Música y músicos en García Márquez
Opinión

Música y músicos en García Márquez

Noticias de la otra orilla

Por:
enero 03, 2015
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El maestro Carlos Flores Sierra, periodista, cuentista y novelista barranquillero radicado en los últimos en su refugio de Camarillo en Guasca, ha visitado por estos días su ciudad natal para volver a un viejo tema de su preferencia: la música y la literatura. Tema que él ha sondeado con agudeza extraordinaria en autores como Hesse, Huxley, Sartre, Miller, Scott Fitzgerald, Sinclair Lewis, Dos Passos, Saroyan, Grass, Carpentier, Kerouac, Cortázar, Kundera, Muñoz Molina, Toni Morrison y Bret Easton Ellis.

Pero también, y de manera muy especial, la presencia de la música y los músicos en García Márquez, abordaje que inició desde comienzos del 2000 en una investigación que dio como resultado, primero, una muy interesante exposición de pintura a cargo de la artista bumanguesa Claudia Ruiz, muestra que itineró en su momento por diferentes espacios culturales del país y del extranjero, y que constituye uno de los homenajes más originales de cuantos se han hecho y continúan haciéndose al escritor colombiano. Uno diferente porque no es al escritor y al cuasimítico anecdotario de su vida, sino a la música y a los músicos en su obra en la que vemos la reinvención de una compleja imaginería que ha sido fundada con los procedimientos de la escritura.

Y así, el espectador, que entra a la galería a buscar los personajes famosos de los textos de Gabo, que él ya tiene vivos a su manera en su mente y su memoria, se encuentra con un universo absolutamente diferente del que una fácil asociación imaginativa pudiera establecer, especialmente porque cada cuadro de la muestra está acompañado del texto al que hace referencia y por eso la comparación resulta prácticamente ineludible.

Un recorrido por esta muestra nos reactualiza los episodios del universo macondiano de otra forma. Hay en esta obra todo un complejo código de planos de color y de signos que representan las verdades plásticas del trópico literario de García Márquez acudiendo a otros ángulos inéditos de la exuberancia, planteando nuevas zonas de historia y de imaginación, si no contrarias, por lo menos en evidente contrapunto con la hipérbole y la metáfora del realismo mágico, y poblando el territorio de esta pintura de figuras casi fantasmales que de alguna forma contradicen la lógica simplista de una evocación literal a partir de los textos interpretados.

ggm

El otro resultado de la investigación de Flores Sierra es su ciclo de tres conferencias sobre el tema en cuestión, que también ha circulado por diversos auditorios del país, y en el que demuestra acudiendo a una gran capacidad de lectura crítica y manejo de los referentes musicales, que la presencia de la música y los músicos en las obras de nuestro Premio Nobel no es simplemente una pincelada anecdótica, un pretexto para la afirmación de una preferencia personal, una alusión sin consecuencia, sino, por el contrario, un indicio revelador de una conducta y de un temperamento; una ubicación generacional; la señalización de una época; un rasgo distintivo de posición social y de cultura; es decir, mucho más que un vallenato de extensa memoria.

Y todo ello va siendo ilustrado y comentado con un interesante despliegue de sociología literaria, y adobado con simpáticas e interesantes digresiones que hacen del texto y la interpretación de Flores Sierra una particular manera de entender la literatura de Gabo.

cien años de sole

Así, por ejemplo, se destacan en esta muestra y conferencia el magnifico cuadro de la Candida Eréndida haciéndole sombra con un paraguas (en vez del palio de iglesia que dice el texto) a la abuela desalmada en un cortejo que acompaña una banda de tubas y trompetas retorcidas; el de la recua de mulas aterrorizadas desbarrancándose al abismo cargadas de pianos, un cuadro en el que se escucha el estrépito de tensos azules en movimiento acompañando el visaje de los teclados que viajan vertiginosos hacia el fondo; el del coro de indias de Mamatoco que le cantan plegarias fúnebres al general Bolívar caminando descalzas por un sendero tapizado de flores; el de la procesión de las cruces indelebles de ceniza de los Aurelianos acompañados de una banda; el de Aureliano Segundo disfrazado de tigre en medio de la locura del Carnaval; el de Sierva María cantando en yoruba, en congo y en mandinga mientras la cabellera le crecía por los suelos; el de Florentino Ariza tocando en el violín el valse de La Diosa Coronada…

En fin, una lectura que nos entrega en el conjunto de su interpretación poética desde la pintura y desde el análisis literario, una aproximación a otra poesía consagrada a los rigores de la partitura estilística de la palabra garciamarquina, y en función de un juego permanente de alusiones a la música y a los músicos, pasión sonora que como se sabe, es de las que nuestro nobel cultiva con verdadero placer y diligencia.

Fecha de publicación original: 27 de septiembre de 2014

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