Gasto público, o cómo combatir la pobreza y la desigualdad

Gasto público, o cómo combatir la pobreza y la desigualdad

El Nobel de Economía ataca esa idea de ser amable con los ricos e indiferente con los pobres, porque "al final, la mano invisible del mercado generará crecimiento"

Por: Mauricio Javier Díaz Beltrán
julio 12, 2023
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Gasto público, o cómo combatir la pobreza y la desigualdad

En su artículo La desigualdad es un lastre[1], el premio Nobel de Economía Paul Krugman ataca la idea, tan defendida por la ortodoxia económica occidental y, en particular, por el fundamentalismo de mercado, según la cual el ser amable con los ricos e indiferente con los pobres, porque a la larga la mano invisible del mercado (o la peste) se encargará de ellos, es la clave de un crecimiento económico más acelerado.

Sin embargo, pese a estar inherente e incluso causalmente relacionados, el concepto de crecimiento económico no es sinónimo de desarrollo económico. Mientras el primero hace referencia al aumento de la riqueza (PIB real, acervo de capital, tenencia de divisas), el segundo parece apuntar más a la riqueza cómo o para qué (esperanza de vida al nacer, nivel de alfabetización de la población, índice de Necesidades Básicas Insatisfechas ―NBI―). El crecimiento bien podría ser medido positivamente por el hecho de que, en cierto periodo de tiempo, el decil superior de la población según ingresos (el 10% más rico del país) vea incrementar sus rentas, pero esto no necesariamente significa desarrollo. Por otro lado, el que cada vez más ciudadanos y ciudadanas superen la línea de pobreza nacional y el que la desigualdad disminuya sí implica desarrollo. Sin embargo, no se puede perder de vista el hecho de que sin cierto nivel de crecimiento económico no puede haber desarrollo, y, a su vez, tener una economía desarrollada suscita, o posibilita, cierto nivel de crecimiento económico, so pena del concepto de convergencia económica.

El Estado y el gasto público (política fiscal) constituyen, respectivamente, un agente y una herramienta tanto para el crecimiento como para el desarrollo económico. De hecho, en rescate de los modelos de crecimiento exógeno, hacia los años 90, académicos especialistas en la materia[2] propusieron al gasto público como un factor de crecimiento endógeno. Así mismo, respecto a la arista de desarrollo económico, existe evidencia que demuestra que el gasto público es un mecanismo efectivo para la cerrar brechas de desigualdad y luchar contra la pobreza.

En lo que a esto concierne, existen dos series de datos históricos en Colombia que resultan reveladoras. La primera muestra la tendencia opuesta que ha seguido el gasto público del Estado colombiano y el porcentaje de la población que vivía por debajo de la línea de pobreza monetaria de $ 1,90 USD diarios, lo que en principio haría pensar que estas variables sostienen una relación inversa, cosa que se comprueba al hacer pruebas de correlación; es decir, que la pobreza haya disminuido, en parte, ha sido producto de que el gasto público del Estado colombiano ha aumentado[3]. La segunda es la serie de la razón entre las variaciones porcentuales del volumen de rentas nacionales que acapara el decil superior de la población (el 10% más rico de Colombia) y las variaciones porcentuales del PIB, la cual es estacionaria. En este caso, a partir de la estacionariedad de la serie, se puede concluir que, cíclicamente, las rentas del decil superior se han mantenido relativamente estables a lo largo del tiempo, no siendo este el caso de la evolución del PIB ni de la política fiscal. Lo anterior indica dos cosas: 1. que, más allá de lo que suceda con el rumbo de la economía nacional o con las decisiones fiscales del Estado, la riqueza sigue estando fuertemente concentrada y 2. que el somero cierre de la brecha de desigualdad funciona de abajo hacia arriba: más que redistribución de la riqueza, hubo generación de riqueza que, en una medida ligeramente mayor, hizo menos pobres a los deciles inferiores que más ricos a los superiores. La redistribución de la riqueza sigue siendo una deuda por saldar.

[1] Véase: https://elpais.com/economia/2014/08/08/actualidad/1407505967_829330.html

[2] Romer (1990), Barro (1990), Weil (1992).

[3] Esta correlación inversa también se cumple, aunque en menor medida, al enfrentar el gasto público con el coeficiente de Gini.

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