El maestro, la escuela y la familia en medio de la pandemia

El maestro, la escuela y la familia en medio de la pandemia

Análisis de las condiciones derivadas de las medidas gubernamentales adoptadas para afrontar desde la educación y la vida en casa una pandemia inesperada

Por: María Cristina Orozco Lugo
mayo 21, 2020
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El maestro, la escuela y la familia en medio de la pandemia
Foto: Pedro de Ursúa

Este año, el día de la maternidad y el día del maestro, transcurrieron de manera diferente para todos, la pandemia que todo ha sacudido en el planeta, impidió las tradicionales celebraciones propias de éstas fechas en los hogares y en las Instituciones Educativas. Para los que decidimos ejercer la hermosa profesión de  educar, superar la distancia con nuestros estudiantes, el espacio físico propio de las aulas y el clima de las mismas, ha sido el mayor reto. Hacer de la casa el nuevo escenario pedagógico y pasar del encuentro personal al  remoto, mediado por la tecnología (mal llamada virtualidad),  por las guías o alguna otra creativa estrategia que permita garantizar el derecho a la educación y seguir adelante en medio del caos del Covid 19, que ha cuestionado los paradigmas existentes y ha hecho temblar todas las estructuras que muchos creían inamovibles.

Las tradiciones familiares cambiaron, ya no hay que despachar  los hijos a la escuela, no hay que temerle a perder la ruta o llegar tarde a recogerlos, ahora debemos levantarlos a conectarse, si es posible; hacer llamadas, revisar el correo y el Whatssap, leer las guías y entre todos como un gran equipo ayudarles a desarrollar autodisciplina, aprendizaje autónomo y construir otros conocimientos más importantes para sobrevivir al virus, al encierro, al miedo y al estrés que todo esto puede generar.

Los maestros de la educación pública y privada, al igual que los campesinos que garantizan los  alimentos en la ciudad, somos los que transmitimos pedagógica y didácticamente la esperanza de posibles cambios para estar mejor; los maestros les permitimos a nuestros estudiantes soñar, viajar a otras realidades, dialogar con seres de otras épocas  a través de mágicas lecturas;  les abrimos los ojos a la realidad del mundo desde las ciencias sociales, con el conocimiento tan importante de la historia, pero no esa de nombres, fechas y hechos descontextualizados, sino la que nos  permite reflexionar, cuestionar, criticar, proponer y actuar en el marco de una ciudadanía con memoria  y capaz de construir colectivamente otro mundo posible, más justo para todos.

Los maestros les enseñamos a nuestros estudiantes a  amarse a sí mismos auto-cuidándose y a amar al prójimo cuidando de los otros y respetando  toda forma de vida; con nosotros aprenden a observar,  indagar, preguntar, investigar y formular soluciones para su  entorno desde las ciencias naturales. Somos los maestros los que desde la matemática, tan necesaria e importante como las otras áreas, les hacemos ver la importancia de  sumar y multiplicar las  buenas acciones,  les explicamos  la necesidad de dividir lo poco o mucho que se tiene para poder compartir con otros, con ella aprenden que de nada sirve acumular riqueza si no hay familia ni amistades para disfrutarla.

Pero además, los maestros con la familia y el ejemplo, enseñamos lo que significa ser ético, responsable, comprometido y solidario. Somos los maestros los que les enseñamos a ubicarse geográficamente, a  valorar y amar el  territorio y el legado de nuestros ancestros. De la mano de los maestros, los estudiantes descubren sus potencialidades artísticas, deportivas. Precisamente por ello, hoy con pandemia o sin ella, los maestros somos tan necesarios como las aulas y la familia, para la  sociedad. Desde luego, la escuela, los niños, niñas y jóvenes son y serán nuestra razón de ser.

Sin embargo, no solo puedo analizar la parte romántica de nuestra profesión, debo agregar el análisis al  contexto en el que desarrollamos en Colombia la docencia, pocos quizá conocen en detalle las dificultades diarias de los maestros y poco  se valora la profesión docente, de hecho, la mayoría de los bachilleres y jóvenes de Colombia no quieren, ni sueñan hoy con ser maestros y otra parte de la sociedad cree que nada hacemos. Por ello, es importante que la sociedad conozca  las precariedades con las que trabajamos la mayoría de maestros bien sea desde las aulas rurales o urbanas, privadas o públicas, situaciones que se han profundizado  en medio de éste confinamiento obligado por razones sanitarias.

Las familias y estudiantes deben saber que en pleno confinamiento los maestros hemos asumido sobre  nuestros hombros el costo del internet, equipos tecnológicos y la sobre carga laboral que ha implicado el diseño de material casi que personalizado para nuestros estudiantes, que tienen situaciones muy diferentes en sus hogares, incluida la discapacidad mal entendida y poco atendida en muchos hogares. Los maestros debemos superar en lo posible todas esas barreras, donde la principal es la pobreza que no permite a nuestros estudiantes estar en cuarentena con la garantía de poder satisfacer necesidades básicas primarias como alimentos, servicios públicos domiciliarios, la conectividad y el computador para la realización de las tareas, con la tranquilidad que daría la igualdad de oportunidades.

Indudablemente hay una deuda histórica por parte del Estado con la educación, los maestros y con las poblaciones más vulnerables, deuda que ha quedado vulgarmente expuesta, con la pandemia. En pleno  siglo XXI, en Colombia la conectividad es precaria en la ciudad y casi inexistente en lo rural. Todavía hay lugares sin energía eléctrica, sin alcantarillado y sin agua potable y urge la reforma constitucional al  Sistema General de Participaciones SGP, pero al gobierno eso no parece interesarle, ni antes, ni en medio de la pandemia.

Como si fuera poco, en el marco del estado de excepción, mucha de la legislación que se ha expedido por parte del gobierno del presidente Duque, le apunta a  seguir favoreciendo como siempre al sector financiero y se ensaña en querer arrasar con los derechos conquistados por los trabajadores a lo largo de históricas luchas. Este gobierno que representa claramente los intereses de los más ricos, arremete en medio de la crisis contra la clase obrera con una propuesta de reforma laboral y pensional a su acomodo para consolidar mientras estamos confinados, su  nefasto Plan Nacional de Desarrollo, tan cuestionado por las Centrales Obreras, Fecode y otros sectores sociales en el marco del  paro iniciado el pasado 21 de noviembre de 2019.

Los estratos uno y dos tampoco han recibido las ayudas que el gobierno se comprometió a garantizar y que debería priorizar en cuarentena, como si fuera poco, a consecuencia de la leonina ley 100 de 1993, todos los colombianos hoy padecemos un pésimo servicio en  salud, que hace más preocupante el número de contagios que sigue creciendo en el país, pues la salud como todos los derechos fundamentales se convirtieron en  mercancía.

En el contexto departamental, la situación de los maestros de Cundinamarca, tampoco es un paraíso, hoy se les adeuda a muchos el pago de Cesantías parciales y definitivas, solicitadas hace rato; también hay mora en el pago de pensiones por salud, en el pago de las dotaciones 2019 y 2020, deudas en retroactivos de ascenso y nivelación, así como zonas de difícil acceso y el pago de algunos salarios que inexplicablemente se dejó de pagar a algunos maestros.  A ello hay que sumarle durante este tiempo de trabajo remoto y/o “virtual” desde casa, el estrés que vienen generando la exigencia de “evidencias” del trabajo realizado con el diligenciamiento de  formatos y organización de carpetas, así como la exigencia de algunos directivos docentes de subir notas en plataformas y otras situaciones que a leguas evidencian el desconocimiento y la incomprensión de la condición de anormalidad en la que estamos laborando, situación que desgasta la salud de los maestros, directivos docentes y que nada positivo  le aportan al manejo de la pandemia  que padecemos.

Algunos maestros en ese afán de mostrar su trabajo, están exagerando en las guías que asignan a sus estudiantes y  de paso se estresan ellos y a las familias de sus estudiantes. Al parecer en este remolino  de presiones se olvida  que la evaluación va mucho más allá de calificar y subir  notas. En estas circunstancias, cuando no existe igualdad de oportunidades para todos, una pretendida evaluación justa y objetiva, lo que hace es profundizar y hacer sentir más fuerte las diferencias. ¿Cómo le vamos a “calificar” y pedir  resultados similares a un alumno que tiene en su casa apoyo familiar, alimentos asegurados, computador, internet, materiales; frente a otro que no cuenta con ninguna  ayuda, no tiene alimentos, menos computador e internet y además, padece violencia intrafamiliar?. Todo este caos y su mal manejo pretendiendo una normalidad que no existe, puede terminar en que las  familias prefieran retirar a sus hijos de las instituciones educativas, o los chicos prefieren desertar, con tal de  tener algo de paz.

Con todo este panorama, el gobierno más preocupado por la economía de los ricos que por la vida misma, ha ido sacando del confinamiento a muchos sectores y anuncia para agosto el regreso a las aulas. Aquí es claro que el gobierno olvida que en su poca inversión en cobertura, la mayoría de aulas públicas tienen hacinamiento (40 y más estudiantes) sería muy difícil garantizar la distancia social, y preocupa  que  no se vislumbra  todavía una vacuna contra este virus, pero además que  las instituciones educativas con sus precarios presupuestos no podrían ofrecer condiciones plenas de bioseguridad. Así las cosas, desde Fecode y ADEC, la posición es un NO rotundo a volver a las aulas, hasta tanto no haya las condiciones que nos garanticen no poner en riesgo  la vida de los integrantes de la comunidad educativa. Mientras tanto seguiremos trabajando desde casa.

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