Qué cara se ha vuelto la obesidad y la diabetes

Qué cara se ha vuelto la obesidad y la diabetes

Las multinacionales que han acumulado fortunas a punta de las gaseosa nos han hecho creer que alimentan, y ahora empiezan una campaña sucia para evitar el impuesto

Por: Leandro Felipe Solarte Nates
julio 28, 2022
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Qué cara se ha vuelto la obesidad y la diabetes

De mis vacaciones de verano cuando estudiaba bachillerato en el Instituto Técnico, (que de técnico sólo tenía el nombre) de Santander de Quilichao recuerdo las caminatas a Quinamayó, bordeando la carretera Panamericana, a pescar y nadar en el “charco de la cuadra”.

En una de tantas salidas, no se me olvida, la vez que llegamos a una tienda y frente a la casa del lado, había un papayo cargado con grandes frutos maduros.

Por la reja de la puerta llamé, salió un joven. –¿nos vende una papaya? Le pregunté después de saludar. –Escoja la que le guste– Vale $5 pesos- agregó. Quedé sorprendido cuando salió de la casa, bajó la papaya que le señalé, recibió los $5 y se fue a la tienda del lado. –Vecino, deme una naranjada, por favor- dijo pasándole el billete.

Mientras Guayo Montoya pelaba la papaya, le sacaba las pepas y la dividía en 4 trozos grandes, pensaba, que tal vez atraído por el afiche pegado en la pared de la tienda, con la foto a color de la bella modelo en bikini tomándose una gaseosa en medio de sus esbeltos y sonrientes amigos que hacían lo mismo, el vendedor había hecho tan mal negocio, pues mientras nosotros calmábamos la sed con una sabrosa y jugosa fruta rica en nutrientes, fibra y vitaminas naturales, él prefería agua coloreada con anilina, saborizante químico, saturada de azúcar y gas.

Ese recuerdo salta en mi memoria cuando oigo hablar o leo sobre el impuesto a las bebidas azucaradas, y me convenzo de su necesidad, cada que, conversando con mis amigos contemporáneos, me entero de que varios han sido declarados: prediabéticos o diabéticos, y, a Jairo Gironza, que tan bien jugaba fútbol, tuvieron que amputarlo hasta la rodilla del pie con que pateaba, al complicársele una herida, que no cicatrizaba debido a la diabetes, y estaba a punto de engangrenarse.

Nos hemos enviciado al azúcar, desde que nuestras madres al destetarnos endulzaban los teteros, y, además de las golosinas, gaseosas y mecato que a diario consumimos, en la dieta predominante hay exceso de papa, yuca, plátano, pan, arroz, pastas, comida chatarra, aguardiente, ron, guarapo, chirrincho y productos ultraprocesados adicionados con colorantes, saborizantes y preservativos químicos, algunos cancerígenos, que al pasar del estómago a los intestinos se convierten en azúcar elevando considerablemente los niveles en la sangre y también de sales y nitritos, y, en el caso del azúcar, además de forzar la producción de insulina hasta casi agotarla y desencadenar la diabetes, al no eliminarla, por la vida sedentaria, se transforma en grasa mala; peor que la de origen animal, a la que los “científicos” pagos por los zares de la comida chatarra, le achacan la obesidad y todos los males, y  que el organismo puede metabolizarla mejor, hasta convertirla en azúcar, cuando lo necesita.

Las multinacionales que han acumulado fortunas a punta de comida chatarra, gracias a las costosas campañas publicitarias, nos han hecho creer que las gaseosas alimentan, al igual que los jugos de cajita, que las mafias que manipulan los Programas de Alimentación Escolar, PAEs, han logrado incluir en la dieta de la alimentación escolar, junto a embutidos ultraprocesados, en lugar de acudir a las frutas, verduras, ensaladas y productos frescos cultivados por agricultores de sus regiones y preparados en los mismos restaurantes escolares por personal contratado por las mismas juntas de padres de familia.

En Colombia, multinacionales productoras de gaseosas y bebidas azucaradas, además de haber apoyado a los paramilitares que han asesinado a trabajadores afiliados a los sindicatos de sus fábricas, han acosado, amenazado a directivos, asaltado y robado computadores y documentos de sedes de fundaciones y organizaciones médicas que han hecho campañas para que disminuya el consumo de azúcar, les impongan el impuesto a las bebidas azucaradas y avisos de advertencia en los empaques sobre los peligros que para la salud presenta su consumo, al igual que el de comida chatarra, vistosamente presentada en los estantes, para que fácilmente los vean niños, jóvenes y adultos consumidores.

El nuevo ministro de Hacienda, Ocampo, declaró que no es tanto por lo que recauden, sino por los beneficios para la salud de millones de colombianos cuyas enfermedades generadas por el excesivo consumo de bebidas azucaradas, comida chatarra, malos hábitos alimenticios y sedentarismo, le cuestan billones de pesos al sistema de salud.

“Que caro se ha puesto el cáncer”, decía irónicamente un médico fumador sobre el impuesto a los cigarrillos.

¿Podremos decir “Qué cara se ha puesto la obesidad y la diabetes” con el impuesto a las bebidas azucaradas?

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