¿Y el centro político?
Opinión

¿Y el centro político?

¿Qué le pasó al centro político? ¿Cómo destruyó un capital político tan grande en tan poco tiempo? ¿Qué debe hacer para reaparecer en el escenario político?

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julio 22, 2022
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Hoy, a diferencia de otras ocasiones, no traigo datos. Esta es una reflexión que nace con el frio de los días, una vez cerrado el ciclo electoral del presente año. El 27 de mayo de 2018, en el centro comercial Gran Estación, Sergio Fajardo se dirigía a sus simpatizantes, luego de obtener más de 4,6 millones de votos en la primera vuelta presidencial. El exalcalde y exgobernador logró capitalizar una votación muy importante, que le auguraba al centro político un futuro electoral ilusionante. El 29 de mayo de 2022, cuatro años después, el mismo Fajardo, pero con una voz entrecortada y una mirada perdida, se dirigía a sus simpatizantes, luego de una elección en donde solo logró obtener 880.000 votos. ¿Qué le pasó al centro político? ¿Cómo destruyó un capital político tan grande en tan poco tiempo? ¿Qué debe hacer para reaparecer en el escenario político?

Los errores del centro

Las encuestas auguraban, hacia finales del 2021, que el rival de Gustavo Petro iba a ser un candidato del centro político. Tras el estallido social y un gobierno que se hundía en su desaprobación, el país estaba listo para darle una patada al tablero político y decantarse por una opción que representara un cambio. Eventualmente, eso terminó ocurriendo con la victoria de Gustavo Petro y el paso a segunda vuelta de Rodolfo Hernández. Pero, ¿por qué el centro político no entro en esta combinación de cambio? ¿Por qué el electorado colombiano vio al centro como insuficiente? Una cadena larga de errores derivó en esta situación.

El primero y más temprano arrancó justo después de la primera vuelta de 2018. Sergio Fajardo anunció su voto en blanco y decidió abstraerse de la discusión de segunda vuelta. Más allá de la decisión específica sobre el voto, el gran señalamiento estuvo en desaparecer durante la coyuntura electoral. Una persona que obtuvo 4,6 millones de votos y que eventualmente iba a lanzarse a otra contienda electoral no podía desaparecer como lo hizo Fajardo en ese momento. El segundo gran error fue el manejo que tuvieron varios lideres y partidos afines al centro durante el Paro Nacional que inició el 28 de abril de 2021. Salvo algunas excepciones, nunca quedó muy clara cuál era la posición de este sector con respecto a las protestas. Esta incógnita no era exclusiva a esta situación. Este fue el tercer gran error. Cuando se consumó la coalición Centro Esperanza, se evidenciaron las dificultades que existían para comunicar las propuestas y visión de país que ofrecían. Para rematar, teniendo en cuenta estos tropiezos, durante los debates entre miembros de la coalición, decidieron enfrascarse en un debate sobre las “formas” (sobre las alianzas que configuraban varios candidatos, o sobre las investigaciones de otros), en vez de aprovechar los espacios para construir un mensaje cohesionado y atractivo. Así, el centro político se convirtió en una maquina excepcional de perder votos. Pasó de 4,6 millones de votos en la primera vuelta de 2018 a 2,2 millones en la consulta de marzo. Y de este último resultado a la pírrica cifra de 885.000 votos para la primera vuelta de 2022.

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En la convicción de vencer la polarización, el centro cayó en el peor pecado de la política: la intrascendencia

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El centro enfrentó esta elección con arrogancia. Varias de las personas más cercanas a esta coalición estaban convencidas que existía una porción de la población que iba a votar por ellos solo por no hacer parte de los extremos de la política. Varios creyeron que eso sería suficiente para ganar la presidencia. Se equivocaron. No todas las elecciones son iguales, la coyuntura política pide de acuerdo con el contexto. Esta, sin duda, era una contienda que estaría (y lo estuvo) enmarcada en la necesidad de un cambio, luego de varios años de traumatismos y convulsión. El centro, por su lado, decidió jugar a un equilibrismo poco comprensible entre los electores ¿Qué tanto representaban cambio? ¿Qué tanto de continuismo? En la convicción de vencer la polarización, el centro cayó en el peor pecado de la política: la intrascendencia.

¿Qué depara el futuro?

Muchos podrán asumir que esta crítica es fácil de escribir. Nada sería más lejano a la realidad. En la muy corta trayectoria que tengo en política, he apoyado a varios proyectos de centro. No obstante, debo reconocer que, como elector, me he sentido decepcionado por la forma en como varios lideres y movimientos cercanos al centro se han desenvuelto en el escenario político. El centro no necesariamente es un sinónimo de intrascendencia, confusión o ambivalencia. En el mismo feudo de este espectro, existen ejemplos que demuestran como los proyectos políticos de centro pueden abrirse espacio en el debate público con mucho éxito. Desde mi experiencia personal, puedo decir con total seguridad que la campaña de Julia Miranda debe servir como un modelo para el centro político en un futuro cercano. Julia Miranda fue elegida representante con más de 40.000 votos, logrando articular una estrategia territorial robusta y cimentada desde los datos. Así mismo, fue una campaña que nunca abandonó las calles y entendió que la relación estrecha con la ciudadanía era clave. Pero sin duda, el mayor de los éxitos es que logró conectar de forma muy rápida por la claridad de su mensaje. Encontró un marco conceptual, un mensaje que para los electores fue sencillo de comprender y conectar: la protección del medio ambiente y la acción frente al cambio climático.

El centro político necesita, antes de analizar datos (lo haremos) y buscar candidatos para las contiendas electorales próximas, hacer una introspección sobre su desempeño en el debate público. El ciclo electoral que acabamos de superar debe nutrirlos de lecciones, para no repetir los errores que lo han llevado a esta situación. En el seno del hogar del centro (Julia Miranda) o en otras experiencias electorales exitosas, están las claves para lograr construir un proyecto serio y con vocación de poder.

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