pagan los contribuyentes. El más vistoso por estos días es el reparto de casas gratis. Los beneficiados van comprendiendo estos mecanismos y no es seguro que voten como quieren los candidatos aprovechados.

La autoridad electoral, que cambia con frecuencia inusitada las reglas de juego, no toca el horario del día de la elección que es de la época de las velas de cebo, antes de la tardía y parsimoniosa electrificación del país. Aunque el horario de ocho de la mañana a cuatro de la tarde baje las tasas de participación, quienes controlan el sistema intuyen que la democracia es manejable con tal que participe alrededor de la mitad de ciudadanos y hasta mucho menos; no quieren indigestarse con exceso de votos.

En estos días preelectorales sobran las promesas, muy elementales, así como las exageraciones en torno a males de siempre como la corrupción presentada como novedad cuando, de hecho, esta marcha imperturbable desde el siglo XVI. Ante la aberración, algunos proponen el voto en blanco masivo, revolucionario. El asunto es empírico; no de principios. De ganar el voto en blanco el próximo 9 habrá segunda ronda de la que automáticamente serán excluidos todos quienes hayan sido candidatos. Y lo mismo aplicaría a las elecciones presidenciales del 25 de mayo.

Es dudoso, empero, que un triunfo contundente del voto en blanco lleve a la revolución instantánea como el café Nestlé. De ocurrir, los lugartenientes arrancan con ventaja en la segunda ronda pues ya están organizados a diferencia de la masa de los electores del voto en blanco. Y ese personal no será mejor que sus jefes ni por habilidades técnicas para manipular situaciones y gente, y operar los tejemanejes de la administración pública, ni por moralidad. Por añadidura, no se ve cómo un golpe de opinión produzca gente toda intachable, disponible, capaz de gobernar el país, que pueda reemplazar al actual grupo de mandamases.

La permanente rivalidad de estos es la ventaja del ciudadano de a pie pues difícilmente surgirá un rey león que engulla a todos. Cosa que sabe todo aquel que ingrese a la selva electoral. Los sobrevivientes pueden llegar a la senectud atornillados a la curul, como esa especie de garañón que recientemente espetó sandeces en un debate sobre derechos fundamentales y causó grave ofensa refiriéndose a los homosexuales; aunque sabía que el exabrupto le restaría votos, calculó que sería más lo que sumaba escudándose en  los valores de la familia. En estos asuntos, y a pesar de la flamante Constitución, Colombia también prosigue en la edad de las velas de cebo.

Es probable que los lectores de medios digitales como Las 2 Orillas sean gentes cívicas, cumplidoras del deber, que votan cuando toca. Verán que casi todos los candidatos están “apelotonados en el centro”, salvo la derecha uribista que busca venganza: contra las Farc y contra el traidor Santos. Este hace lo que puede para defenderse en campaña; por ejemplo, en estos días filtró a la prensa un memorando anodino de Mindefensa destinado claramente a recordar al electorado cómo prosigue con todo rigor la lucha antiguerrillera.

Pero el momento es del señor votante que, tarjetón en mano, premiará y castigará soberanamente. O inclusive castigará por parejo votando en blanco o anulando el voto. Aunque es desaconsejable, si algunos no cumplen la cita en la urna, deben saber que nada grave pasará con la democracia colombiana; absteniéndose, sin embargo, ayudan al conjunto de profesionales de la representación política que, con contadas excepciones, viven y medran del principio democrático.

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