Violencia intrafamiliar, la otra cara de la cuarentena

Violencia intrafamiliar, la otra cara de la cuarentena

Las mujeres y los menores de edad son los más afectados por la guerra que se vive día a día en los hogares colombianos

Por: Filanderson Castro Bedoya
marzo 26, 2020
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Violencia intrafamiliar, la otra cara de la cuarentena
Foto: Flickr Kenny Rivas - CC BY-SA 2.0

La violencia intrafamiliar es un problema de nunca acabar, en Latinoamérica se concentran las cifras más altas de violencia doméstica, de género, explotación sexual familiar, manipulación emocional e incluso métodos modernos de pseudo esclavismo con pareja e hijos, en Colombia las cifras son de las más abrumantes y sin embargo este tema continuamente pasa de largo entre los medios de comunicación y las entidades gubernamentales que con serio desinterés abordan de manera casi inútil.

El modelo de atención posviolencia resulta sumamente inefectivo cuando la prevención y la investigación de los principales factores psicológicos, sociológicos y culturales se dejan totalmente de lado en un país que se ha visto envuelto en conflictos armados por más de 60 años, ignorando los efectos psicológicos que ello puede generar en la forma de pensar, sentir y comportarse de los individuos.

¿El resultado? Un aumento del 14% en los índices de violencia intrafamiliar desde que se implementó la cuarentena por el COVID-19. 14% que frente a las enormes cifras de violencia que teníamos, representa una subida abismal en las acciones violentas entre aquellos que hoy en día deberían estar más unidos y protegiéndose mutuamente.

Como es de esperarse, las mujeres y los menores de edad resultan ser los más afectados por la guerra que se vive día a día en los hogares colombianos y que, ante las medidas de confinamiento que se han impuesto en nuestro país, ha dejado a los más vulnerables sin una trinchera en la cual refugiarse, expuestos completamente a un riesgo que, para ellos, resulta en muchas ocasiones imposible de evitar.

Esto en los casos más graves, pues la violencia doméstica se ha normalizado tanto en nuestro país, que más extraño resulta ser el encontrar un hogar donde la armonía y la empatía entre sus habitantes sea un vivir continuo, al contrario, los insultos, peleas, amenazas y manipulaciones están a la orden del día, generalmente naturalizados entre ellos mismos y evadidos con aquellos métodos que hoy, por la emergencia, se encuentran restringido como el ir a un bar a alterar sus sentidos con el fin de suprimir su enojo, evitar el afrontar un problema huyendo de casa, distraer las dificultades relacionales con otras personas o simplemente distraerse fuera del entorno conflictivo.

Métodos que normalmente suelen generar más ansiedad y frustración en los individuos, que, en ocasiones, de manera poco perceptible son acumulados hasta el punto de “explotar” y liberar de manera violenta todo aquello que con el tiempo se ha contenido.

Las redes sociales influyen bastante en ello, pues en ocasiones suele ser el refugio y distracción social, tanto de las relaciones conflictivas con sus parientes en el hogar como de los propios pensamientos, pero que, como cualquier herramienta tecnológica, su uso continuo cansa hasta el hastío, dejando sin herramientas evasivas de “la realidad” a sus usuarios.

¿Puede un ser humano que no afronta y constantemente evade sus dificultades y pensamientos, construir un ambiente social sano con los demás? La duda parece ser la que manda en esta pregunta.

Lo importante es que al parecer la pandemia actual ha logrado sacar a flote las fisuras más profundas e ignoradas de nuestra sociedad, una sociedad que se ha dedicado a ignorar todo a su alrededor y que hoy lamenta el descuido de sus sistemas de salud y educación, el descuido de la salud mental de sus ciudadanos y la protección de la célula familiar, vital en cualquier organización humana y que, de no afrontar las múltiples fisuras evidenciadas en esta crisis, terminará por derrumbarse completamente.

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