En el centro de Cali no hay por dónde caminar

En el centro de Cali no hay por dónde caminar

El número de vendedores ambulantes va en aumento. Se estima que hay entre 8000 y 10.000. La pobreza lleva a que millares de personas le pongan la “trampa al centavo”

Por: Fernando Alexis Jiménez
septiembre 16, 2019
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En el centro de Cali no hay por dónde caminar

“En Colombia el que se muere de hambre es porque quiere. La plata está hecha y hay que rebuscársela”. Mario Alberto Ojeda es uno de los centenares de vendedores ambulantes que invaden los andenes del centro de Cali. Con estas breves palabras definió su filosofía del rebusque. Lo hace cerca de la plazoleta de San Francisco hace 15 años, cuando lo despidieron de una empresa productora de llantas.

“De la noche a la mañana me vi en la calle. Con mujer y dos hijos, arriendo y otras cuentas por pagar, la pena se fue muy lejos y comencé vendiendo peinetas, cordones y cuanto pude comprar con la liquidación del trabajo”. Él, que comenzó extendiendo un telón para ofertar sus chucherías, hoy tiene un quiosco y dice, sin dudarlo, que el espacio lo vendería mínimo en diez millones de pesos.

Dice que pese a los controles que infructuosamente ha querido establecer la alcaldía —un tema del que no hablan los candidatos, por supuesto—, está a la expectativa de la aplicación de la Ley 1988 expedida el pasado 2 de agosto que establece los lineamientos para la formulación, implementación y evaluación de una política pública de los vendedores informales.

De la mano con esta ley, se han incrementado los vendedores en las treinta manzanas que concentran el comercio alternativo de la capital vallecaucana.

“Los políticos están alentando las ilusiones de muchos. Puro proselitismo. Por ese motivo se están montando todo tipo de negocios. Todos quieren quedar amparados por la formalización”, asegura Mario Alberto, quien confía en los años de permanencia que tiene en su punto, para ser uno de los primeros en beneficiarse.

Pero, igual, la competencia se ha vuelto despiadada. Hay todo tipo de mercancías, incluso de Halloween, para el alumbrado y navidad, pese a que nos encontramos apenas en septiembre. De hecho, en las emisoras capitalinas ya se están escuchando los tradicionales melomerengues. El propósito es vender lo que sea a como dé lugar. Es la batalla del rebusque…

Una invasión progresiva en el centro

Caminar por las calles del centro de Cali resulta imposible. Es una aventura extrema. Y si se quiere algo de movilidad, hay que hacerlo por las vías, lo que explica los accidentes. En el afán de avanzar, ni carros ni motos ni ciclistas respetan a nadie. Basta que usted quiera desplazarse, por ejemplo, en la carrera 8 entre calles 13 y 15, para que lo compruebe. El de los vendedores ambulantes, es un problema que la ciudad comparte con las principales capitales del país.

Con un índice de 12.6% de desempleo según el Dane, es apenas que cada día surjan nuevas expresiones de rebusque en un propósito indeclinable de ponerle la trampa al centavo.

Mientras que en las principales capitales del país se estima en 33.858 vendedores informales, en Cali se estima que hay alrededor de 7.000 mil. ¿Por qué tan alto el número? Por tres ingredientes esenciales: el galopante incremento del desempleo, el aumento del desplazamiento de víctimas del conflicto hacia Cali provenientes de todo el corredor del Pacífico colombiano, y el arribo incesante de migrantes venezolanos.

“¿Cómo quiere que no hayan tantos vendedores si no hay trabajo? Oigame a mi tío. ¿Quiere que me alimente viento molido y aire licuado? No, qué va. De hambre no me voy a morir como los fakires.” El hombre estaba molesto cuando me vio tomando fotos. Cuando me preguntó para qué, le dije. Y se enojó. Lo comprendo. Cada mañana se levanta con un objetivo: ganarse lo del día, para él y su familia. No cruzamos muchas palabras, pero su rabia y frustración lo dicen todo.

Focos del hacinamiento

Los mayores focos de hacinamiento se aprecian en las carreras 7, 8 y 9 y en las calles 13, 14 y 15. En una sola cuadra hay hasta 30 negocios. No tienen más de un 1.20 cuadrado, pero es espacio que le restan a los andenes para transitar.

Esta situación favorece los robos en la modalidad del cosquilleo, al tiempo que algunos de los comerciantes callejeros aseguran haber caído bajo las garras de dos clases de delincuencia: los agiotistas gota a gota y los extorsionistas. “Si uno vende bastante, cobran hasta treinta mil pesos por mes. Están pendientes del movimiento de clientes y vienen con el cuento de que esa cuota es para brindarle seguridad. Si uno no paga, ellos mismos mandan los ladrones”. Lucía N, vende maletines de cuero en la carrera 6 con calle 13. Le inquieta que todos sepan del asunto y nadie diga nada, por temor a las represalias.

La metamorfosis del centro de Cali

Entre las seis y ocho de la mañana, muchas vías están despejadas, salvo los almacenes de la calle 13 que congestionan la movilización con cajas y camiones para descargar sus mercancías. Después comienza la metamorfosis. La afluencia de compradores aumenta, y con los transeúntes, las dificultades.

La imposibilidad de desplazarse, se prolonga hasta las siete de la noche. Unos se van a casa, otros se “truenan” con aguardiente. Es común entre algunos vendedores. “Se beben lo poquito que consiguen”, dice alguien, camino a una estación del transporte masivo. Puede que sí, puede que no. Quizá lo hacen para olvidar el drama del que no han podido escapar hace muchos años: la pobreza que se alimenta de las ilusiones, la misma que los políticos no resuelven, aun cuando se encuentren en campaña y prometan el oro y el moro.

Reubicación que no termina en nada

Las diferentes administraciones en Cali se han fijado el propósito de promover planes de reubicación de los vendedores ambulantes, pero no han concluido con final feliz. Un ejemplo es la iniciativa lanzada en el 2017 que terminó en “veremos”.

A mediados del 2018 se anunció la caracterización de los informales para saber qué hacer, pero en julio de este año, el concejo de Cali advirtió que no había recursos para emprender el programa. En otras palabras, nada.

Las ventas públicas informales en Cali están reguladas por el Acuerdo Municipal 0424 de 2017 que contiene la política pública. El proceso que está a cargo de la Secretaría de Seguridad y Justicia. La caracterización tiene un costo aproximado que rebasa los $1.200 millones. No hay plata. En otras palabras, es tanto como tener la abuelita en la China, no saber hablar mandarín y, de paso, que no le aprueben el crédito para comprar los tiquetes del viaje.

Expresiones de organización de los informales

Los comerciantes informales han constituido un sindicato, único en su género en Colombia. Lo denominan Asociación de Vendedores Independientes Ambulantes (Asoviab).

Nohora Girarlo, una de sus líderes, reconoce que la reubicación fue un fracaso total desde un principio. “Yo estoy de acuerdo con que los vendedores retomen las calles porque al menos pueden vender para un almuerzo. El gobierno no ha entendido que el vendedor no es que quiera estar en las calles, lo que pasa es que no tiene garantías”, aseguró.

En Cali, el Sindicato de Trabajadores, Vendedores Informales y Estacionarios de Cali (Sintraviencali), asegura no se opone a la regulación del espacio público, pero advierten que los operativos no deben ir acompañados con las arbitrariedades.

Por su parte, Francisco Barco, representante de comerciantes del centro de Cali que si no se sabe a ciencia cierta cuántos son los informales, no se podrán tomar medidas y si no hay control, cada quien hace lo que quiere con el espacio urbano que pertenece a todos. En su criterio, es un asunto sobre el cual se deben tomar medidas urgentes.

Los candidatos no dicen nada

Comprendo que mi amigo Horacio Duque, promotor de las propuestas de Jorge Iván Ospina, y sus émulos en las otras campañas muestren las iniciativas que desarrollarán los caudillos en la “Cali de las maravillas” si alguno de ellos gana, lo cierto es que —revisando sus planes programáticos— ninguno tiene un diagnóstico claro sobre los vendedores ambulantes y propuestas que aborden este problema social. Si es así, que lo muestren.

Lo que sí han hecho es recorrer las calles entregando propaganda. Reparten sonrisas a diestra y siniestra, propaganda y palmaditas en la espalda. “Espérense que apenes llegue a la alcaldía, los ayudo”. Todos repiten lo mismo. Como si se hubiesen puesto de acuerdo para repetir el discurso.

Entre tanto, hoy repetí más de cien veces “me da un permiso, por favor”, mientras me abría paso en la enorme selva de cemento del centro de Cali, invadida por vendedores, mientras iba de camino a la oficina.

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