El encanto de respirar
Opinión

El encanto de respirar

Por:
febrero 27, 2015
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A pesar que soplen vientos malévolos como de cualquier película de terror de formato repetido y que a veces el mundo, visto desde los medios de comunicación y desinformación, sea un apocalipsis en constante ascendencia sobre los humanos impíos; a pesar que las redes sociales nos atrapen con su paranoia constante y nos vuelvan zombis digitales, creo y soy un convencido que la vida es una marejada feliz por donde se le mire.

Para aquellos que viven por debajo de la Línea de Pobreza (LP), técnicamente aquellas personas que sobreviven con menos de US$2 al día, la verdadera felicidad consiste en librar una batalla diaria cuya victoria se corona con cada amanecer. Ellos no tienen el inconveniente del gasto exagerado y el consumo suntuario. Su encanto de respirar radica en aprovechar otras cosas para generar alegría en medio de su tragedia (desde nuestra mirada) y sin saberlo, esperar el día que el Estado les borre la condición de invisibles.

¿Cuántos invisibles alcanzas a ver merodeando en tu vecindario, cerca del trabajo o por la calle cuando te llega entre el barullo de los transeúntes la frase “échale una monedita”?

Para aquellos que nos colgamos del trapecio de la vida que llamamos salario, la función continúa cada día con las angustias del salto al vacío y la cuerda milagrosa que nos sostiene. Medimos todo lo que tenemos: cortamos con un exacto las aspiraciones, colamos nuestros sueños para que no se filtren fantasías y borramos de la agenda de la felicidad los lujos inalcanzables. El encanto de respirar consiste en sostenerse en la cuerda por 30 días hasta cuando se vuelva a la tierra firme para calentar nuestros pasos.

¿Cuántos trapecistas de circo ambulante conoces que hacen maravillas con su poco salario y les alcanza para soñar despierto?

Para aquellos hombres y mujeres campesinos que desde las primeras horas del día se levantan para preñar la tierra con su semilla de magia y alimentos, el encanto de respirar consiste en sortear la tormenta de olvido y desidia estatal con humeantes viandas y con atardeceres de arreboles embrujadores: ni siquiera la guerra sórdida pudo arrebatarles ese privilegio, en esos días de miedo ellos se aseguraban un poco del amoroso paisaje entre sus manos y tímidamente lo contemplaban tan callando en las noches de insomnios y desvelos malditos.

¿Cuántos campesinos nuestros hoy son victoriosos en su pequeña fortaleza rural y a pesar de los golpes que les da la vida, sonríen y respiran mejor que ciertos privilegiados?

Para aquellos que lo tienen todo y no les hace falta nada, el encanto de respirar quizá se encuentre en despertar el voyerismo del resto de sus mortales. El lujo y la opulencia también tienen su lado hermoso y estético. Engolosinados con sus inventarios de cosas materiales pequeñas: un pequeño yate, una pequeña mansión, un pequeño diamante… exhiben su grandeza para envidia de quienes nos conformamos con saber y tener las cosas que a duras penas nos costarían dos vidas y hasta más.

¿Cuánta riqueza en pocas manos será suficiente para oprimir el pecho de la sensibilidad y provocar estreñimiento en el alma como para que alguien se conmueva?

Para aquellos que posan de buenos en búsqueda de la salvación de sus almas y cuerpos el encanto de respirar lo encuentran en su enorme ego que se agiganta con cada respiración. Cada vez que un bueno sale en una foto ejerciendo su oficio es más lo que recibe que lo que da.

¿Cuánta bondad se desperdicia en el mundo detrás de causas perdidas que no redimen a la condición humana?

El encanto de respirar parece una función motora de cualquier ser vivo animado, pero en nosotros los humanos se torna esencial con el significado que le damos a cado sorbo de aire que tomamos: el tiempo con la familia, la diversión con los amigos, los viajes por el planeta de colores, los placeres de la carne viva y el espíritu, el disfrute de la buena soledad y la mala compañía, las lágrimas y alegrías hechas de aire respirado y transpirado.

Cada segundo invertido en  una respiración consciente nos pone a la altura de los nuevos tiempos de transformación material y espiritual. Nada de lo que pasa está aislado. Todo está interconectado.

Coda: Somos lo que ese invisible halo nos hace. Seres vivos conscientes o inconscientes. El encanto de respirar no es el del instante, sino los que nos esperan. ¿Eres consciente de por qué lo haces?

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