Crónica gourmet para el desenguayabe

Crónica gourmet para el desenguayabe

El clásico Levanta-Muertos está en Lourdes.

Por: Andrea Mor
junio 25, 2013
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Crónica gourmet para el desenguayabe

El clásico “levanta-muertos” era mi único deseo ese domingo a las 9 de la mañana.  Así que omití la ciclo-vía por culpa de las secuelas de la fiesta, me armé de valor y me levanté a prepararme un caldo de costilla, papa y cilantro picado.  Pero OH SORPRESA! Como en cualquier apartamento de soltera que se respete no había, como dicen las mamás, “ni para hacer un caldo”.

Cerca de mi casa, la posibilidad de desayunar es infinita… Un brunch de 60.000 pesos o almojábana y café en leche por 3.500… Yo quería mi caldo y lo encontré.  Atravesé la plaza de Lourdes que un domingo tiene más palomas que de costumbre, la gente sale y entra a la iglesia y muchos se toman fotos con el famoso pony de peluche que deambula hace años por estas calles.

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En la mitad de la 63 , arriba de la 13 encontré lo que tanto anhelaba un “desayunadero”, que me recibe con un señor afuera dando degustación de mini pan de bonos, asegurando que eran mejor que en la “sucursal del cielo” y bueno, con todo el respeto que se merecen los caleños, la competencia está dura.   El lugar estaba lleno, pero conseguí puesto en la barra…frente a los pan de bonos recién salidos del horno.

Se acerca una señora y me pregunta qué se me ofrece.  Le pedí un caldo y ella me cuenta que el caldo de costilla viene en “combo” con huevos al gusto, pan blandito y café por 7.500 pesos.   Yo le hice mis variaciones y en vez de chocolate, café o jugo de naranja le pedí una pony malta, adicioné dos pan de bonos y le pedí que con el caldo me trajera un limón partido por la mitad (herencia de mi abuela para acompañar cualquier tipo de sopa, excepto el ajiaco).

Mientras esperaba mi desayuno hice lo que siempre hago, tomar fotos que me parecen interesantes y observé a la gente.  La mayoría eran personas recién bañadas, en familia, en mesas de 4 se sentaban 6 y así… Había una mesa de tres señores que seguramente superaban los 75 años y después de tomarse el caldo, empezaron a jugar dominó… la fotografía del lugar me encantó y sobretodo me cautivó el hecho de que todos estábamos allí para desayunar pero las razones por las cuales habíamos llegado al mismo lugar, eran distintas.

POR FIN! Dije mentalmente cuando llegó mi manjar… Una vez tengo  todo en la mesa, la señora me pone al lado una comanda que indica qué pedí y el precio total, como quien dice “aquí nadie me hace conejo” , punto para este lugar,  me encanta la autenticidad al cobrar.

Todo estaba hirviendo y el olor a cilantro me hizo arriesgarme a no esperar a que se enfriara y como era de esperarse, me quemé.  Pero valió la pena. El pequeño espacio que tenía en la barra estaba justo para sostener todo lo que iba a comer.  Los huevos con cebolla y tomate estaban jugosos pero cocidos, deliciosos.  Y como les dije antes, el pan de bono puede ir a un guiness record por la suavidad, el color, el olor y por supuesto el sabor típico colombiano.  “Esto es Colombia en la mesa”, pensaba… Y agradecía por disfrutar con tanto gusto un plato muy popular y que para muchos puede ser tomado como “por salir del paso”.

Lo que más me gustó es que todo estaba tal cual lo pedí, ni siquiera tuve que echarle más sal a los huevos ni tampoco pedir que me trajeran más servilletas…tenía hasta el platico para sacar la costilla y cortarla en trocitos!

Saqué mi celular y en twitter puse una foto con una descripción que decía “caminar menos de 3 minutos y encontrarme con esto… #deliciadedelicias”

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Y así fue, mi desayuno estaba perfecto, tal vez un poco excedido para mi estatura pero ni mandado a hacer para mi estómago… Comí con alegría y mucho más feliz, pagué la cuenta… pidiendo tres pan de bonos más para llevar (el día apenas comenzaba).

El caldo de costilla es un plato que todos conocemos, que seguramente todos los colombianos hemos probado… No importa dónde se lo tome o si le vale 2500  u 8000, lo que realmente importa es que no se le olvide de dónde viene, de lugares así, que abren sus puertas todos los días sin medir cada cubo de la papa cortada, ni si fueron dos o tres lulos los que se fueron para la lulada de la mesa de la esquina… Un lugar cuyo dueño está ahí, siempre, que conoce a sus clientes por su nombre, que sabe cómo le gusta el tinto.  Estos lugares me hacen sentir feliz de cocinar como cocino… Me reiteran que, si bien la ambición y pretensión a la hora de decidir de qué vivir son importantes, la pasión que le impregno a lo que hago, es invaluable.

Este fue mi primer domingo en “Salón de Onces- Lourdes”, pero no el último… Me he vuelto cliente frecuente y el dueño ya se sabe mi nombre y recuerda que me gusta el jugo de tomate de árbol bajo en azúcar.  Un lugar que le recomiendo que conozca, pruebe, deguste y decida si lo cautivó como a mí…

 

Salón de Onces Lourdes

Calle 63 #11-75

 

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