Todo gratis o muy costoso
Opinión

Todo gratis o muy costoso

Petro promete ríos de leche y miel con un sistema fracasado, y Duque el regreso al caudillismo donde nada es gratis. El 27 de mayo hay más alternativas

Por:
mayo 08, 2018
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Gustavo Petro es un fenómeno político de primera magnitud. En su campaña presidencial ha logrado una gran sintonía con la gente corriente como una especie de reencarnación de Robin Hood criollo, con propuestas que en esencia significan redirigir los recursos del Estado a financiar la educación superior, la salud, la redistribución de la tierra, la conversión a energías limpias,  de modo que nada de eso le cueste al ciudadano. Gratis es su lema de campaña. Para que el Estado pueda pagar la cuenta de los subsidios propuestos necesita tener recursos, pero el nivel de subsidios y de impuestos actuales ya es demasiado alto, las rentas estatales pocas y la deuda pública está sometida a límites que fijan los mercados financieros nacional e internacional. De otro lado, los ingresos del gobierno dependen del estado general de la economía y si el mensaje es la compra estatal de empresas  productivas,  el sector empresarial va a salir en desbandada.

El sistema, denominado Socialismo Siglo XXI ya ha sido probado en Cuba y Venezuela con resultados que están a la vista. Lo increíble es que todavía haya gente que crea que puede tener éxito entre nosotros. Petro, que es persona culta, omite las exigencias de la administración empresarial, las motivaciones de los empresarios, la historia económica del país, la realidad industrial, que debe conocer bien, para prometer ese país surcado por ríos de leche y miel, en cuyas orillas se apiña con ilusión gente indignada, descorazonada, marginada. Es pues un dirigente político recursivo e irresponsable que suscita con razón grandes temores en muchos sectores de la población.

Pero esos temores no deberían significar el refugio en una alternativa igualmente cuestionable como la que representa Iván Duque como candidato del llamado Centro Democrático, que no es ni lo uno ni lo otro, sino el regreso al caudillismo, al aislacionismo internacional, a la concentración y desequilibrio de poderes públicos, al clientelismo parlamentario, al Estado confesional, a los privilegios empresariales, al desconocimientos de los derechos de las minorías, a la concepción de la problemática social como un problema de orden público, a la eterna y furiosa confrontación política y posiblemente, a la guerra. Vino viejo en odres nuevos, donde nada es gratis y todo tiene un alto costo institucional.

Ambos candidatos atractivos a su manera, lanzados, consistentes en sus discursos, a la cabeza de encuestas que con 1200 ciudadanos miden con porcentajes precisos y altos márgenes de error, la intención de voto por ciudades grandes, intermedias y pequeñas, por sexo, edad y estrato social en cada una de las 60 o más seleccionadas. ¿No habrá acaso una sorpresa oculta en esas minúsculas mediciones?

 

Sergio Fajardo ha dicho que no hace parte de la polarización,
que su estilo no es agredir, que tiene antecedentes que demuestran
su capacidad para transformar una sociedad para mejor

 

El sistema de las dos vueltas electorales, en un caso como el colombiano donde hoy no hay un ganador en primera vuelta, permite escoger alternativas distintas a las mencionadas y cambiar tantos temores y falsas ilusiones por la existencia de un gobierno responsable, que no esté basado en promesas incumplibles, en la politiquería o en el regreso al pasado. El 27 de mayo no se define la Presidencia de la República, se define la posibilidad de cambiar la política con el poder de la ciudadanía. No se define qué candidato es más promesero, se define cuál tiene las mejores condiciones por su preparación y sus antecedentes para gobernar. No se define cual está más cerca de las multitudes o de las redes sociales, se define quien está más cerca de la gente corriente y de sus problemas reales. La elección del 27 de mayo no es entre Duque y Petro como si se tratara del ejercicio de un derecho de legítima defensa, es entre todos los candidatos. No tiene sentido que teniendo la oportunidad se renuncie a ese derecho de escoger al que uno considere mejor, no el que parezca menos peligroso.

Sergio Fajardo ha dicho desde el principio de su campaña que no hace parte de la polarización, que su estilo no es agredir, que su propuesta ha sido construida en un peregrinaje sin fin por los caminos de Colombia, que tiene unos antecedentes que demuestran su capacidad para transformar una sociedad para mejor, que no compra votos, que gobernará con independencia y transparencia como lo ha hecho en el pasado. Hay allí una voz para escuchar que inspira confianza, que disipa los temores y con la cual la ciudadanía debería hacerse sentir en la primera vuelta.

 

 

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