En el mundo actual todo parece desechable, deleznable, precipitado… incluso el sexo padece el mismo síndrome. De hecho, el agotamiento puede meter sus narices en la intimidad de aquel encuentro tan antiguo y reciente entre dos seres que se desean y se aman.
Por otra parte (gracias a la inercia, la pereza y la falta de imaginación), en un entorno donde impera lo fácil y lo inmediato, la juventud actual accede desde muy temprana edad a todos los misterios del sexo; claro está, por caminos que muchas veces no son ni los más ortodoxos ni los más convenientes. En consecuencia, los ingredientes esenciales del erotismo van pasando a un segundo plano. Por decir algo, se está perdiendo la importancia del esfuerzo, incluso de la dificultad, para conseguir la recompensa: ese exquisito proceso que precede a la entrega.
En otro orden de ideas, los que pertenecemos a otras generaciones fuimos testigos de otros paradigmas a la hora de servir, compartir y degustar el amor: el misterio, la intriga, a veces la sorpresa, las mariposas en el estómago, la seducción, etcétera.. Todo esto y mucho más eran parte del cortejo o ritual sagrado que conduce a los amantes a la intimidad.
En cambio, todo parece indicar que hoy por hoy, de a poco, se van obviando transiciones, intrigas, sugerencias y conquistas… Quizás la trivialización del sexo y su inherente mercantilismo, en detrimento de la magia, terminen socavando el arte del erotismo.
Ustedes con toda seguridad conocen todos los secretos del orgasmo: esa explosión fisiológica que podríamos definir como la máxima exaltación de un órgano o sistema, que incluye un oleaje de sensaciones eléctricas, energéticas, biológicas, incluida la liberación fisiológica y emocional y la efusión de sustancias benéficas para el equilibrio del individuo. Por eso, el orgasmo es, quizás, la mayor recompensa que nos regala la madre naturaleza… y por supuesto, todos los animales y los seres humanos merecemos tal retribución por el milagroso suceso de formar parte de la fiesta de la vida.
Sin embargo, presentaré al lector curioso una serie de ideas breves por si le fuera dado palpitar un orgasmo de otras dimensiones o latitudes. Aclaro que no pretendo escindir las realidad esencial de toda persona: cuerpo-mente-alma. La totalidad del ser no se puede trocear: es un todo. Guardo la esperanza de que el lector despierto encuentre la conexión del tema de hoy con el engranaje de esta serie sobre la paz: el mundo será salvado por el Amor.
La descarga del orgasmo corporal, a pesar de todos sus beneficios, tiene algunas desventajas cuando se persigue ansiosamente como fin exclusivo y no como un medio en ese compartir del amor romántico. Verbigracia, a la euforia explosiva y espasmódica que dura apenas unos cuantos segundos sigue la disforia.
Como decían los antiguos romanos: post coitum omne animal triste est: después del coito todo animal queda triste. Pero si alguien se pone triste luego de un orgasmo con su pareja, ¿qué disforia postcoital, qué vacío o frustración podrían sobrevenir si lo alcanza con alguien que después de la descarga sólo le genera vergüenza, arrepentimiento, fastidio y hasta asco?
Muchos encuentros culminan en desencuentros, y, por qué no, en distancia definitiva. Afortunadamente existe el orgasmo mental: en este nivel son protagonistas el cerebro, la imaginación y el control mental de los que se aman. De hecho, el cerebro es el órgano más importante a la hora del placer. En una lección precedente dije: si lo imaginas lo creas. El poder de la imaginación no tiene límites. Sin embargo, en un mundo acelerado e inmediatista pocas personas le conceden espacio a la creatividad.
A continuación, les voy a presentar otro orgasmo que con toda seguridad constituye para la inmensa mayoría una novedad: el orgasmo espiritual. Así las cosas, en tanto el orgasmo mental es para personas inteligentes y de gran imaginación, el orgasmo espiritual se amolda a las personas que meditan o que están en el camino del Espíritu.
El orgasmo espiritual será nuestro último y definitivo destino, si es que vamos a ser merecedores por nuestros actos de disfrutar del amor total, incondicional y permanente que trasciende las variables espacio-tiempo (Nirvana). Es importante resaltar, que es posible obtener un adelanto de lo que nos espera en otra dimensión por medio de una disciplina espiritual.
En efecto, gracias a la conexión cuántica con el Todo, los místicos han tenido experiencias significativas en ese sentido. No obstante, a la hora de relatar la experiencia dicen que las palabras no pueden expresar ese momento eterno cuajado de sensaciones indescriptibles que involucran el corazón los sentidos, el alma, y las células y átomos en su plenitud. Por su parte, el cristianismo lo denomina visión beatífica o unión íntima con Dios. Pablo de Tarso después de haber regresado del Tercer Cielo dice: ni el ojo vio, ni el oído escuchó lo que Dios tiene reservado a los que lo aman.
Yo podría escribir miles de páginas al respecto sin que ustedes me comprendieran, pero de nuevo una imagen viene en mi ayuda. Ojalá ustedes se concedan el beneficio de la duda para que a través de la meditación, la respiración Vipassana o la oración accedan a otros planos, de tal forma que al regresar a éste puedan contribuir con la paz del mundo de la única forma en que verdaderamente podemos contribuir: desde la paz interior.
Me fue permitido contemplar a una mística en éxtasis: las manos en actitud de entrega. La boca entreabierta vislumbra unos dientes en rictus de insoportable placer. Los ojos cerrados para padecer impunemente la multitud de fogonazos en la piel, en cada nervio y músculo, en toda célula que palpita. Ráfagas de electricidad suben y bajan por el espinazo, en tanto el pecho arde en una llama de amor que no se consume.
La mente arrobada en las dulces y mortales sensaciones… dejando de ser en ese instante de instantes, en la eternidad de un minuto que trasciende el espacio y el tiempo. Un fragmento de la nada o acaso la misma nada en el relámpago que atraviesa el corazón.
El alma que elimina toda división para abandonar en la playa lo individual y sumergirse en el inmenso océano de la totalidad… el clímax, algo demente y fuera de todo lenguaje: inefable, inextricable, inexplicable: la petite mort… una dulce y prolongada muerte: el cuerpo trémulo de pies a cabeza… la piel, los átomos, las moléculas en un solo latido… y después, un hormigueo de un placer infinito, inmortal, descendiendo, ascendiendo por la médula espinal hasta expandirse en cada tejido de piel…
Posdata: próxima lección… El dictador.