Sobre los que engañan con discursos verdes (pero no saben de ecología)

Sobre los que engañan con discursos verdes (pero no saben de ecología)

Los demagogos verdes nos quieren hacer creer, por ejemplo, que ecología es inaugurar parques o “enterrar” millones de árboles

Por: César Arturo Castillo Parra
marzo 02, 2022
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Sobre los que engañan con discursos verdes (pero no saben de ecología)
Foto: Pixabay

La comprensión de la importancia de preservar la naturaleza no es algo que sea posible para todo el mundo, porque hay espíritus tan primitivos que ni la milenaria idea de la Pacha Mama, ni todo lo que se ha dicho o escrito en las últimas décadas sobre ecología les significan algo importante, algo que les haga cambiar sus costumbres.

Con estas personas es mejor no perder el tiempo, aunque da rabia que los políticos inescrupulosos se aprovechen de dichos sujetos y logren incluso ingeniárselas para camuflarse bajo las nuevas banderas para pescar otros ingenuos.

Los ciudadanos siempre debemos permanecer alertas y más ahora que estamos en campañas electorales para captar cuándo un candidato nos está tomando por tonto, cuándo repiten frases neutras para quedar bien y cuándo tienen un compromiso real porque las cosas cambien para beneficio de todos.

Los partidos de derecha, como de costumbre, sólo nos quieren meter el cuento de la seguridad, la patria, el emprendimiento, la prosperidad y la vieja moral familiar.

Los que se dicen de centro suelen ir por lo mismo, pero de diferente manera, con el eslogan de luchar contra la corrupción y la politiquería.

Los de izquierda que nunca han gobernado en este país, hablan de grandes transformaciones como reforma agraria, educación, energías limpias y derechos ciudadanos.

Pero el peligro está hoy en que sin importar la orilla política desde la cual se lancen, algunos políticos están utilizando la demagogia verde, para ganarse un puesto y seguir reproduciendo la mentalidad depredadora, las viejas inequidades y la corruptela del Estado.

Los demagogos verdes nos quieren hacer creer, por ejemplo, que ecología es inaugurar parques o “enterrar” millones de árboles, al tiempo que continúan engolosinados en la idea de crear puestos de trabajo con megaobras: autopistas, túneles y viaductos a 3 niveles.

De igual manera, apoyan las “energías limpias” con la construcción de hidroeléctricas que estrangulan los ríos e inundan tierras aptas para otros usos, sin plantear que el problema real es el despilfarro energético.

Para no quedarse atrás con las tendencias de moda, también respaldan las industrias “ecoturísticas” en la idea de atraer millones de paseantes a los cuales hay que construirles nuevas carreteras sobre las veredas, aeropuertos y miles de cosas más para que puedan venir a disfrutar de sus gustos ostentosos.

El éxito de los neodemagogos está en el ecologismo de oídas, es decir en esa masa de ciudadanos que sin tener un fundamento serio de comprensión o pensamiento crítico, simplemente se dedican a reproducir o seguir lo que otros dicen o hacen.

No se trata de que cada ciudadano se inscriba en una carrera científica, porque eso no es garantía de nada, sino que tenga la valentía de leer fuentes creíbles, analizar cada tema con cierto detenimiento para que intente escapar de las ideas elementales que les crean otros o para no dejarse arrastrar por los comportamientos absurdos que incluso la sociedad en su conjunto, en un momento dado nos impone.

Entonces, para que estas palabras no se queden en el aire, me permito proponerle al lector inquieto, a ese que busca nuevos caminos de comprensión, la lectura de un excelente libro, titulado: “Algo nuevo bajo el sol: Historia medioambiental del mundo en el siglo XX” de John R. McNeill.

Dicho texto tiene dos particularidades muy atractivas; primero, que está escrito en un lenguaje sencillo, sin pedanterías y en segundo lugar nos ayuda a formarnos en la paciencia y en el orgullo de poder decir: “lo he logrado terminar”, pues contiene 432 páginas.

Los esnobistas dirán que es un libro viejo (Editorial Alianza 2011), pero para los historiadores, todo tiempo pasado, en cualquier momento puede hacerse presente e incluso iluminar el futuro.

Si el cambio climático todavía no le dice nada a muchas personas, a los demás nos toca redoblar los esfuerzos por expandir la educación en asuntos medioambientales, porque estamos ante una dramática disyuntiva: o aprendemos a convivir respetuosamente con la naturaleza o ella misma, en su lógica profunda, nos hará sufrir dramáticamente y desaparecer.

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