Rusia en una ratonera
Opinión

Rusia en una ratonera

Putin, al impedir por las armas la incorporación de Ucrania a la OTAN, ha desencadenado una guerra que difícilmente puede ganar y de la que difícilmente puede salir

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mayo 10, 2022
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En Ucrania, Rusia ha quedado atrapada en una ratonera, convencida de que no podía hacer nada distinto a meterse en ella. La trampa la comenzó a preparar Washington desde mucho tiempo atrás. Desde antes incluso que la elección en el año 2000 de Vladimir Putin como presidente de la Federación Rusa le confirmara sus temores de que el nacionalismo ruso se propusiese —como se propuso y propone Putin— restaurar el poderío político y militar que habían convertido la Unión Soviética en una superpotencia. De hecho, el año anterior a dicha elección, en marzo de 1999, promovió la incorporación a la OTAN de Polonia, Hungría y la República Checa, rompiendo con la promesa hecha a Gorbachov por el secretario de Estado James Baker de que si él líder soviético aceptaba la reunificación de Alemania, la OTAN no se expandiría “ni una sola pulgada” al este del río Oder que marca la frontera entre Alemania y Polonia. La incorporación Polonia supuso un desplazamiento hacia el este de la alianza atlántica de centenares de kilómetros.

Esta decisión pesó tanto en el curso de la política interior rusa como para forzar la renuncia ese mismo año de Yeltsin —siempre ansioso del beneplácito de Washington— y su reemplazo por el nacionalista Putin. Como lo reconoció George F. Kennan, el autor intelectual de la primera Guerra Fría, quien, a propósito de la mencionada expansión de la OTAN, afirmó proféticamente en el 2000 en el New York Times: “Creo que es el comienzo de una nueva guerra fría (…) creo que los rusos reaccionaran gradualmente de manera adversa y afectará sus políticas. Creo que es un error trágico. No había ninguna razón para esto en absoluto. Nadie estaba amenazando a nadie. Esta expansión haría que los padres fundadores de este país se revolvieran en sus tumbas”.

En Washington lo le hicieron caso. Su Deep State, su Estado profundo, y su dirigencia política bipartidista prefirieron mantenerse fieles a la estrategia esbozada por Zbigniew Brzesinski - consejero de seguridad nacional de Jimmy Carter - en su libro de 1997 The Grand Chessboard: American Primacy and its Geostraegics Imperatives, que define como un objetivo primordial de la política internacional de los Estados Unidos el de impedir por todos los medios posibles que surgiera en Eurasia un poder capaz de rivalizar con el poderío americano. De allí que desde entonces y en respuesta al resurgimiento de Rusia liderado por Putin la OTAN continuó su expansión hacia el este con la incorporación en 2004 de Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia, Rumanía, Estonia, Lituania y Letonia; en 2009 de Croacia y Albania, en 2017 de Montenegro y en 2020 de Macedonia del norte.  Expansión por la que protestó una y otra vez Putin y que fue agravada con la decisión del presidente George W. Bush de retirarse del tratado ABM que limitaba el número de misiles intercontinentales; de Obama de desplegar misiles llamados antimisiles en los países bálticos ; y de Trump de derogar el acuerdo INF de regulación  de misiles de corto alcance suscrito por Reagan y Gorbachov en 1987, para poner fin a la grave crisis política desencadena por la decisión de Washington de instalar en sus bases militares de Alemania misiles Patriot capaces de volar fuera del alcance de los radares y de hacer blanco en Moscú a 9 minutos de su detección.

Se entiende entonces porqué el presidente Putin consideró absolutamente inaceptable que el gobierno ucraniano encabezado por Zelensky diera pasos decisivos para la incorporación de su país a la OTAN: suprimir de la Constitución del país el artículo que establecía su neutralidad e informar en la reunión de la OTAN celebrada en junio de 2021 en Múnich de su disposición a dotar a Ucrania de armamento nuclear. Putin comprendió entonces que la incorporación de Ucrania a la alianza atlántica cerraba el cerco en torno de su país y ponía una espada de Damocles nuclear sobre Moscú, que anulaba o limitaba drásticamente la capacidad de Rusia utilizar a voluntad su armamento nuclear, degradándola hasta el mismo estado subalterno que hoy ostentan Francia o la Gran Bretaña. Potencias nucleares incapaces sin embargo de actuar en contra de los intereses de Washington.

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Putin comprendió que la incorporación de Ucrania a la alianza atlántica cerraba el cerco en torno de su país y ponía una espada de Damocles nuclear sobre Moscú

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El problema para el líder ruso es que, tal y como está la actual correlación de fuerzas a escala internacional, su decisión de impedir manu militari la incorporación de Ucrania a la OTAN ha desencadenado a una guerra que difícilmente puede ganar y de la que difícilmente puede salir.  Porque, aunque cumpliera su objetivo de infringir en breve al ejército ucraniano una derrota tan severa que le permitiera garantizar la independencia de las repúblicas de Donestk y Lugansk y de asegurar definitivamente la incorporación de Crimea a Rusia, dicha derrota no pondría fin a la guerra en Ucrania.

Porque no está en el interés de Washington permitir que termine así, debido a que la concibe como parte de su guerra de amplio espectro y larga duración contra Rusia. Guerra de desgaste además que, como la de Afganistán en su día, solo permitirá que termine si termina con el desplome de Rusia. Biden lo dijo en Polonia el 26 de marzo pasado: Putin es “un carnicero” que “no puede permanecer en el poder”. Lo reiteró Scott Ritter, ex inspector de armas del ejército norteamericano, citando las declaraciones de un alto funcionario de la administración Biden: “El único final de juego posible es el fin del régimen de Putin. Hasta entonces, todo el tiempo que Putin se quede, [Rusia] será un estado paria que nunca será bienvenido a la comunidad de naciones”. Y lo ha rematado el joven representante demócrata a la cámara Seth Moulton, en unas declaraciones del 3 de mayo pasado en la cadena FOX: “Al final del día debemos darnos cuenta que estamos en guerra y no solo estamos en guerra para apoyar a los ucranianos. Estamos fundamentalmente en guerra, aunque sea un poco a través de terceros, con Rusia y es importante que ganemos”.

Quizás no la ganen, porque la vida da muchas vueltas, pero es seguro que van a conseguir que la guerra en Ucrania se eternice pese lo que le pese y cueste lo que les cueste a los ucranianos. Y a los rusos, obviamente.

 

 

 

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