Jim McGovern, el congresista gringo convertido en héroe de los progres colombianos
Opinión

Jim McGovern, el congresista gringo convertido en héroe de los progres colombianos

El representante demócrata logró, aupado por sus aliados criollos, que le montaran al Estado colombiano nuevos "condicionamientos" para las tales ayudas con que hacen tanta alharaca. Y la izquierda feliz

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agosto 02, 2020
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Por estos días, imposible dejar de detenerse en la figura del señor Jim McGovern, representante a la cámara de Estados Unidos. Los medios de comunicación lo han sacado hasta en la sopa y, lo confieso, al comienzo pensé que se trataba de algo importante.

Hasta ahora, la odisea ha consistido en que McGovern logró que la Cámara de Representantes gringa aprobara algunos “condicionamientos” a las “ayudas” de Washington a Colombia, que pueden llegar a “congelarlas” a propósito de los escándalos por las chuzadas del ejército a algunas personalidades del notablato criollo. Lo de las chuzadas es el “condicionamiento” principal porque, además, al paquete también le sumaron “condicionamientos” por temas como el acuerdo con las Farc y las fumigaciones con glifosato.

El hecho, digamos, podía merecer estar en el despliegue noticioso. Al fin y al cabo, se trata de asuntos que han sido objeto de serias preocupaciones de la vida nacional y que, esta vez, estaban siendo tratados en el marco del congreso norteamericano.

No obstante lo que comenzamos a recibir como una información pertinente, de un momento a otro comenzamos a percibirla como algo intencionado, con un cierto tufillo de exaltación eufórica, sobreactuada si se quiere. En medio de la algarabía mediática que armaron, no ha faltado, por supuesto, la periodista que lo entrevistó por zoom y que lo exaltó como al mesías venido de tierras lejanas que por fin llegó a salvarnos del infierno fascista en que, según ella, venimos sufriendo este doloroso y lento incineramiento.

Por momentos la entrevista era patética: la periodista lo miraba -a Mr. McGovern- con esos ojitos con que la Malinche miraba a Hernán Cortés y él la miraba a ella -la periodista- como esos antropólogos setenteros que venían a la selva a fotografiar Nukac Makus.

Mirando con cuidado los recuadros del zoom, no me cabe en la cabeza que alguno de los dos se haya visto seducido auténticamente por el otro. Me late que solo se trató de la impostura de que forma parte esa escuelita periodística que convierte cualquier estupidez en algo magnífico, con la sola condición de que esa estupidez le sirva como garrote para hostilizar a sus contrincantes, que muchas veces no son más que sus malquerientes.

Esta vez se trató de que un congresista gringo logró, aupado por sus aliados criollos, que le montaran al Estado colombiano unos nuevos condicionamientos para las tales ayudas con que vienen haciendo tanta alharaca desde hace decenios. Y la izquierda feliz.

Eso me hace recordar, ni más ni menos, cuando vemos los rostros, también mustios, de los líderes de derecha criollos cuando se fotografían al lado de algunos congresistas republicanos de sus afectos diciendo cosas que les convienen a sus agendas internas. Y la derecha feliz.

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No les importa con quién se alían ni para qué, ni a qué costo, con tal de mostrar aliados que supuestamente contribuyen a rodear de “legitimidad internacional” sus visceralidades internas

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Lo que en ambos casos molesta es el descriterio y la falta de sentido de dignidad nacional cuando supeditan los intereses internacionales a las broncas propias de eso que ahora se llama la polarización política nacional. Pareciera que no les importa con quién se alían ni para qué, ni a qué costo para Colombia, con tal de mostrar aliados que supuestamente les contribuyen a rodear de “legitimidad internacional” sus visceralidades internas.

Es apenas natural que los colombianos, aquí adentro y entre nosotros, busquemos hacer justicia y superemos dramas que atentan contra la democracia tales como las interceptaciones ilegales y el narcotráfico y la impunidad y las violaciones sexuales y la corrupción y la injusticia social. Pero es urgente que nuestros problemas vuelvan a ser problemas por resolver y que dejemos de utilizarlos como garrotes con qué descalabrar a los contendores. A veces uno observa a dirigentes políticos que se frotan las manos cada vez que ocurre un nuevo dolor. Es como si se ganaran la rifa en el Halloween de la política nacional.

Y cuando uno se sale de la algarabía mediática y de la tal polarización y va a ver de qué se trata...

Esta vez quieren ponernos a los colombianos -porque el Estado es de todos- unos nuevos condicionamientos. Porque, en términos reales, condicionamientos siempre han existido.

Y dicen que son condicionamientos para la “ayuda” que dicen que es de 50 millones de dólares. Es decir que nos van poner a hacer más tareas y a poner más penitencias para que nos den 50 millones de dólares.

50 millones de dólares que no alcanzan a ser ni un huevito y que nos los cacarean como si con eso nos salvaran de una ignominia insuperable.

Nosotros los colombianos ponemos prácticamente toda la plata y todos los muertos y los dolores de nuestras luchas y de las que nos han impuesto. Y con 50 millones de dólares o con 100 o con 200 o con no sé cuánto, pero nada importante, se han sentido con el derecho de darnos órdenes y de ponernos a presentarles reverencias como si fuéramos unos muchachitos.

Y las izquierdas y las derechas felices. A veces parecieran unas religiones de la indignidad.

Aquí, para ganarles la pelea a las mafias y a las chuzadas y a la corrupción y a la injusticia no necesitamos ni un fusil más, ni un helicóptero más, ni un dólar más.

Lo único que se necesita es dignidad. Eso que se pierde cada vez que vamos como limosneros a rendirle pleitesías a cuanto pelagato nos muestra un dólar.

¿Será que aquí no hay un solo dirigente político que se pare y, en nombre de todos nosotros, le diga al congreso gringo que no le aceptamos ni sus condicionamientos ni su plata, y que más bien nos sentemos a hablar entre dos naciones respetables?

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