Así se entiende el mito de Álvaro Uribe

Así se entiende el mito de Álvaro Uribe

Lo primero es que Uribe se creó una imagen bonachona, campechana y simplista, en un país de políticos ególatras y arrogantes

Por: Francisco Javier Hernández Ramírez
mayo 02, 2024
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Así se entiende el mito de Álvaro Uribe

Lo primero, es que Uribe se creó una imagen bonachona, campechana y simplista, en un país de políticos ególatras y arrogantes, acostumbrados a la retórica del yerbatero, a la pleitesía y el incienso personal.

Pero, como estamos en Colombia, el país de las paradojas, casi que da vergüenza, tener que cerrar el anterior enunciado sobre Uribe y opacar tanta belleza, con esta oda al colmo de los absurdo nuestros: porque, aunque suene paradójico, irónico y risible, Álvaro Uribe Vélez, es el epítome de la arrogancia y la egolatría hechas político. Le gusta desaparecer entre las nubes del incienso de sus adoradores.

Sí, Uribe sufre de las mismas pasiones del plantel, pero exacerbadas, por la algarabía de todos aquellos, que se “comen” su genial actuación de montañero sencillo y frentero. Parece que solo aquello de montañero, es cierto, lo demás es solo aparato, mimetismo, pantalla, esguince, curva, opacidad constante y agujeros negros. Uribe es un maestro en ese tema.

Lo peculiar de toda esta sinrazón, es que muchos le creen y lo siguen, sin molestarse en pensar en lo que hay detrás de su nadadito de perro. Uribe se unta de pueblo, cada vez que sale a la calle. Se torna en terrateniente y capitalista, cuando reúne con la crema a puerta cerrada.

Sus adeptos estrato bajo y medio, solo ven en él, al campesino firme de ideas y discurso encarretador, se niegan a ver al terrateniente. Claro, esto, en sí mismo, no tiene nada de malo, Uribe no tiene por qué renunciar a sus logros. Pero eso trae aparejado un dejo de mentalidad cuasi feudal, difícil de ocultar. Sus pares, sí lo ven, y usan la diferencia en su favor. Campesino-terrateniente. Uribe es ambas cosas.

Dos caras, ambas para la galería. La bonachona con que regaña a un ministro por no haber hecho tal o cual puente (y le ordena, en vivo y en directo, ¡ministro hágalo!)  aunque quizás nunca se haga, pero el gesto queda hecho. Y los medios publicitan.

Con Uribe hay doble idea, dos tipos de gentes, dos esperanzas distintas. Unos hacen cuanto pueden por llegar hasta su círculo inmediato: buscan medrar a su sombra y a cualquier precio. Es que, cerca de Uribe, la ética no es muy exigente.

Los otros, los que son despojados de derechos, desde siempre y bajo Uribe, guardan la esperanza de que su palabrería de culebrero meloso, les cumpla sus promesas de una prosperidad general, en medio de la “confianza inversionista” Que, en español vulgar, no es otra cosa que dejar que el capital gane el máximo y el trabajador se gane un mínimo. Todo para el capital, migajas para el trabajo.

Pero nada raro: Uribe es rico, y se limita a pensar como rico. Aun así, entre luces y sombras, Uribe es magnético: atrae simpatías de todos los polos, en   especial, de   oligarcas y gentes de   avería.   Algunos, mal pensados, dicen que casi es necesario tener un prontuario, para acceder a ser de la élite uribista.

Uribe es como Jano: mira a ambos lados y también arrastra efectos entre la masa ignara. Creo, que nunca hubo político más poderoso en Colombia, que este calculador y excelente manipulador. Y eso lo ha logrado careciendo de algunos de los principales atributos del político exitoso: no es intelectual, es emocional y práctico; es mal orador; habla con la llaneza del hombre del pueblo, y convence al poco informado; Uribe tiene, “un no sé qué” personal que logra “llegar” a las gentes. Es inteligente.

En otras palabras, Uribe es el supremo de su propio reino de idólatras. Hombre de amores y odios sin escala de grises: SI-NO. Se le ama, o se le odia. El primer sentimiento, el excesivo amor, muchas veces, conduce a la cárcel o al desprestigio por bobaditas raras.

Uribe casi un brujo. Un estratega embaucador que tiene creyentes aun entre la plebe que labura así los haya   privado de   viejas conquistas, y valiosos logros laborales de vieja data.  Absurdo, pero los ataques de Uribe al empleado y trabajador del mínimo, siempre los hace en nombre dizque de crear más empleo…mientras envilece el empleo.

La condición sine qua non, ha sido siempre su muletilla: proteger las empresas, para que generen empleo…así esto nunca ocurra, y sean los trabajadore quienes paguen el precio de la famosa “confianza inversionista”.

Y  como resultado hay prebendas  de sobra para los más ricos, y bajón irremediable, en la calidad de vida-empleo. Pero, aun así, la gente le cree. Aún después de tantos años de muy escabrosas historias, falsas de toda falsedad, sobre despojos, masacres y otros detallitos malucos. Cosas que, en medio de su gracioso olimpo, aunque lo toquen, no lo manchan. Nada mueve el pedestal de su soberbia intocable.

Pero, es un hecho, que todo lo que tiene, Uribe lo ganó pulso…odios y amores. En su primer período, Uribe es elegido por una esperanza paradojal. Una que se asoma y se esconde tras distintos y asquerosos motivos, pero que no alcanzamos nunca: la Paz.

Y digo paradojal, porque es el leitmotiv de la eterna sonata colombiana: sueño repetido y nunca logrado: una paz duradera y estable. Es hoy la útil y fácil herramienta para llegar al poder: lograr la Paz.

Porque no fue solo Uribe el elegido, por prometer lograrla, así fuera a través de más violencia. La paradoja consiste en que, hasta un inepto como Pastrana, también consiguió presidencia montado en ese cuento. Y aquí, cuento, es lo único real.

Pero volvamos al tema. A pesar de encabezar una gran congregación de creyentes incondicionales, en todos los estratos y por distintos motivos, y no obstante ser Uribe el político más popular y poderoso de Colombia, su figura siempre se difumina entre nebulosas sombras. Prometiendo la paz en un país desmoronándose, por ataques de distintos actores violentos, y usando mano dura, Uribe fue presidente.

Claro, primero tuvo que derrotar a la camarilla más brava del Partido Liberal, que se oponía a su paso. Porque, sí se trata de ir al bonche, haga lo que tenga que hacer, Uribe no saca el nalgo, así le toque cambiar de lado conceptual:  dejar las ideas liberales, tiradas. Olvidar el humanismo propio de sus viejas ideas, y convertirse en el adalid del capital y las ideas conservadoras más extremas.

En nombre de “derrotar las guerrillas” Uribe hizo los derechos humanos a un lado; en nombre de la paz, hizo trizas la paz en cuerpo ajeno. Y en nombre de la seguridad y la confianza inversionista, como creyó que no bastaban 4 años para hacer la terea, reformó con argucias y astucia, un articulito de la Constitución que estorbaba su reelección.

Con él, es asando y comiendo.  4 años más. Goloso y pagado de sí mismo, Uribe entendió que solo él, el nuevo mesías, podía salvar Colombia, solo que para ello necesitaba todo el tiempo del mundo: la Constitución, de nuevo ahí. Más tiempo; ¿Cuánto?  Pues el tiempo que fuera necesario: 8 - 12 años…?   Así que, como la Carta solo daba 4 añitos, (no me alcanzan, mijito, dijo Uribe) y como ya era un ídolo aupado en una aura de gloria, no ganada del todo aún, porque, bueno, sí había mucho muerto, pero, todavía, no llegaba la tan esperada paz. Indispensable…más tiempo = otro período. 4 añitos más. 

NO problem. La Justicia, la Constitución y las mujeres, en Colombia, son para violarlas, dicen ciertos sujetos sin principios. Uribe violó la segunda para un segundo mandato, y luego buscó hacerse REELEGIR para un tercero: no se andaba con pendejadas.

Al crear falsos escenarios de paz, en donde, por el contrario, la violencia fue la constante, el presidente Uribe logra, con su doble malicia: indígena y montañera, y usando toda clase de mañas torticeras que el Congreso tuerza el pescuezo a la carta del 91, que, expresamente, prohibía la reelección, inclusive por una sola vez. No problem, yo lo quiero así.

Como dato curioso, pero ya para la historia, “todos” los implicados en el favorcito, menos el favorecido, pagaron por su falta. Uribe, no hasta hoy. Los dioses no se tocan. Otra enorme curiosidad del tema, es que luego del extra tiempo presidencial, y después de muertos por acá y muertos por allá, NADA cambió. El panorama siguió siendo el mismo…pero ya había un héroe…así no hubiera epopeyas cumplidas. Digamos, que hechos positivos que aplaudir.

Positivos…que palabra señores, qué palabra. Pero no es el tema. Sin embargo, sin logros a la vista, digo, para un observador imparcial, se alza con la fama y con la lana. La apoteosis de la vanidad inocua.

Sin embargo, Uribe logra lo inaudito; a fuerza d su política al menudeo, consigue que muchos, hasta los tontos de estratos 1-2-3, que sufren violencia y necesidad a diario, todavía hoy, lo ensalcen como el mejor presidente, dizque “porque pacificó el país y derrotó a la guerrilla”. Cosa que casi 14 años después, aun no ocurre.

Pero es que somos un país que siempre habla mal de la política, pero que no se ocupa de la política. Se critica al granel, pero viven ausentes de la realidad social y política. Ello no es óbice, para que todavía esos dos mitos, “ser el mejor presidente y porque pacificó el país y derrotó a la guerrilla” subsistan en el consciente del cotarro colombiano.

Y es, obviamente, sobre estas dos falacias, que se yergue su supuesto éxito como presidente. Es cierto que el botarate de Pastrana tenía el país algo más jodido que de costumbre. Pero es un hecho que Uribe fue, y es todavía, muy cuestionado por su Administración.

Es un hecho cierto que la guerrilla NO desapareció. En honor a verdad, no lo hizo tampoco bajo el Acuerdo de Paz de Santos. Uribe no logró la Paz, a pesar del esfuerzo violento que usó para ello. Nada raro.

Todos han fracasado en ese tema. Pero él, y sus adoradores, lo aseguran como axioma. Algo que me asombra, es que Uribe, un aguerrido jefe Liberal de Antioquia, in illo témpore, bueno, cuando ser LIBERAL era otra cosa: ergo, ser compasivo con el más débil; usar el poder del Estado para proteger al capital, sí, pero, por igual, al trabajador.

Todos por igual; ser Liberal implicaba, defender Derechos Humanos y laborales; es decir, antes de César Gaviria y de Uribe. Decía que me asombra que Uribe sea hoy un ícono sagrado de la extrema derecha y el más representativo conservador de Colombia. Claro está, a esto último tiene todo el derecho del Mundo, es su elección.

Pero, dada su inteligencia, Uribe debió irse cuando acabó sus mandatos. Se quedó, sin aparente necesidad y sí con mucha torpeza. Pero… ¿porqué, NO eligió irse a tiempo? Fue su error grande, algo increíble en un estratega como él.

Uribe se merece una vejez mejor. Quizás, jugar escondidas con sus nietos. Se equivocó. Pasó por alto que hay fieras políticas que rondan detrás de sus “pecados de orgullo”. Su megalomanía y apego al poder. Ahora enfrenta pleitos y acusaciones por todo lado. Tengo una sospecha… es por su hermanito.

Lo de su hermano, parece grave…y él NO fue presidente. Creo que Santiago es la razón verdadera para que Uribe no se haya ido al reposo del guerrero. Lealtad y sangre, lo amarran a la arena política, en donde su peso específico, soporta las furias contra su hermano querido. Se quedó en el ruedo político, en la cual medio país lo aplaude y la otra mitad le tira cáscaras desde todos los ángulos. Santiago es su Karma. Su última pelea.

Uribe es el escudo de Santiago. Claro está. Igualmente, él tiene procesos y acusaciones aquí y allá. Pero, hasta hoy nada lo afecta…como no sea en su sueño. ¿Quién duerme tranquilo, con tanta gente por ahí, hablando bobadas sobre el Grancolombiano? Y esos paracos que hoy están de regreso, amenazan no solo sus noches de sueño sino sus días del ocaso.

 Sí Uribe se hubiera ido, cuando salía en hombros y cortaba rabos y orejas en una misma tarde, casi estoy seguro, que la desmemoria típica de los colombianos ya se hubiera olvidado de sus “pecadillos” y tendría una vejez plácida…jugando con sus nietos y montando a caballo…tinto en mano. 

Ya lo dije en otro texto, en el fondo, Uribe es un hombre bueno. Pero, su egolatría y las “malas juntancias” lo llevaron a estadios nebulosos y complicados. Lo indujeron a la ya clásica regla de aquellos que se pegaron a su rueda: todo vale, todo se puede, somos uribistas.

Sí estuviera en mis manos, yo obligaría a Uribe a retirarse a vivir sus últimos años en paz, en el Ubérrimo. Lejos de sus interesados “amigos”, una casposa tarumada de aprovechados y oportunistas que sobreaguaron, gracias su salvavidas personal. Gente que jamás hizo nada por un Voto, que no conocían ni en la casa… saltó del asfalto a una Curul… por un simple, yo soy uribista.  Un nombre entronizó muchos nombres…de seres anónimos.

Con Uribe no hubo medias tintas: hizo mal, hizo bien. Acertó y se equivocó. Siguió su visión, solo que usó medios escabrosos y duros. Solo un hombre. Un ser humano con pros y contras. El mismo debería entender eso y abandonar un escenario en el que todos los días pierde una batalla y sufre maltrato; mientras una recua de gentuzas, sin votos ni méritos propios, ganan espacio político para mostrar no solo su ignorancia, sino su falta de capacidad política.

No es necesario nombrarlos aquí. Todos los días los vemos y oímos diciendo sandeces y bestialidades, sobre un país que no entienden. Lo siento, no me aguanté: Turbayito- HJp- y otras hierbas. Se salva la señora Cabal, que aunque dice sandeces, es coherente con sus principios fascistoides.

Uribe, con su nadadito de perro, parsimonioso, campechano y asequible, usado como una “pantalla verde” que borraba el trasfondo, impidió que sus mañas fueran visibles al vulgo. Uribe es maestro del mimetismo y la opacidad. Maneja sus títeres tras bastidores, mientras estos lo usan.

Es actor principal de la obra, ordena o permite “pilatunas” sin compartir culpa o responsabilidad, en las averías, con sus actores de reparto. Algo evidente es que Uribe hace milagros: escribe y dirige la obra, pero nunca aparece como autor del texto, y menos como protagonista exógeno.

Sí ordena o comparte una actividad delictiva, es su partenaire, totalmente solo, quien paga. Otro milagro de Uribe es lograr que sus alfiles y cómplices, estiren el Código Penal, hasta límites grotescos, todo ello, por haber puesto, previamente, sus fichas clave en el lugar indicado, y desde luego, ya prevista su necesidad. Uribe no es intelectual, pero es un gran estratega, Es astuto y malicioso.

No tiene rival como manipulador en el escenario político colombiano. Además, maneja una inteligencia política tan elástica que jamás cuestiona la moral del que lo abraza. El simplemente toma lo que llegue.

Y algo aún más extraordinario, de Álvaro Uribe Vélez, es que le llegan abejas, desde todas las colmenas. Es eclético en cuestiones filosóficas y doctrinarias. Todo sirve… nada sobra. Sí suma…venga. Es por esa característica eclética, que, de ser un “jefe liberal” con caudal electoral propio, cuando se peleó con las altas alturas de su Partido, se convirtió, por arte de birlibirloque, en el más aguerrido y doctrinario jefe conservador de los distintos apiarios del país.

Todas la abejas, fueron tras él.  Sin mucho esfuerzo, Uribe, no solo encabezó las huestes de la Extrema Derecha, sino que, surtió su estantería, desmantelando por lotes, la casi monolítica estructura de su viejo partido: el Liberal ese respetable partido de las grande mayorías, de antes de Gaviria. El antes partido de Rafael Uribe Uribe, Gaitán y Galán. Ese anquilosado, clientelista y corrompido partido liberal de hoy.

Creo, que Uribe hizo bien huyendo de la deshonra que hoy cargamos los liberales de a pie. Y mejor, todavía, llevándose toda la morralla del Partido, abrazó su causa.

Pero no todo fue culpa del hijo pródigo, que huyó con los caudales del Partido.  Uribe solo hizo que ejercer   una de las facetas que enorgullecen a los liberales de corazón: Ser rebelde y contestatario. Ante la manguala de la convención, se volvió contestatario, se alzó contra la encerrona.

Lo malo es que ensució la batica de cuadros. Y fue más allá, con rabia inusitada, él, que un día enarboló con orgullo la bandera roja, hizo cuanto pudo y estuvo a su alcance, por acabar con lo que restaba de su antiguo partido. Era, que ya tenía, cauda e intereses distintos.

La culpa de esta catástrofe liberal, (no que se hubiera ido Uribe, sino que se hubiera trasteado a medio Partido a través de cuanto jefecillo oportunista se le unió) fue de un error repetido a menudo, por los casi eternos “jefes” del Partido. Intentaron manipular la convención y Uribe se amputó. 

Desde entonces, un Partido acostumbrado a ganar elecciones solo, sin coaliciones ni alianzas, gracias esa Convención de necios, se convirtió en una ilustre minoría, que, sin embargo, aún es dueño de las mayorías populares (pueblo que llaman) y que aún  elige, increíblemente, a una gran representación parlamentaria. 

Repito, no todo fue culpa de Uribe, en este caso. Además, las cuasi eternas candidaturas presidenciales de Horacio Serpa, (nunca lo dejarían) abrió una boquete en las estructuras   casi monolíticas del Partido liberal, allí en donde hacían fila docenas de monaguillos. todos con ínfulas de Curas. Fue una rapiña entre jerifaltes de todo calibre, que pulverizó el Partido y atomizó a las bases, pues cada parroquiano liberal, fue tras el gamonal de sus afectos. Y eran muchos gamonales, cada uno con su feudo privado.

Así de forma estúpida, el Partido de las grandes mayorías históricas, el partido que ayudó a construir la mitad de la historia republicana de Colombia, se convirtió en un puzle de empresitas electorales, cada una con sus propio emprendedor…en busca del mejor socio para salvar a Colombia, y poder así:  “acabar, de una vez por todas, con tanto clientelismo y corrupción”.  “No voy a joder mucho en elecciones y esas pendejadas, compadre, es solo mientras consigo unos contraticos”.

Uribe, era uno más en la fila de ansiosos tenientes liberales con ganas de ser presidente. Tenía ganas y necesidad de poder…su karma pasional. Uribe es adicto al poder. Es mesiánico. Recursivo. Sentía ser capaz de arreglar el mudo sin ayuda y sin importar modos o formas. Para él, que es esencialmente un hombre bueno, por origen montañero, alcanzar el poder, se volvió leitmotiv de su sinfonía interna, era la música que oía. Su música. Al precio que fuera. Al costo máximo. Sí…fuera todo: fuera moral, fuera ética, fuera doctrina.

En medio del absurdo rifirrafe liberal, entre ambiciosos y oportunistas de toda laya, Uribe picó en punta. Vio un chance de oro para tomar la delantera, y usó su audacia y malicia sin pensarlo mucho: se declaró libre para saquear los partidos políticos tradicionales de sus rezago clientelista, con una nueva idea: todo vale, si caminan conmigo. Ofreció, a sus seconds acceso a toda clase de prebendas, rifando el Estado a la jura. Tomen lo que  puedan, fue la consigna.

Así encabezó la marcha hacia un mito creado con actos de mesianismo iluminado y dadivas sin límite, en lo ético y económico, sin reparar en ideologías o trayectorias. Se hizo a una buena provisión de votos, con ayuda de los ambiciosos que le vieron futuro y se pegaron a su rueda. Pa’lante, que atrás, asustan. Uribe, es un Mito, por derecho propio. Políticamente hablando. Lo demás, es los demás.

Y ya alguien dará un veredicto final sobre las “verdades o mentiras” que lo sustentan. Insisto, deberían dejarlo ir al descaso del guerrero y a jugar y disfrutar a sus nietos y la calma del Ubérrimo. Claro, no toda la decisión, es suya. No se fue a tiempo y hoy, pugnaz y terco, sigue haciendo enemigos.  

Creo que, en gran parte, depende de la suerte de Santiago, su piedra al cuello. Santi es su hermano, es sus sangre…y mientras pueda protegerlo, no lo dejará solo. Noblesse oblige. Sí, nobleza obliga.

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