Habitar la ciudad
Opinión

Habitar la ciudad

¿Cuáles serían posibles claves de un nuevo diseño del habitar urbano en Colombia? Va aquí un intento de respuesta a esa pregunta

Por:
julio 14, 2023
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Hagamos por un momento memoria de lo que pasa en nuestras ciudades en estos tiempos. Seamos sinceros, el panorama de lo que vivimos es desolador; por instantes pareciera que quienes vivimos en la ciudad no fuéramos conscientes de ello y que nos hemos adaptado de una manera alienada al mal vivir. También es cierto que en medio de esos panoramas hay expresiones de renovación de la mirada y de un programa alternativo, pero son muy pequeños y dispersos esos esfuerzos, para llegar a ser referidos como movimientos transformadores en el corto plazo. Exploremos algunas pistas de lo que acontece.

Tenemos ciudades fracturadas que no se tocan, que han roto sus puentes internos y externos; el norte de Bogotá, Cali al sur y un poco al norte, Medellín con su Poblado exclusivo, Barranquilla con su malecón, para solo nombrar algunos paisajes urbanos, son islas exclusivas, cercadas en medio de mares de trancones, deficiencia en servicios y pugnas por acceder a oportunidades económicas, sociales y culturales que se perciben agotadas. La imagen es de archipiélagos que medran en el tiempo aplazando su deceso; prima la desconfianza y el miedo. Esto sucede porque hay conflictos que se han querido soslayar: la desigualdad, el racismo, la exclusión, la violencia y a fuerza de no hacer nada frente a ello, nuestros entornos se han tonado en paranoia y esquizofrenia colectiva, mientras la mayoría de las autoridades observan para otros lados. La mirada desarrollista nos conduce al error de construir por construir, a veces monumentos para atraer turistas, a veces vías para que vayan más rápido los carros, los negocios, las mercancías y las multitudes desaforadas a comprar al debe, pero sin preguntarnos por el habitar y sin presentar alternativas respecto a demandas vitales más urgentes.


Nuevas socialidades y cuerpos urbanos emergen, pero también nuevas exclusiones y violencias


La política en las ciudades ha persistido en la lógica administrativista y en la maquinación electorera para el control de los cuerpos burocráticos; la vivencia masiva de la urbe moderna está hecha añicos a la luz de la emergencia de la ciudad informacional y en el otro polo, de la ciudad informal popular que subsiste en los bordes y escasamente ruge cuando no soporta más los rigores de la exclusión y el olvido. Nuevas socialidades y cuerpos urbanos emergen, pero también nuevas exclusiones y violencias, asuntos estos que no se logran abordar por parte de una institucionalidad privada y pública que está en sus propios parnasos, de espaldas a la vida dura del rigor citadino, con sus barrios, calles y avenidas en mal estado, con sus parques y canchas descuidadas; lugares todos marcados por el sentimiento de extrañeza, por el uso precario, por la protección frente a los otros que nos ha colonizado, por la vacuna frente a lo otro y a los otros.

Planteado este asunto, se pregunta entonces ¿Cuáles serían posibles claves de un nuevo diseño del habitar urbano en Colombia?, va aquí un intento de respuesta a esa pregunta para animar nuevas conversaciones, que están basadas en emerger y ver crecer huertas urbanas, ollas comunitarias, emprendimientos económicos solidarios, autoconstrucción de viviendas, grupos de comunicación popular, iniciativas de encuentro y arte juvenil, grupos de ajardinamiento vecinal, asociaciones de cuidado de los ríos y humedales, eco barrios, pero también sororidades de mujeres, luchas LGTBIQ+, asociaciones de familias por los derechos de la infancia e iniciativas de reconocimiento étnico; todas ellas expresiones de movimiento social urbano por el derecho a la ciudad:

  1. Podemos darnos la oportunidad de ensayar otros caminos. Lo que se ha hecho no ha funcionado suficientemente, en muchos casos ha llevado a la tristeza de la vida urbana. Necesitamos leer este momento histórico y reconstruir con más sentido compartido las experiencias de producir, habitar, consumir, relacionarnos en la ciudad. El momento está lleno de grandes enigmas y retos, en medio de cambios generacionales, se exige mucha creatividad y sentido de los bienes comunes frente a evidentes riesgos y vulnerabilidades climáticas y socio ambientales, generadas por el agotamiento productivista y civilizatorio.
  • El diseño de alternativas de ciudad implica la atención a la vida cotidiana, profundizar en el conocimiento que tiene el habitante urbano de las propias experiencias y de las implicaciones colectivas de las prácticas ordinarias y comunes. Nos toca deambular, perdernos por las calles y comunidades, escuchar, oler, tocar, saborear, ver, sentir los ambientes y las percepciones que los habitantes tienen sobre su estar ahí, tratando de salir de las etiquetas y lugares convencionales. Debemos desacomodar la mirada individualizada a la que estamos acostumbrados, superar el sentido domesticado del trabajo y del consumo desaforado que nos lleva por las estrechas calles de la suntuosidad, en conflicto con las grandes avenidas de la escasez y la usura.
  • Quizás entonces encontremos que en las prácticas cotidianas hay saberes y búsquedas ordinarias que portan salidas en algunos casos adaptativas y en otras con vocación de cambio transicional para revertir la crisis urbana, que vale la pena potenciar y compartir, para visualizar otros ambientes más parecidos a los anhelos colectivos, a partir de reconocer las complejidades vitales de las gentes. Otras miradas y diálogos pueden permitir superar los mismos diagnósticos trasnochados que generan rutinas dolorosas y gastos inoficiosos del presupuesto público en obras y servicios que no dan cuenta de las demandas contemporáneas de la vida en la ciudad, para situarnos en la tarea de retejer los vínculos y relaciones ambientales, urbanísticas, productivas y culturales de una forma más cuidada y hospitalaria de vivir en la diferencia.
  • Para avanzar en ese sentido es necesario formar espacios abiertos de aprendizaje, que permitan gestar nuevos conocimientos y herramientas indispensables para el habitar urbano hoy. Urge ir en la vía de cocrear alternativas de ciudad en torno a lo necesario, que no se apoyen en la perspectiva convencional del desarrollismo anclado en la simpleza de lo constructivo, ni en la mirada exclusiva de experticias y tecnocracias; necesitamos abrirnos a nuevos talleres de ciudad para que emerjan experiencias compartidas de goce en la territorialidad, para aprender y reaprender a  jugar en la diferencia y a compartir los saberes y lugares urbanos.
  • Tenemos la tarea de recrear las prácticas de la vida social en relación con poderes, decisiones y agendas públicas envejecidas, garantizando un nuevo direccionamiento de las políticas de lo común, para que prime un sentido renovado del habitar; para ese propósito es fundamental reconocer las señales de las comunidades emergentes en todas sus formas y escuchar más los movimientos sociales en un continuo proceso de composición y adaptación entre los múltiples intereses ciudadanos. No se trata de alejarnos de la materialidad constructiva de la ciudad y de su mantenimiento, como sí de garantizar formas que apropien espacios y lugares para facilitar buen vivir y encuentro.

En estos asuntos estamos lentos, aunque algunos son obvios y circulan colectivamente; por eso la invitación es a fortalecer la sensibilidad por lo común, diseñando colaborativamente otros modos de estar y habitar nuestras ciudades-región, para evitar que la gobernabilidad mafiosa, nos mantenga en la misma fábula de miedos urbanos, desconfianzas ciudadanas, gregarismos clientelares y personalismos politiqueros.

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