Un sancocho asqueroso
Opinión

Un sancocho asqueroso

“¿No sabes qué es, parece que tú solo conoces McDonalds, es el duque, lo último en guarachas, pero él solito no hace mayor ruido…”

Por:
junio 10, 2018
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Hace poco fui donde unos amigos que me invitaron a lo que denominaron la mejor comida del mundo, que los vascos se van a copiar la receta me dijeron con un orgullo inmanejable, y acudí presto a gozar de aquel sueño con mis mejores prendas de vestir.

Llegué temprano o a mis amigos les tomó la noche, pero el caso es que cuando llegué estaban todos en la cocina dispuestos a comenzar su labor culinaria.

Una cosa parecida a una yuca que tenía buena pinta y que estaba centrada en la gran mesa llamó mi atención, estaba ya un poco cocida y me atreví a tomarla con las manos y darle un corto mordisco. No digo que supiera a gloria, pero al menos no me causó malestares de vista y hasta puedo decir que estaba bien, sabía rico aunque parecía un poco maquillada. —¿Cómo se llama esto? —pregunté una vez que noté en mi estómago ciertos movimientos extraños a lo que uno de los amigos tras un supuesto cariñoso fuerte golpe en la espalda me recrimina.—¿No sabes qué es, parece que tú solo conoces McDonald´s, es el duque, lo último en guarachas, pero él solito no hace mayor ruido, para gozar un sancocho como Dios manda debe estar con todos estos manjares—, extendiendo el brazo y mostrándome todo tipo de carnes y tubérculos que estaban sobre la mesa y mostrándome con una sonrisa de mago a la cabeza de lo que para mí era como un murciélago, con la boca marchita y los ojos saltones. —El patrón se llama, el sabor de todo lo da él y hasta a veces si estás indeciso parece que reviviera y es capaz de darte en la cara marica—. El tal patrón aun botaba una espesa baba que se adhería al cuerpo de esa cosa que era el duque.  —Y eso qué es? —, pregunté indeciso mostrando a un grupo de lo que para mí eran minúsculas ratas recibiendo a la vez un nuevo palmadón en la espalda. —Los radicales tonto, si no conoces los radicales es que no sabes nada de culinaria—, y juro por los altísimos que una ratita de esas levantó los ojos a la vez que notaba que otra de esas con los labios apretados y cerrados intentaba toquetear mi billetera. —No toque los liberales, gran pendejo—, me alerta con un grito el amigo recibiendo mi espalda la cariñosa palmada, a la par que veo que al yo alejarme de los radicales que miraban con ojos malsanos, sin querer tiré al piso una especie de rosa muy bonita que estaba llena de pinchos invisibles por dentro. —Deja a los liberales que son muy sensibles—, y por fortuna alejé mi espalda del placer de un nuevo abrazo mientras creía recordar que los liberales eran unos inocentes y acaramelados pasteles mientras voy notando un nauseabundo olor. —Y esto que ves ahora es lo que permite que veas los cielos y las estrellas mientras saboreas nuestro sancocho—, a la vez que me muestra lo que mi amigo llamaba las vivianas y los ordóñez, unas (las primeras) calabazas y melones (los segundos) que para mi poco sensible olor, olían a uno de esos sacos de basura que llevan catorce días sin ser recogidos.

 

 

 

 —El patrón se llama, el sabor de todo lo da él
y hasta a veces si estás indeciso parece que reviviera
y es capaz de darte en la cara marica

 

 

Y todo entró en una gigantesca olla que al hervir salían volando con cara de espanto unos pajarracos alados y al apagar el fuego fue servida aquella sopa en platos soperos y todo esto lo relato desde el cuarto de baño y no quiero entrar en detalles para no incomodar al eventual lector.

Al otro día acudí donde unos amigos muy cheverones donde hablamos de todo, hasta del placer indescriptible que producen los vientos del norte. Me invitaron a una amena comida, a gozar de otra novedosa receta culinaria y mejor ni cuento de lo maluca que fue, pero sólo recuerdo con arcadas el sabor agridulce de lo que llamaron la clarita, una siniestra fruta que sabía a todo junto sin ningún sabor definido, entre mierda pura y flores primaverales y lo peor fue aquel tomate podrido, el samperpichano lo llamaban.

Yo creería que mañana hago dieta-

 

Y hablando de…

Y hablando de risas tristes, dan también arcadas el nuevo movimiento oportunista de los niños Galán, quienes se acaban de dar cuenta que llevan años y años chupando del erario público gracias a los abrazos y las gracias del partido cambio ese o el liberal aquel mostrándose hoy como unos niños asombrados al percatarse ahora que vivían dentro de la mierda.

Que no se los creo delfines bonitos, que no se les puede creer.

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