¿Quién es el que más ha asesinado?
Opinión

¿Quién es el que más ha asesinado?

La larga lista que arranca con las disidencias Farc protagoniza cruentas disputas sobre los territorios, donde persisten las economías ilícitas, agravadas por el lenguaje de los ´hooligan´ de derecha e izquierda

Por:
octubre 03, 2019
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En mi anterior columna, hice una aproximación, del porqué asesinan tanto en Colombia, con el propósito de expresar algunas causas, a quienes culpan al Establecimiento por todo lo que pasa y deja de ocurrir en el país.

Y para responder a la pregunta de hoy, comienzo por afirmar, que las barras bravas más activas de la política, se observan compitiendo por demostrar quién es el que más ha asesinado durante el conflicto armado, que aún no termina.

Estos hooligan, en lugar de acudir al sistema de justicia transicional, para exponer sus relatos, o las pruebas de sus acusaciones, han preferido enfrascarnos en una absurda competencia ideológica, en la que cada bando clama su victoria, con el mayor deseo de poner tras las rejas a los más dogmáticos representantes, de cada una de las orillas responsables de la creciente polarización del país.

Para los hooligan, les recuerdo quienes hoy, son los causantes de tantas muertes y destrucción en Colombia: las disidencias de las Farc, Eln, Epl; Clan del Golfo, Águilas Negras, Bloque Libertadores del Vichada, Autodefensas Gaitanistas, Los Urabeños, Erpac, Los Puntilleros, Los Caqueteños, Los Botalones, Los Rastrojos, Los Pelusos, La Cordillera, La Constru, Los Pachenca, La Empresa, La Terraza, Los Contadores, Las Guerrillas Unidas del Pacífico, El Clan Isaza, Los Caparrapos; La Mano Negra, y un puñado de poderosos que contratan sicarios, o, a estas, u otras organizaciones, armadas, para que eliminen a sus rivales.

Esta lista del crimen organizado protagoniza cruentas disputas sobre los territorios, donde persisten las economías ilícitas, y la violencia política; están en capacidad de destruir ecosistemas, asesinar líderes sociales, políticos, soldados, policías, o, a cualquier colombiano.

El problema se agrava por la magnitud del lenguaje injurioso, que practica los hooligan de la derecha y la izquierda colombiana; de tanto repetir el odio que promueven, transforman su alarido, en música para los oídos de tanto bandido.

La lista que arranca con las disidencias de las Farc, y que termina con La Mano Negra, tiene una particularidad: cada organización de las enlistadas, por su propia naturaleza, aprueba criterios fundamentalistas e ideológicos, de las barras bravas más encolerizadas de la política nacional; por simpatía indirecta, uno u otro bando de los hooligan, tiene seguidores armados, desde el mundo del crimen sistemático y organizado.

Los asesinatos sobre los territorios donde históricamente han existido economías ilícitas, se han incrementado, por la confrontación armada entre facciones del Eln, Epl, Bacrim, y Neoparamilitares, que disputan territorios donde hubo "hegemonía" de las Farc.

Por falta de acuerdos políticos nacionales, y estrategia territorial, desde el avance de los acuerdos en La Habana, era previsible que el Estado tardara en ocupar las áreas geográficas, donde se ejercía control ilegal del territorio por parte de las Farc. Ese vació de legalidad, fue aprovechado por actores de diverso pelambre y raigambre, que siguen delinquiendo alrededor de los cultivos de coca, la marihuana, el contrabando, el oro, el coltán y el platino. Es por tanto, que en ese contexto, los colombianos percibimos que estamos regresando a los antiguos escenarios del conflicto armado; y por la instrumentalización política de los acuerdos, se exacerbaron los odios, los asesinatos y la violencia de la protesta social.

Las acusaciones de los hooligan, nos deben más explicaciones: generalizar y pretender echar todas las culpas al Establecimiento o al gobierno, es insustancial, banal e incompleto; eso no explica nada, y se pierden las buenas iniciativas en medio de la cólera; es cierto que hay vacíos dentro de los elementos constitutivos el Estado, (el territorio, la población y la autoridad con su sistema jurídico); hay problemas estructurales en el interior, de cada uno de sus componentes.

La política constituye una actividad social, que debe privilegiar el diálogo y la cooperación; pero la política hoy nos divide; los líderes referentes que inspiran a las barras bravas, no son capaces de ponerse de acuerdo; y por el contrario, nos han subido en un ring de pugilato, mezquino y estéril, donde prospera la acusación, la división y el odio.

Si no terminamos por despedazarnos, es el sistema de justicia transicional, quien podrá brindar las mejores garantías para que los hooligan de la política nacional, dejen de acusarse y mostrarse los dientes. Cuando el sistema funcione con absoluto equilibrio, escuchando las verdades, de quienes de alguna forma apoyaron, o permitieron la barbarie, ese día Colombia dejará de maltratarse tanto, y terminará la competencia de los dos bandos, que se acusan mutuamente.

No se trata de seguir en esa enfermiza competencia, que nos envilece; pongámonos de acuerdo en resolver las causas que producen tanto bandido y asesinato en Colombia; es preciso mejorar el uso de la política, y dejar atrás la violencia bicentenaria.

https://twitter.com/rafacolontorres

 

 

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